Era raro ver a Mike sin gastar bromas. Había estado sumido en un extraño
silencio toda la mañana. Incluso Jack empezaba a mirarlo con expresión
extrañada.
Creo que todos habíamos asumido que se le pasaría al día siguiente, pero
nos equivocamos. Se limitaba a mirar la televisión o su móvil. Supuse que
sería por su padre y, cuando me dijo que no quería hablar del tema por tercera
vez, decidí no insistir más.
Ese día, las clases se me habían hecho eternas —para variar— y había
quedado con Naya para comer…, cuando apareció con Lana. Mi reacción
inicial fue querer irme corriendo, pero lo pensé mejor y me acordé de que me
había prometido a mí misma que me llevaría bien con ella. Aunque solo fuera
por Naya y Jack. Así que me limité a esbozar una pequeña sonrisa y a mostrar
cordialidad mientras las tres nos sentábamos en la cafetería de mi facultad.
Siendo sincera, nunca había oído a Lana hablando de algo que no fueran
chicos con los que se había enrollado o sus decenas de viajes a Europa. Fue
raro verla comentando algo de un trabajo de su clase. Parecía mucho más lista
de esa forma. Igual eso no tendría que haberme sorprendido tanto. Después de
todo, Chris me había comentado varias veces que sacaba buenas notas. De
hecho, muy buenas.
—¿Qué tal está tu hermano? —le pregunté a Naya al pensar en Chris—.
Hace mucho que no lo veo.
—Como siempre. —Suspiró—. Sigue siendo un pesado con las normas.
Pero es un pesado entrañable.
—Todavía me acuerdo de cuando estaba en la residencia. —Lana sonrió
—. Estuvo a punto de darle un ataque al corazón cuando se enteró de que Ross había escalado hasta mi ventana para entrar en mi habitación y había
estado toda la noche…
Se detuvo al acordarse de que yo estaba ahí. Y, honestamente, creo que
fue la primera vez que realmente parecía arrepentida de haberme dicho algo
de Jack. Sus mejillas rojas me lo indicaron.
—Es decir… —empezó—. Hace mucho de eso.
—Sé que ha tenido otras novias antes que yo —le aseguré—. No me
moriré por escucharlo.
Nos miramos un momento y, tras un instante de tensión, ella siguió con su
historia. Casi pareció que no había ningún problema entre nosotras.
Mi móvil vibró de nuevo. Uf… Monty. Había llamado ya unas cuantas
veces. Estaba empezando a odiar su nombre. Colgué sin responder. Ellas dos
me estaban mirando.
—¿Monty? —preguntó Naya al ver mi expresión de fastidio.
Asentí con la cabeza.
—¿Ese no era tu novio? —preguntó Lana.
Y, por algún motivo, quise contárselo. Es decir, contarle lo que sabía
Naya. Los peores detalles estaban reservados para Jack, que era el único que
había visto mi moretón. Moretón que ya casi había desaparecido,
afortunadamente.
Por cierto, durante esos tres días por fin me había llamado mi padre para
decirme que ya les había llegado la cita para ir al juzgado. Tuve que ir a un
pequeño juzgado un poco cutre con Jack —que, por suerte, no hizo un solo
comentario en todo el proceso—, firmar unos cuantos papeles… y ya estuvo
todo listo. El juez había decretado una orden de alejamiento contra Monty, mi
expareja, para que no pudiera acercarse a mí. Me dejó un gusto muy amargo
en la boca, pero era lo mejor.
Lana tenía la boca abierta cuando terminé de contarles los detalles menos
feos de mi relación.
—¿Por qué no le bloqueas? —me sugirió.
Lo peor era que, con la orden de alejamiento, ni siquiera podía llamarme,
pero seguía haciéndolo.
—Es capaz de presentarse aquí si ve que lo he bloqueado —murmuré—.
Es… increíble que todavía siga insistiendo.
—Sí, ha de tener claro que ya no te interesa —me dijo Naya.
—Lo sé. Pero se cree que estoy con Jack para ponerle celoso o algo así.
—Hombres… —Lana puso los ojos en blanco.
Sonreí. Ella me sonrió.
Qué momento más raro.
Y, gracias a ese breve momento, una idea malvada me vino a la mente.
Tenía que aprovechar esa oportunidad. No sabía si volvería a encontrarme en
una situación así de ideal con ellas dos. Así que hice algo de lo que…,
bueno…, no me siento muy orgullosa.
¡Pero era por el bien común!
Tu bien no es el bien común, querida.
—¿Puedo preguntar algo? —Las miré con inocencia, removiendo mi
comida con el tenedor.
—Claro —dijo Naya, sonriendo.
—¿Sabéis por qué Jack y su padre se llevan tan mal?
A ver, estaba claro que Jack no iba a contármelo. Mike…, bueno, no
quería ni hablar de su padre. Y Will jamás traicionaría a su amigo. En cambio,
Naya y Lana parecían objetivos viables. La verdad es que me esperaba que se
miraran entre ellas cuestionándose si debían contarme algo, pero las dos
tuvieron la misma reacción de encogerse de hombros. ¿Tampoco lo sabían?
Bueno, eso no me lo esperaba.
—Creo que ni siquiera Will lo sabe —murmuró Naya.
—Siempre se han llevado mal —dijo Lana—. Incluso cuando íbamos al
instituto. A veces…, muchas veces…, Ross dormía en casa de Will porque no
podía soportar estar con su padre.
—Me ha hablado alguna vez de su fase del instituto —murmuré—. Que
estaba un poco más… alterado que ahora.
Ellas dos soltaron bufidos burlones y levanté las cejas.
—¿Qué? —pregunté, sorprendida.
—¿Alterado? —repitió Naya, divertida.
—Bueno, me contó que se metía en algunos problemas, que ligaba
bastante…
—Creo que ya he oído el eufemismo del siglo —dijo Lana, divertida.
—Y que lo digas —dijo Naya, asintiendo con la cabeza.
—¿Qué? —pregunté, irritada al ver que se estaban riendo de algo que yo
no sabía.
—Cuando estábamos en el instituto, Ross era… —Naya pensó en la
palabra adecuada.
—… un desastre —completó Lana.
—Un verdadero desastre.
—Oh, sí.
—¿En qué sentido? —pregunté, confusa.