Antes de conocerte.

Onceavo capítulo

Onceavo capítulo

Estaba durmiendo plácidamente, sumida en un sueño profundo, cuando unos golpes insistentes me sacaron de mi sueño. Poco a poco, abrí los ojos, y logré escuchar el

Me senté en la cama, y cogí mi móvil para mirar la hora.

Eran las cinco de la mañana; hacía dos horas que Blake me había dejado en casa.

Me levanté y caminé por la habitación todavía medio aturdida ¿Quién estaba ahí fuera a esa hora?

Al asomarme, vi a Caín. Estaba ahí plantado, con su chándal negro, sus tatuajes, y esa expresión inelegible que nunca lograba descifrar. No entendía ni un mínimo por qué era así, ni qué hacía aquí.

Se comportaba como un completo imbécil conmigo, y, ahora, se presentaba en mi casa a las cinco de la mañana.

-¿Qué quieres de mí? ¿No te ha quedado claro que no quiero saber nada de ti? - Caín esbozó una sonrisa mientras ladeaba la cabeza.

-Puedo llegar a ser muy persistente. - ¿Oh, en serio? No me había dado cuenta, pensé. -Quiero que bajes.

-No voy a bajar.

-Entonces seguiré tirando piedras a tu ventana toda la noche.

-Me da igual. Me pondré los auriculares, y dormiré.- Tras decir esto, cerré la ventana sin darle tiempo a responder, mientras él gritaba que abriera la ventana.

Cuando estuve en mi cama, cumplí lo que le había dicho.

Escogí una playlist para dormir, y cerré los ojos.

¿Cómo se atrevía a venir y exigir que bajara cuando siempre acababa tratándome mal? Estaba cansada de aguantar sus comportamientos de mierda. No había dejado a Adam y venido hasta aquí para que otro imbécil me tratara mal, o intentara jugar conmigo. No me merecía eso, me merecía algo más. Cómo mínimo, alguien que me tratara bien desde el principio. Alguien como…

-¡AAAAAAHH!- Grité con todas mis fuerzas cuando alguien me tocó el hombro, hasta que de abalanzó sobre mí y puso su mano tapando mi boca.

-Soy yo, soy yo, soy yo, tranquila. - Susurró Caín. Con todo el enfado que me cabía en el cuerpo, quité su mano de mi cara, lo empujé para quitarlo de encima mío y me levanté de la cama. Iba en ropa interior, pero estaba tan cabreada, que me daba igual.

-¡¿Quién te crees que eres para colarte aquí?! ¡Quiero que te vayas! - Susurré a gritos, mientras él se acercaba a mí.

-En realidad, es mi casa, así que no me he colado.- Puse las manos en su pecho y lo empecé a empujar hacia la puerta con toda la rabia del mundo mientras le decía que se fuera, y él me decía que parase.

De repente, me cogió de los brazos, con fuerza, pero con ternura.

-Para, Lexa. Por favor. - Con brusquedad, solté mis muñecas de sus manos. Lo miré a los ojos, eran tan bonitos y parecía tan fácil persderse en ellos, que asustaba. Pero, mirarle, de alguna forma, me tranqullzó.

-No quiero parar, quiero que te vayas.

-Deja que me disculpe.- Negué con la cabeza bruscamente -Por favor, Lexa. - Aunque su expresión mostraba sinceridad, exploté.

-¿Disculparte? ¿Disculparte por qué? ¿Por ignorarme después de ser tú quién me pidió expresamente que fuera su amiga? ¿Por tratarme como a un reto? ¿Por comportarte como un imbécil conmigo y todo el mundo? ¿O por acostarte conmigo, explicárselo a la gente, y difundir el rumor de que me había quedado colgada por ti? - Él frunció el ceño.

-Yo no he hecho eso. - No pude evitar reírme con ironía mientras daba un paso hacia atrás, y, después, volví a ponerme seria.

-¿Oh, en serio? ¿No has hecho qué, exactamente?

- No le he explicado a la gente que me he acostado contigo, y no he extendido el rumor de que te has quedado colgada de mí. - De nuevo, me reí con ironía - Y por todo lo demás, lo siento.

-Ya. Y, ¿Por qué tendría que creerme que no has hecho nada de eso?

- Porque te estoy admitiendo todo lo demás, y me estoy disculpando por ello.

-Me da igual, si quieres lo hablamos mañana.- Caminé hacia la cama, y me senté. -Ahora quiero que te vayas.

-No voy a irme. - Dio dos pasos hacia mi cama.

-Oye, en serio ¿Por qué no te vas con Crystel?

-¡Porque no me saco tu cara de la puta cabeza!. - Se acercó más a mi cama. -No me saco tu cara de la puta cabeza. - Repitió.

Por primera vez, no sabía que decir. Me quedé paralizada. La incredulidad me invadía. Lo miré a los ojos, buscando alguna pista, alguna señal que me dijera que esta vez hablaba en serio, pero en ellos solo vi sinceridad, y eso me desarmaba. Aunque no podía perdonarle como me había tratado, no podía negar que ese chico me volvía completamente loca. ¿Qué daño podía hacerme pasar una noche con él? Las ganas de volver a sentir lo que había sentido la noche que nos habíamos acostado me invadieron. Y, a decir verdad, yo tampoco me sacaba su rostro de la cabeza.

Sin decir nada, me levanté de la cama, y me acerqué a él. Puse mi mano en su rostro mirándolo a los ojos, permitiéndome perderme en ellos. Puso su mano en mi cintura, y me atrajo hacia él, mientras con la otra mano sujetaba mi cabeza. Nuestros labios se unieron en un lento y cálido beso, y sentí como una burbuja se formaba a nuestro alrededor; como si no hubiera nadie más en el mundo; como si el tiempo se hubiera parado en aquel preciso instante. Él me cogió por la cintura, y me levantó, mientras yo envolvía su cadera con mis piernas. Los besos se volvieron más agresivos, y una ola de calor me recorrió todo el cuerpo. Sentí como mi piel se erizaba, y como el corazón me latía tan fuerte que parecía que se iba a salir de mi pecho.




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