Angélica, misión amor

Quejas

Angélica se levantó de golpe, desconcertada por la pesadilla que había tenido.

—¡Carajo! Eso… eso… ¿Fue un sueño? —murmuró agitada.

Después de esto, se dio cuenta de que se encontraba en una habitación desconocida y, tras escanear con la mirada, recordó lo que había pasado.

—¡Mierda! ¡Aún sigo en la habitación de Javier! 

Al caer en cuenta, entonces recordó que había olvidado su misión. 

—¡P…a! ¡Me quedé dormida! ¿En qué momento me quedé dormida? Recuerdo que estaba muy pendiente cuidando a ese idiota y luego…

Justo en ese momento sonó la alarma de un teléfono móvil, tomando por sorpresa a Angélica, que gritó del susto.

Por su parte, Javier apenas estaba volviendo del mundo de los sueños, cuando el grito de Angélica lo hizo despertar.

«¿Un grito?», pensó adormilado, mientras palpaba torpemente sobre su cajonera, en busca de su teléfono móvil.

«¡Maldita sea! ¿Dónde mierda dejé el maldito teléfono?», se quejó entre sueños.

Al mismo tiempo, Angélica notó que el estridente sonido provenía del teléfono móvil de Javier, el cual se encontraba tirado en el piso. Luego vio que Javier lo buscaba desesperado en otro sitio, así que se paró frente a él y, cruzando los brazos, lo miró perezosamente.

«¿Será que este idiota no recuerda dónde dejó su celular?», pensó con fastidio.

Como el aparato seguía sonando, a Javier no le quedó de otra que levantarse para apagarlo y continuar durmiendo. Pero su sueño se le esfumó al toparse cara a cara con “su ángel guardián”.

—¡Ah! —gritó del susto, echándose hacia atrás para protegerse—. ¿Sigues aquí?

—Sí —respondió Angélica, con fastidio.

—¡Mierda! ¿Estuviste mirándome dormir toda la noche? ¡Eres una p…e acosadora —cuestionó Javier, cuyo rostro mostraba desagrado!

Avergonzada por este señalamiento, Angélica reviró:

—¿Qué? ¡No hice eso! Ni que estuvieras tan guapo. 

—Y, ¿entonces? ¿Qué haces aquí? ¡Te dije que no quería verte aquí cuando despertara! —reclamó el muchacho.

Angélica puso ojos en blanco y señaló con fastidio.

—Ya te dije que no puedo marcharme de tu lado hasta cumplir con mi misión.

Incrédulo, Javier volvió a objetar.

—¿Misión? ¡No te creo! Eres una fantasma mentirosa. Es más, voy a llamarle a los de “Paranormal” para que vengan y te exorcicen.

Al decir esto, el muchacho siguió rastreando en el piso su teléfono móvil y, cuando lo encontró, comenzó a buscar en internet el número telefónico de ese programa para solicitar la ayuda del “equipo de investigación”.

Esto último causó gracia en Angélica, que respondió sarcásticamente.

—Anda, inténtalo, háblales a esos charlatanes a ver si pueden conmigo. Te aseguro que no serán capaces de siquiera tocarme con sus tontos artilugios.

Tal argumento desarmó al ingenuo muchacho, que bajó los brazos y se sentó pesadamente en la cama.

—¡Arg! Detesto mi vida —dijo con pesar, mientras escondía su rostro entre sus manos.

—¿Por qué? —cuestionó Angélica, un tanto confundida.

—¿Por qué más? —comenzó a lamentarse—. Ayer tuve un día de perros. Un idiota metió una cartera en mi mochila para inculparme. Entonces, cuando su dueño comenzó a buscarla, los maestros comenzaron a revisar a todos, así que cuando apareció, obvio que me echaron la culpa, sin siquiera tomarse la molestia de revisar las cámaras de seguridad. Capaz y esas cámaras son de finta, porque por más que pedía que fueran revisadas, el director me ignoró —recalcó esto con amargura—. Después, mi madre me riñó en todo el camino hasta llegar aquí y cuando finalmente pensé que tendría un poco de respiro, resulta que me topo contigo. ¡Arg! ¿Qué voy a hacer? ¡Quiero desaparecer!

Angélica sintió pena al escuchar las quejas de “su protegido”, que hasta pensó en darle un abrazo para consolarlo, pero luego recordó que ni siquiera podía tocarlo, así que limitó a sentarse junto a él y decir condescendientemente.

—Bueno, si te sirve de consuelo, por lo menos tú estás vivo y puedes comenzar de nuevo.

Javier sintió una punzada en el pecho al escuchar esto y pensó: «¡Mierda! Y yo que ando pensando que es mejor estar muerto, para terminar con mi mala suerte, pero creo que la muerte no sería una buena solución».

—De seguro piensas que la muerte sería la mejor solución a tus problemas, pero creo que mientras respires, siempre tendrás otra oportunidad de cambiar tu vida —añadió Angélica, un tanto pensativa.

—¡Carajo! ¿Escuchaste eso? —preguntó Javier, avergonzado.

—Je, je, ¿recuerdas que puedo leer tu mente? Así que todo lo que pienses, incluso lo más pervertido, lo sabré —replicó ella, con una expresión divertida.

Javier se sonrojó al enterarse de que Angélica podría descubrir sus más íntimos secretos, instintivamente se cubrió el pecho con las manos y demandó avergonzado.

—¡Eso es ilegal! ¡No puedes leer mi mente sin mi permiso!

—¿Te parece que me encanta leer tu mente? En realidad, en mi cabeza hay demasiado ruido por culpa de los pensamientos de otras personas, que me resulta complicado concentrarme en lo que pasa por tu cabecita —señaló, un tanto fastidiada.

—¿Eh? ¿De verdad escuchas los pensamientos de todos? —preguntó Javier con asombro.

—Realmente quisiera tener un control y poner en silencio las voces de todos, pero siento que la cabeza me va a explotar de tanto escucharlos —se quejó.

—¡Vaya! Me parece increíble lo que dices, no me imagino qué tortuoso debe ser que tengas que lidiar con eso.

Angélica se levantó de golpe y, recuperando su actitud altanera, respondió.

—Qué lindo que te compadezcas de mí, pero ahora no tenemos tiempo en sentimentalismo. Te aviso que tu madre se acerca y parece que no está de buen humor.

Justo cuando terminó de decir esto, la voz de la mujer sonó detrás de la puerta.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.