Anna Holloway

Trece

Esa noche, la casa de los Holloway se sintió diferente. El olor a comida casera llenaba el aire mientras Anna y su padre organizaban la mesa. Su madre, Caroline, no estaba en casa, ocupada con un asunto urgente en el trabajo, pero Michael se encargó de la mayoría de la preparación.

Matt llegó justo a tiempo, con una sonrisa cordial y una actitud relajada, como si se sintiera en casa. La cena transcurrió sin incidentes, y las conversaciones se deslizaron de un tema a otro: desde las anécdotas divertidas de la escuela hasta historias antiguas de la ciudad.

Michael le preguntó a Matt sobre su vida, su familia, y Matt respondió con la misma simpatía que siempre había mostrado. Anna observaba en silencio, disfrutando de la conversación pero también sintiendo una extraña tensión en el aire. A pesar de la calidez de su padre y la amabilidad de Matt, había algo en su interior que le decía que había más de lo que parecía.

La noche transcurrió entre risas, anécdotas y charlas, y al final, Matt se despidió amablemente.

—Gracias por la cena, fue genial. Nos vemos mañana en la escuela —dijo, antes de salir de la casa, dejando a Anna pensando en lo extraño que había sido todo.

[***]

A la mañana siguiente, el cielo estaba cubierto de nubes grises, y la lluvia caía incesante sobre la ciudad. Anna estaba en la cocina, sirviéndose el desayuno mientras miraba por la ventana, observando cómo las gotas de lluvia golpeaban el cristal con fuerza. Había algo en ese clima que la hacía sentirse un poco melancólica, como si el mundo estuviera reflejando sus pensamientos confusos.

Cuando su teléfono vibró sobre la mesa, Anna lo levantó con una sonrisa algo tímida al ver el nombre de Matt en la pantalla. Desbloqueó el dispositivo y leyó el mensaje:

Matt: “¡Hola! Vi que está lloviendo muy fuerte, ¿te gustaría que te lleve a la escuela hoy?”

Anna, sorprendida por el mensaje, sintió una pequeña chispa de calidez. No esperaba que Matt se ofreciera a ayudarla, pero a la vez, no le pareció una mala idea. Después de todo, no era como si estuvieran tan distantes. Aún no sabía bien cómo sentirse al respecto, pero la lluvia y el mal tiempo podían complicar el trayecto a la escuela.

Anna: “¡Hola! Gracias por la oferta, estaría genial si me pudieras llevar. No quiero llegar empapada.”

A los pocos minutos, su teléfono vibró de nuevo.

Matt: “Perfecto, te paso a recoger en 20 minutos. ¡Te espero!”

Anna guardó el teléfono en su bolso, tomándose su tiempo para terminar el desayuno. Mientras lo hacía, escuchaba los pasos de su padre en el pasillo y vio cómo se acercaba a la cocina.

—¿Ya estás lista para el día? —preguntó Michael con una sonrisa mientras se servía un café.

Anna asintió, aunque sentía un pequeño nudo en el estómago por lo que sucedería a continuación.

—Sí, pero Matt me ofreció llevarme hoy. Está lloviendo mucho —respondió con una sonrisa algo tímida. No quería que su padre pensara que algo extraño estaba pasando, pero era difícil ocultar el hecho de que había algo diferente en la dinámica con Matt últimamente.

Michael la observó, asintiendo lentamente.

—¿Matt, eh? —dijo en tono pensativo, pero luego sonrió—. Está bien, hija. Si te sientes cómoda, no hay problema. Ten cuidado, ¿sí?

Anna sonrió agradecida.

—Lo haré, papá. Gracias.

Con eso, Anna terminó de tomar su café rápidamente y se preparó para salir. Mientras se dirigía hacia la puerta, vio que su padre se quedó observando la lluvia desde la ventana. Era un gesto tranquilo, pero también lo veía pensativo, como si estuviera ponderando algo en su mente.

Cuando Anna salió por la puerta, el sonido de un automóvil estacionado en el camino resonó en el aire. Era el coche de Matt, que había llegado justo a tiempo. Él estaba al volante, con una sonrisa amplia.

—¡Vamos! —dijo Matt, agitando la mano mientras bajaba el vidrio de la ventana.

Anna caminó rápidamente hasta el coche, abriendo la puerta del copiloto.

—Gracias por el favor, Matt —dijo mientras se subía al coche y se abrochaba el cinturón.

—No es nada. No quiero que llegues empapada —respondió él, mirando por encima del hombro y arrancando el coche.

El trayecto fue silencioso, pero no incómodo. La lluvia golpeaba el parabrisas mientras Matt conducía con cuidado, y Anna miraba por la ventana, algo pensativa. La ciudad parecía tan tranquila a esa hora, la niebla cubriendo las calles como una capa espesa. Al final, el viaje a la escuela pasó rápidamente.

Cuando llegaron al estacionamiento de la escuela, Matt se detuvo y miró a Anna.

—Aquí estás. Nos vemos más tarde, ¿verdad? —preguntó, sin intentar hacer demasiada presión.

—Sí, gracias de nuevo —dijo Anna, bajándose del coche. A pesar de lo raro que era todo esto, no podía negar que le agradaba que Matt se hubiera ofrecido a ayudarla.

Matt la observó por un momento, pero luego sonrió y se alejó. Anna entró a la escuela y se perdió entre la multitud de estudiantes.

[***]

El timbre de salida resonó en los pasillos de la escuela, marcando el final de la semana. Anna salió del aula con la mochila colgada de un hombro, entre el bullicio de los estudiantes que se apresuraban a irse a casa. Al salir por la puerta principal, notó a Liam esperándola, como siempre, apoyado contra un árbol, con las manos en los bolsillos y una expresión despreocupada.

—¿Lista para un fin de semana lleno de emociones? —preguntó él, con esa sonrisa traviesa que parecía ser su marca registrada.

—Si por emociones te refieres a encerrarme en mi habitación con una taza de té, entonces sí, absolutamente lista —respondió Anna, rodando los ojos mientras sonreía.

—Qué emocionante —bromeó Liam, poniéndose en marcha a su lado.

Cruzaron el sendero de la escuela hacia el bosque cercano, como lo hacían a menudo. Anna adoraba esa tranquilidad, lejos del bullicio y las miradas curiosas. Sabía que Liam también lo prefería; allí podía relajarse, sin miedo a ser juzgado o a que alguien lo notara demasiado.




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