—¿Una relación… abierta?
—Sí, exacto.
Mi novio me miraba con una amplia sonrisa. Yo, en cambio, no sonreía.
En absoluto.
—¿Y eso qué es?
—Creo que el nombre lo define bastante bien, Jenny.
Tenía que estar bromeando.
O, mejor dicho, más le valía estar bromeando.
¡Acababa de dejarme delante de mi residencia! ¡Literalmente! ¡Ni siquiera
había tenido tiempo para bajar la maleta del coche y ya estaba pensando en
cambiar nuestra relación por completo!
—¿Tenemos que hablar de esto ahora, Monty? —murmuré de mal humor
—. ¿No has tenido ningún otro momento?
—Eh…, no.
—¿En serio? Hemos estado juntos dos días enteros.
—Bueno, vale. Pero… Eh… No sabía cómo sacar el tema. No sentía que
fuera el momento.
—Y este ha resultado ser el momento ideal, ¿no?
—No seas así, Jenny. Es el último que tengo antes de irme. Y no vas a
querer hablar de esto por teléfono, ¿verdad?
—Pues no.
Suspiré y decidí relajarme un poco. Después de todo, estaba más alterada
que de costumbre por los nervios que me causaba la universidad. No quería
pagarlo con Monty. Y mucho menos justo antes de que se fuera. La
perspectiva de separarnos estando enfadados me ponía un poco tensa.
Pero ¿qué se suponía que tenía que decirle? Me limité a mirarlo durante
unos instantes en los que su sonrisa se hizo todavía más inocente de lo que ya
era.
Entonces caí en el hecho de que no había pensado en qué sucedería entre
nosotros cuando yo me quedara aquí y él volviera a casa. Él no iba a seguir
estudiando. O, al menos, era algo que todavía no estaba en sus planes. En
lugar de eso, continuaría jugando con el equipo de baloncesto de nuestro
pueblo. Era lo único que le gustaba hacer. Jugar al baloncesto. Todo el día.
Y yo, por mi parte, había estado tan pendiente de la residencia, las clases
y todo lo demás… que ni siquiera había pensado en que no nos veríamos en
mucho tiempo. Demasiado. Entre sus entrenamientos y mis clases iba a ser
difícil mantener el contacto diario. Y tampoco tenía dinero como para estar
yendo a verlo constantemente, y, la verdad, dudaba que a él le apeteciera
venir hasta aquí solo para verme. Seguro que me ponía la excusa de que
estaba cansado por el baloncesto.
Al menos, en diciembre, cuando llegara Navidad, nos veríamos. Pero
había tantos meses antes de diciembre… Era una eternidad.
Intenté centrarme de nuevo en la conversación cuando me di cuenta de
que él seguía esperando una respuesta.
—No sé qué decirte —admití finalmente—. Ni siquiera estoy segura de
entender qué implica eso de… tener una relación abierta. No sé qué es.
—Es muy sencillo. Mira… tú y yo somos pareja, ¿no?
—Eso creo, sí —bromeé, algo tensa.
—Pues eso. Nos queremos, nos apreciamos, nos respetamos, pero…
tenemos nuestras necesidades.
—¿Nuestras necesidades?
—Sí.
—¿Qué necesidades? ¿Comer?
—No, Jenny.
—¿Beber?
—Mmm… no…
—¿Dorm…?
—Sexo.
—¿Eh? —Me puse roja al instante, y me aseguré de que nadie nos
escuchaba—. ¿Se-sexo…? ¿Qué…?
—¿Puedes dejar de mirar a tu alrededor como si estuviéramos hablando
de asesinar a alguien? Solo he hablado de sexo.
—No me gusta hablar de eso.
—Eso ya lo sé. —Puso los ojos en blanco—. Pero, aun así, tenemos
nuestras necesidades sexuales, ¿no? Es decir, sé que tú eres un poco más
asexual, pero yo…
—¿Sabes lo que significa ser asexual?
—… sí que tengo mis necesidades sexuales —siguió, ignorándome.
—Espera —mi voz subió tres decibelios—, ¿me estás diciendo que vas a
acostarte con otras personas?
