Angélica, misión amor

El origen

—¿Los ángeles sueñan?

La inocente pregunta fue soltada por Kelly, una ingenua adolescente que formaba parte de un grupo de chicas populares de la escuela secundaria “Santa Teresa”. Esto tomó por sorpresa al resto de sus amigas, que por confundidas se miraron entre sí y luego estallaron en risas.

—¿De qué estás hablando, Kelly? ¿De dónde sacaste eso? —cuestionó Isis con una expresión burlona.

—¡Eres tan graciosa! Solo a ti se te ocurren esas tonterías —cuestionó otra niña de nombre Úrsula.

—Oye, sí, ¿de cuál te fumaste? ¿Están seguras de que nos vendieron frappés? ¿Cuándo nos cambiaron nuestro pedido? —señaló Angélica entre risas.

Avergonzada, Kelly intentó justificarse.

—Bueno… yo… no sé… simplemente se me vino a la mente…

—¡Ay, Kelly! Definitivamente, eres un caso. Fue bueno agregarte al grupo, siempre nos sorprendes con tu ingenio —volvió a burlarse Angélica.

—¡Oye! No seas así, Angie. Tú también dices estupideces y nadie se burla de ti —reprendió Ileana, en un intento por ponerse del lado de la ingenua Kelly.

—Pero mis estupideces tienen sentido, ¿o no? —se defendió Angélica, con orgullo.

—¡Es cierto! —secundó Isis.

Las burlas de sus compañeras avergonzaron demasiado a la ingenua niña, que en el fondo deseó no ser tan estúpida para poder ser aceptada por la líder del grupo de chicas populares. En tanto, Ileana volvió a objetar.

—¡Ash! ¿Por qué son groseras? ¡Dejen de molestar a Kelly!

—¡Ay! ¿Por qué eres pesada? En cada grupo siempre debe haber un teto para que haya equilibrio y Kelly encaja perfecto para el puesto. ¿No es así, Angie? —señaló Úrsula.

Ante este cuestionamiento, Angélica respondió desdeñosa.

—¡Ah! Bueno, no había considerado tal posibilidad, pero bueno, si ustedes están de acuerdo, yo…

—¡Basta, Angie! —exclamó Ileana, ofendida por la frialdad de su amiga.

Ver que sus amigas discutían por su culpa la hizo sentirse peor, así que Kelly se atrevió a decir con timidez.

—¡Oigan! Sé que fue tonto lo que dije, pero no por eso tienen que pelear.

—¡Oye, Kelly! No digas eso —insistió Ileana—. Tú no mereces ser tratada así.

—No importa —replicó la débil chica—. Por favor, discúlpenme, por mi culpa se arruinó nuestra cita.

—¡Hasta Kelly piensa que es absurdo discutir por una tontería! —recalcó Angélica con autoridad y dirigiendo una mirada filosa a Ileana—. Así que, olvidémoslo y…

Antes de terminar con la frase, una mesera tropezó cerca de la mesa donde se encontraba el ruidoso grupo, lo que provocó que uno de los refrescos cayera encima de Angélica. Irritada por lo sucedido, se levantó de golpe y exclamó:

—¿Eres una idiota o qué? ¿Por qué no te fijas en lo que haces? ¡Acabas de ensuciar mi uniforme! ¿Sabes cuánto cuesta esta ropa? ¡Ni con tu sueldo podrías costearlo!

—Lo siento mucho, señorita, intentaré limpiarlo —ofreció desesperadamente la joven empleada.

—¡No me toques! ¡Exijo hablar con el gerente de este lugar para que te despidan! —demandó Angélica, haciendo ademanes exagerados.

Las demás chicas lucían un tanto contrariadas por la escena, pero antes de que alguna pudiera intervenir, un hombre que portaba un uniforme diferente al de la empleada, se acercó.

—Buen día, señoritas, ¿qué es lo que está ocurriendo? —preguntó con frialdad.

Al escuchar esto, Angélica se dirigió a esa persona con actitud altanera.

—¿Usted es el encargado de este lugar?

—Así es, veo que está…

—¿Por qué contratan a gente inútil? ¡Mire lo que me hizo su torpe empleada! —señaló la mancha que resaltaba en la inmaculada camisa.

—Yo… Yo… Lo siento mucho, ¡fue un accidente! —replicó la inocente mujer—. Por favor, discúlpeme, intentaré corregir mi error.

—¡Basta! No quiero escuchar sus absurdas excusas, ¡exijo que despidan a esta incompetente! —demandó Angélica.

El hombre miró nervioso a su empleada y luego se dirigió a Angélica dócilmente.

—Entiendo, yo… yo me encargaré de ello.

—¡Pero quiero ver que se marche ahora mismo! —exigió la caprichosa niña.

La joven empleada miró con ojos suplicantes a su jefe, pero este le hizo un gesto para que se marchara de una vez. Ante esta injusticia, la mujer no tuvo de otra que quitarse el mandil y marcharse. Las acompañantes de Angélica se miraron consternadas por lo que acababa de pasar, que no estaban seguras de que la situación ameritaba tal castigo.

Cuando Angélica estuvo satisfecha, tomó asiento de nuevo y comenzó a beber su frappé con tranquilidad. En tanto, las demás intentaron retomar la plática con normalidad, pero como se sentían incómodas, decidieron terminar rápido sus bebidas para marcharse de ese lugar.

Al salir, el grupo de niñas comenzó a encaminarse hacia el metro. Estaban en una esquina esperando a que el semáforo peatonal les diera paso, cuando Angélica escuchó el sonido de su teléfono móvil.

—¡Ash! ¿Quién me llama a esta hora? —gruñó al tiempo que alzaba el aparato, pero su humor cambió cuando leyó el remitente—. ¡Ah! ¡Es Thomas!

—¿Tu novio? —preguntó Isis con curiosidad.

—¡Ajá! —respondió Angélica distraída, al tiempo que contestaba la llamada—. Hola, mi amor, ¿qué pasa?

Al otro lado de la línea, Thomas respondió con voz ronca.

—Angie, lo siento, quería decirte esto en persona, pero creo que no tengo el valor.

Estas palabras consternaron a Angélica, que inmediatamente imaginó lo peor.

—¿Qué es lo que quieres decir? —preguntó con nerviosismo.

—Lo siento, nena, pero creo que lo nuestro no está funcionando. Lo mejor será que terminemos.

Angélica quedó en shock al escuchar esto. Estaba a punto de estallar contra Thomas por burlarse de ella, cuando sintió un fuerte empujón.

«¿Qué sucede? ¿Por qué me muevo hacia adelante?», pensó aturdida. 

Entonces, todo se volvió negro.




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