Anna Holloway

Capitulo tres

La mañana pasó lentamente. Anna se sentó en la clase de mitología y leyendas, mirando el tablero sin realmente verlo. La profesora hablaba sobre las criaturas míticas de la región, algunas de las cuales Anna ya conocía, aunque la mayoría parecía más fantasía que realidad. Sin embargo, algo en su interior le decía que muchas de esas historias debían tener una base en hechos reales. Después de todo, el pueblo donde vivía era conocido por sus sucesos extraños, y ella misma había sido testigo de lo inexplicable en varias ocasiones.

Ethan y Liam estaban en el mismo salón, pero Ethan se había mantenido en silencio durante toda la clase, su mirada fija en el escritorio como si estuviera completamente ausente. Anna no pudo evitar notar cómo las sombras bajo sus ojos parecían más marcadas y cómo, de vez en cuando, sus manos se apretaban con fuerza, como si tratara de controlarse a sí mismo. Durante un momento, ella quiso preguntarle qué le ocurría, pero no se atrevió. Sabía que si le preguntaba, probablemente solo obtendría una respuesta evasiva.

Cuando terminó la clase de mitología, Anna se encontró perdida en sus pensamientos. La siguiente era matemáticas, una materia que nunca había sido su favorita. Se sentó al fondo del aula, con la esperanza de que el tiempo pasara rápidamente, pero la falta de concentración solo la hacía más ansiosa. Ethan y Liam se sentaron cerca de ella, pero algo en la atmósfera se sentía extraño. De vez en cuando, veía a Ethan mirar a la ventana, sus ojos vidriosos, como si estuviera más allá de todo. Anna intentó concentrarse en las ecuaciones, pero su mente seguía volviendo a las sombras que había visto en los ojos de su amigo.

Cuando sonó la campana anunciando la hora del almuerzo, Anna respiró aliviada, como si pudiera finalmente despejarse de todas las tensiones acumuladas durante la mañana. Liam, siempre el optimista, la animó a salir del aula rápidamente, bromeando sobre la comida. Pero algo en su actitud no era normal. Él parecía menos animado de lo habitual, y sus ojos no brillaban con la misma energía juguetona. En su lugar, estaba… apagado, como si algo lo estuviera consumiendo en silencio.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Anna mientras caminaban hacia el comedor.

Liam le lanzó una sonrisa forzada, pero no tardó en responder con una excusa que no convenció a Anna.

—Sí, todo bien… es solo que no dormí mucho anoche, sabes, algunas cosas en casa… —dijo, dejando su explicación incompleta. Anna notó que su voz era menos animada que de costumbre, y sus ojos no tenían esa chispa juguetona que solían tener. Ella lo observó por un momento, pero no insistió. Aunque lo conocía bien, sabía que Liam no era de los que compartían fácilmente sus problemas. Si él no quería hablar, no la forzaría.

Cuando llegaron al comedor, Anna buscó con la mirada a Ethan, pero se dio cuenta de que no estaba allí. Frunció el ceño.

—¿Ethan no está? —preguntó en voz baja, mirando alrededor.

Liam la miró rápidamente, una sombra de preocupación cruzando su rostro, pero no dijo nada de inmediato. En lugar de eso, se encogió de hombros.

—Debe haber salido a dar una vuelta o algo. —Respondió con indiferencia, pero había algo en su tono que no era genuino. Anna no pudo evitar notar el pequeño tic en su mandíbula, como si estuviera tenso.

Ella no estaba convencida. Sabía que Liam no era de los que se preocupaban demasiado por esas cosas, pero el hecho de que Ethan no estuviera allí la inquietaba. Miró alrededor una vez más, sin encontrarlo, y luego miró a Liam. Decidió dejarlo pasar por el momento, pero la intriga persistía en su mente.

Mientras se servían el almuerzo, Anna intentó ignorar la sensación de que algo no estaba bien. Liam comió en silencio, mirando hacia abajo y evitando su mirada. Su actitud distraída no pasaba desapercibida, pero Anna no quería presionarlo más. Sin embargo, una creciente sensación de incomodidad comenzó a envolverla. Todo en ese día parecía ligeramente fuera de lugar.

Finalmente, después de un rato, Liam soltó un suspiro y se levantó, como si la tensión se hubiera acumulado demasiado en su cuerpo.

—Voy a salir a tomar aire. —dijo, con una ligera sonrisa, aunque no alcanzaba a ocultar la fatiga en su rostro. —Ya regreso.

Anna lo miró, sintiendo una punzada de preocupación, pero no dijo nada mientras él se alejaba del comedor. Quedó sola, pensando en todo lo que había notado hasta ahora: Ethan ausente, Liam raro, el ambiente en la escuela tenso, y esa inquietud en su pecho que no podía sacudirse.

El sonido del timbre finalizó el almuerzo, y Anna, con un nudo en el estómago, se levantó para regresar a sus clases. Pero algo en el aire, algo en la mirada perdida de Liam y la desaparición de Ethan, la dejaba con un mal presentimiento.

El día parecía arrastrarse lentamente mientras Anna caminaba hacia la pista de hielo. Sabía que la competencia de patinaje estaba a la vuelta de la esquina, el viernes exactamente, y el peso de la presión comenzaba a sentirse como un lastre en sus hombros. Aunque su pasión por el patinaje nunca había cambiado, la idea de estar en esa competencia, frente a un público tan grande, le generaba una ansiedad que no podía disipar.

El frío del aire montañoso se coló en su piel cuando cruzó la puerta del complejo deportivo. La pista de hielo, un espacio grande y reluciente, parecía en silencio, casi como si estuviera esperándola. Anna cerró los ojos por un momento, sintiendo el aire fresco en sus pulmones. Era su lugar de refugio, el único donde se sentía verdaderamente en control de todo, incluso cuando el resto de su vida parecía un caos.

Al entrar al vestuario, se cambió rápidamente, sus manos temblorosas mientras se ajustaba las botas de patinaje. El sonido del hielo crujiría bajo sus pies, y eso la calmaba, le recordaba que, al menos en la pista, podía ser libre.

Una vez lista, se dirigió a la pista. Al dar sus primeros pasos sobre el hielo, una sensación de paz la envolvió. No pensaba en nada más. Solo en el movimiento de sus piernas, el balance de su cuerpo, el flujo del aire mientras giraba con gracia. Se lanzó hacia el centro de la pista, realizando un par de piruetas elegantes, una tras otra, para calentar. Sus movimientos fueron fluidos, pero aún sentía que algo dentro de ella no estaba bien. El hielo le respondía con precisión, pero su mente, lejos de estar concentrada, seguía desviándose hacia los eventos extraños que había estado presenciando en el pueblo, el comportamiento de Liam y Ethan, y esa sensación inquietante que no lograba comprender.




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