—¿Eh? ¡No, estoy…!
—Espero que sea una broma.
—Escucha —me sujetó la cara con las manos—, lo que te estoy
proponiendo es que, si en algún momento… no lo sé… tenemos la necesidad
de hacerlo…, lo hagamos.
—¿Y se puede saber por qué vas a tener la necesidad de acostarte con
alguien que no sea yo? —Me aparté con el ceño fruncido.
—No quiero hacerlo —me dijo, casi ofendido.
—Oh, ¿en serio? —ironicé—. ¿Quieres que recapitulemos un poco?
Él entendió lo que quería decir al instante. Había hecho el ademán de
sujetarme la cara de nuevo, pero se detuvo en seco y bajó las manos, ahora un
poco tenso. Agaché la cabeza.
—Lo siento —murmuré—. Es que estoy nerviosa.
—Lo sé. —Se relajó y suspiró—. Mira, sé que suena raro, pero ahora está
de moda todo esto de tener relaciones abiertas. Y está demostrado
científicamente que las parejas duran más así.
—¿Demostrado por quién?
—Además, no es que quiera hacerlo ahora mismo, pero… ¿cuánto tiempo
vamos a estar sin vernos? ¿Tres meses?
—Casi cuatro. Y no evites la preg…
—No creo que sea bueno para el cuerpo estar tanto tiempo sin hacerlo,
Jenny.
Fruncí el ceño al instante.
—Yo me pasé diecisiete años de mi vida sin hacerlo con nadie y estaba
muy bien.
—Pero no es lo mismo si eres virgen. Si no sabes lo que te pierdes, no
sufres por no tenerlo. —Él me sujetó la mano y tiró suavemente de mí—.
Vamos, cariño, sabes que te quiero, ¿no?
—Sí, Monty, pero…
—Sabes que eso no va a cambiar. Da igual lo que pase. O quien pase,
mejor dicho. —Se empezó a reír de su propia broma—. Vamos, yo sé que me entiendes. Por eso estoy contigo y te quiero, porque siempre me has entendido
perfectamente. Y sabes que tengo mis necesidades, Jenny. Entonces…, ¿qué
más da si le doy un poco de amor a otras mientras no estés?
—Haces que ponerme los cuernos suene fantástico. —Me aparté.
—No son cuernos si es consentido.
—Es decir, que me estás pidiendo carta blanca para acostarte con quien te
dé la gana.
—Bueno, no solo yo. Tú también puedes hacerlo.
Eso no era un gran consuelo, la verdad.
—¿Y si no quiero hacerlo con nadie más? ¿Lo has pensado?
—Pues… no lo hagas. Pero, al menos, tienes la posibilidad de hacerlo si
algún día cambias de opinión. ¿Me entiendes?
—Es decir, que, si ahora entro en la residencia, conozco a un chico, me
gusta y quiero acostarme con él, ¿no te importará que lo haga? ¡No te lo crees
ni tú!
—Tampoco es así.
—Entonces, ¿cómo es?
—Jenny, no estoy diciendo que sea crucial que nos acostemos con
alguien. Mientras tengamos que mantener una relación a distancia, tenemos el
derecho a que… no sé, si nos encontramos en la situación de que alguien nos
atraiga mucho, podamos hacer lo que queramos. Sin resentimientos, sin celos,
sin reproches…
Volvió a sujetarme la mano y no me aparté, aunque tampoco estaba muy
conforme con lo que estaba oyendo.
—No sé, Monty…, suena un poco raro.
—Vamos… —Me dio un beso en los labios, sonriendo—. Será divertido.
Y podemos poner normas.
—¿Normas?
—Sí, claro. Así te sentirás más cómoda. Por ejemplo…, eh… cada vez
que alguno de nosotros haga algo con alguien, tiene que decírselo al otro. Así
será mejor.
—Es que no quiero saber los detalles de lo que haces a otras.
—Vale, pues no nos contaremos los detalles. Solo nos informaremos de
que ha pasado.
—Monty…
—Vamos, pon tú otra regla.
—No he dicho que quiera seguir adelante con esto.
—Pues imagínate que aceptas. ¿Qué regla pondrías?