Octavo capítulo
Cuando me desperté aquella mañana, no conseguía recordar nada de lo que había pasado la noche anterior después de quedarme dormida en la cama de Caleb.
Aunque sentía que tenía los párpados pegados, pude notar que no tenía las pestañas que me habían puesto en la peluquería el día anterior, y que estaba desmaquillada, aunque llevaba la misma ropa. ¿Había tenido fuerzas para desmaquillarme, y no para quitarme el vestido? A veces mis actos, escapaban a mi comprensión. Cuando conseguí abrir los ojos, cogí mi móvil, y entonces, me acordé de algo. Adam me había dicho que hoy llegaría a Miami. ¿Cómo se había enterado de que estaba allí? ¿Y cómo había conseguido mi número? En ese momento, maldije todas las veces que le había explicado que la familia de Nora tenía una casa aquí.
Cogí fuerzas y mientras intentaba ignorar el dolor de cabeza que tenía, me levanté de la cama y me dirigí hacia el baño de mi habitación para darme una ducha rápida.
Aunque en aquel momento mi mayor preocupación era Adam, mientras el agua caía sobre mi cuerpo no podía evitar pensar en Caín, y en cómo sus manos tocaban a Crystel. No quería que me molestara, pero lo hacía. Aunque eso me iba bien, así tendría menos ganas de tener nada que ver con él.
Cuando acabé de ducharme, me puse el chándal que había escogido. Estaba formado por una chaqueta corta con capucha de color gris, unos pantalones del mismo color y un top de color negro, acompañado con mis airmax 90 negras. Me hice una coleta alta, que quedaba de maravilla con el flequillo que me habían hecho, y, además, con ese color rojo, y con el pelo largo hasta el final de la espalda; como yo siempre lo había querido; me encantaba como me quedaba. Un poco de autoestima no me iba a ir nada mal hoy. Apliqué algo de rímel en mis pestañas, brillo de labios, y bajé a desayunar.
Cuando llegué a la cocina, encontré a Nora. En la casa reinaba un silencio absoluto. Me acerqué a ella, le di un beso en la mejilla, y me senté en el taburete que había al lado del suyo.
-Buenos días, Lex. ¿Qué tal has dormido?-Nora dijo aquello mientras me servía un tazón de leche con cereales.
-Bien. Escucha, ayer me llegó un mensaje de Adam, diciendo que hoy estaría aquí.-Los ojos de Nora se abrieron lo máximo que podían abrirse. Aunque preguntarle cómo había llegado aquí anoche era importante, suponía que me habrían traído ella y Liam, y que ella me había desmaquillado y me había ayudado a llegar hasta la cama. Así que, explicarle esto, era más importante.
-¿Qué? ¿Es que nunca va a dejarte en paz?
-Parece que no, no voy a librarme de él nunca.-Nora puso su mano en mi hombro y me dedicó una sonrisa de apoyo mientras ladeaba la cabeza.
-No digas eso, cuando venga estaré contigo, y no permitiré que te haga nada. Te lo prometo.- Aunque las palabras de Nora me hacían sentir arropada, sabía perfectamente que ella no podría hacer nada para interponerse entre Adam y yo sí él no lo quería.
-¿Estamos solas en casa?- La casa había permanecido en silencio desde que me había despertado.-¿Dónde están John y Selene?
-Siempre se van a hacer algo los sábados. Cada semana algo diferente. Unas veces senderismo, otras van a comer a un restaurante de lujo.- Que guay, ahora entendía por qué Nora había deseado siempre una relación como la de ellos. -Pero no, no estamos solas. Caín está en el salón, durmiendo en el sofá.- Vale, el día estaba yendo cada vez peor.
Antes de que pudiera responder, sonó el timbre.
Nora y yo nos miramos con la misma expresión, reflejando una mezcla de miedo, pereza, ganas de llorar y rabia. Las dos sabíamos quién era. Las dos nos levantamos sin decir una sola palabra hasta que llegamos a la puerta de la casa.
-¿Preparada?- Cuando Nora me dijo eso, inhalé y exhalé tres veces lo más hondo que pude.
-Preparada.- Y, cuando esa palabra terminó de salir de mi boca, el timbre volvió a sonar.
Sin pensármelo ni una vez más, puse mi mano en el pomo de la puerta, y abrí. Nora permaneció a mi lado, tan solo medio paso más atrás que yo.
-¿Qué quieres, Adam? ¿Es que no has entendido que no quiero saber nada de ti?- Aquellos días en Miami me habían dado las fuerzas suficientes para poder decirle esto sin temblar. Porque él conmigo hacía eso; me hacía temblar, y yo nunca había temblado ante nadie. Él se rió, y dio un paso hacia la puerta para entrar, pero yo alargué mi brazo y lo apoyé en el marco, cortándole el paso.
-No vas a entrar, Adam.
-Sí voy a entrar, Lexi. - Odiaba ese nombre. Era como antes yo le pedía a la gente que me llamara, hasta que él consiguió que lo odiara, como conseguía con todo. Ilusa de mí, que pensé que mi seguridad en mí misma y mi brazo en el marco de la puerta, le mostrarían autoridad suficiente. Sin titubear, Adam me quitó el brazo de la puerta y me empujó.
-Te ha dicho que no vas a entrar.- La voz de Caín sonó detrás de mí, antes de que Adam pudiera dar un solo paso. Cuando me giré, vi a Caín. Tenía el pelo negro despeinado, iba sin camiseta, por lo que podía apreciar su tonificado torso desnudo, y algunos de sus tatuajes. En el brazo derecho, tenía unos guantes de boxeo, que iban desde el hombro hasta el codo. Estaban diseñados con gran detalle, tenían sombras que le daban un aspecto muy realista. Justo encima del abdomen, tenía el número “2000”, tatuado con una tipografía gruesa y estilizada, y, justo debajo, estaba el tatuaje de un león. Aunque solo pude fijarme en aquellos tatuajes antes de subir la mirada para fijarme en su expresión, tenía muchos más, y estaba muy tonificado. Todo ese conjunto le daba más belleza todavía.
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Editado: 25.12.2024