Siempre he estado de una casa de acogida a otra, nunca me he quedado en un lugar fijo. Mi único familiar está lejos de aquí, trabajando en un proyecto desconocido fuera de la ciudad. Solo llama una vez cada tres meses.
Pronto cumplo dieciocho años y ya no tengo la oportunidad de ser admitida por más personas, ya no tendré un hogar.
Mi tía, mi único pariente a la cual, nunca he visto se encarga de costear mis estudios, siempre he sacado las mejores notas debido a mis esfuerzos y necesito conseguir un buen trabajo para ganarme la vida por mí misma.
Se puede decir que soy huérfana, no conozco el paradero de mis padres ni nunca he oído hablar de ellos, ni si quiera sé si siguen con vida o no. Mi tía jamás los ha mencionado ni yo le he preguntado en ningún momento, no es una persona muy sociable ni tampoco entabla mucha conversación, simplemente se limita a preguntar cómo me encuentro y si me va bien.
Los días pasan rápido.
Esa mañana despierto en mi respectiva habitación, esta vez vivo con una señora mayor muy simpática y cariñosa, ella perdió a su hija hace dos años y al parecer me ha tomado cariño.
Estamos al final de las vacaciones y pronto empezaré un nuevo curso, es mi primer año en la universidad.
Salgo de la cama y corro hacia la cocina donde Nani, así llamo a la señora de la casa, se encuentra ya con mi desayuno preparado y servido en la mesa.
-Buenos días mi niña- ella me dedica unas preciosa y dulce sonrisa.
-Buenos días, Nani, ¿Cómo estás hoy? ¿Sigues con dolor de cabeza?- me acerco a ella y le doy un cariñoso beso en la frente. Ella padece de Alzheimer pero no está tan avanzado.
-No, me tomé las pastillas que me recetó el doctor y estoy mucho mejor- ella se sienta delante de mí y como cada mañana, me cuenta la historia de su infancia mientras devoro el desayuno.
Ya la he oído tropecientas de veces pero eso ella no lo recuerda.
Preparo mi bolso, siempre inserto en él mi móvil, clínex por si me da una hemorragia nasal que en mi es muy usual. También suelo llevarme la copia de las llaves de la casa por si Nani no está y sobre todo, el inhalador, ¿Qué hago yo sin él?
Los ataques de asma son muy frecuentes en mi, desde pequeña padezco esta enfermedad pero ya sé cómo sobrellevarla y me he acostumbrado.
-Hasta luego Nani- Digo en voz alta desde la entrada para que me oiga.
-Espera, el cartero ha dejado esto para ti, al parecer es importante, mira este sello, se ve elegante- dice mientras se me acerca con la carta en la mano.
Nunca había visto este logotipo ni siquiera había oído hablar de ello. Abro la carta y la leo.
Querida señorita Smith:
Es un honor comunicarle que, debido a las circunstancias en las que se encuentra, podrá asistir a nuestro internado sin preocupación de gastos, ya que, nuestra directora, es decir, su tía se hará cargo de ello.
Contará con hospedaje y comida por tiempo indefinido, eso depende de usted y su capacidad de conseguir aprobar la carrera escogida.
Si está de acuerdo, mañana a las 7.30 de la mañana será recogida por uno de nuestros conductores, asegúrese de recoger todas sus pertenencias y esperamos que disfrute de su estancia en nuestras instalaciones.
Atentamente desde el internado Twilight University.
Abro los ojos como platos mientras leo la carta.
-¿Sucede algo malo, pequeña?- la anciana mujer me mira preocupada.
-No, no es nada malo, Nani, otra carta sin importancia. Todo está bien- le obsequio una de mis más tiernas sonrisas y beso su frente, me despido de ella mientras guardo la carta en mi bolso y salgo de la casa.
Vale, pensemos bien las cosas, Maya.
No puedo dejar sola a Nani, es como mi abuela y jamás la dejaré sola, mucho menos con su enfermedad. Borro la idea de asistir a tal sitio y camino hacia la cafetería de Tomás, un tipo de unos cuarenta y tantos, de origen mejicano, es muy buena persona y tiene un perro llamado Queso, si, un nombre de los más peculiar. El pastor alemán, algo viejo, es llamado así porque de pequeño, cuando lo encontraron abandonado en la calle, lo acogieron y no sabían qué nombre ponerle, se coló en la cocina y arrasó con todo el queso de por allí.
Es un animal muy noble y juguetón, siempre anda con esa enorme lengua colgando por la comisura de sus labios y cuando estás comiendo algo sentado tranquilamente, este pillín te lo arrebata en menos que canta un gallo. Por eso suelo pedir un bocadillo extra grande, para darle la mitad. Nos llevamos muy bien.
Ya era de noche, las horas se me han pasado volando. Mis vaqueros están todo lleno de pelos y mis manos tienen varios lametazos del animal que aún tiene ganas de jugar.
-Bueno amiguito, tengo que irme ya- acaricio la cabeza de mi peludo amigo y miro hacia la barra donde el dueño se encontraba secando los vasos recién lavados –Hasta mañana Tomás, buenas noches- agito mi mano para despedirme y salgo del local en dirección a la casa de Nani.