Antes de los veinte

Capítulo |3|

 

Abigail Collins

En mi agitada caminata encuentro a los chicos fotografiando a algunos transeúntes de la plaza cerca del pino navideño colocado con demasiada anticipación. Tan solo me despido de ellos y me dirijo a mi casa. ¡Tengo menos de tres horas para verme decente!

Entro en directo a la ducha, salgo con una toalla envuelta en el cuerpo, mientras me maquillo le marco a Jolie.

—Él lo llama convivencia, yo ya escucho campanadas de iglesia—vacilo colocandome máscara de pestañas.

Su risa forzada se escucha desde la línea por lo que cambio el tema.

»¿Qué ya eres novia de Isaí? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?

—¿Cómo lo sabes? ¿Qué tanto has hablado con Aless?

—Responde Hasson —sentencio.

—Fue todo muy lindo, organizó un buen viaje, rentó una cabaña, me lo pidió a solas en el último piso junto con todas las cartas que me envió con las rosas... Confesó que siempre fue él y después lo arruiné.

Apaga aún más su tono alegre y escucho como despacio cierra una puerta.

»Su hermana lo arrojó por las escaleras y comenzó a sobreactuar como si hubiese sido un accidente, ¡Después ambos hermanos intentaron cubrir todo!

—¿Pero él está bien? ¿Isaí esta bien?

—Si, solo con algunos moretones y una mano adolorida, estamos molestos. Pensaba ir más tarde a verte, pero ya noto que tendrás la agenda apretada.

—Para ti jamás, saliendo puedes venir conmigo, mis padres están ocupados.

—Gracias, te quiero.

Es raro escuchar eso de Jolie, algo directo y sentimental..

~~~~~

Llego a la dirección sintiéndome diminuta, creía que mi hogar era grande y hasta cierto punto ostentoso, pero juro que puedo perderme dentro de la casa de Isaí. Tan solo en su cochera hay al menos tres autos último modelo, la seguridad está de locos y hay empleados atentos en todo el fraccionamiento con uniformes muy elegantes.

Casi concuerdo con los rumores; Chica lista, Jolie.

Una amable mujer mayor me da paso tras tocar el timbre en una puerta que tiene más inteligencia que mi laptop. Comenta que Aless está terminando de dormir a su hija en el segundo piso, pero que ha pedido que lo espere en la cocina.

¿Tendré cara de hambre? Comí antes de venir para comer poquito frente a él, que no se note que me puedo acabar una pizza yo sola cuando lo rodean chicas acostumbradas a solo comer ensalada y probablemente algodón.

Todo el suelo es color mármol grisáceo, las paredes son blancas contrarrestado un elegante color negro brillante, hay muchos cuadros pintorescos y otros que no entiendo; la palabra orden definiría cada centímetro.

A lo lejos lo veo caminar por el pasillo de la planta alta, mis reflectores están sobre sus pantalones demasiados ajustados a su perfecto cuerpo en su mini pasarela, así como la camisa azul marino con las mangas recogidas hasta los antebrazos dejando ver las líneas marcadas de sus venas en su fuertes brazos. Ya ni hablar de lo grande de sus manos que derriten mis pensamientos y forman una maraña de pensamientos indebidos.

Cuando permanece serio crea un aura de hombre maduro, posesivo, misterioso, sobreprotector, caliente y muy rudo. Mis piernas se cruzan por una extraña descarga invadiendo mi vientre al ver a ese semidiós tan cerca.

—En un momento baja Aless, señorita, por favor sígame.

Interrumpe mis pensamientos pecaminosos la mujer, así que me muevo sin perder contacto con ese ocupado hombre.

—Gracias Mara, yo me hago cargo —se ofrece Jolie interrumpiendo y llevándome con ella a la gran sala donde está Isaí sentado.

Ahora compruebo que es verdad que Miranda lo arrojó por la escalera, tiene un gran moretón entre su ojo y frente. La mano derecha tiene una venda sobre la muñeca enrojecida.

—¿Por qué te alejas de mí Jo? —le pregunta a ella haciendo que se siente sobre sus piernas con la voz más melosa que le he escuchado.

—Ya exagerado, aquí estoy.

Él cruza sus brazos a su alrededor de forma caprichosa y posesiva.

Con tal de evitar la escena amenizo al preguntar:

—¿La pequeña Fri no echa de menos a su madre?

—Tenía la misma duda pues es muy pequeña, a los seis meses suponía que aún dependen de su madre para alimentarse —me responde Jo.

—Es verdad, yo tengo veinticinco años y aún tomo pecho —dice Livingstone a lo que mi amiga abre grandes los ojos muy roja—. No de mi madre desde luego.

—¡Isaí! —le reclama.

No puedo evitar reír con ellos con las mejillas humeando. Gracias al cielo lo veo bajar y me levanto a la par de Jolie.

»Te llevo Abi, tranquila. Aless es tan amable como guapo.

—¡Te estoy escuchando Jolie! ¡Alessandro ponte una maldita bolsa en la cara!

—¿Es en serio?

—Solo te diré que si fuera esquizofrénico no te compartiría ni con mis personalidades variantes.

Me alejo de ellos, para sentarme en un banquillo de la cocina a fingir una buena postura para cuando él aparezca. Lo cual sucede pronto, trae en las manos lo que supongo es el impreso del protocolo que dirigiremos.

Pasa tan cerca de mí que su peculiar aroma me rodea, jamás había experimentado estas vibraciones tan fuertes por nadie, SI, por nadie.

—¿Te gusta el vino tinto? —pregunta, pero estoy muda, me limito a dar un movimiento de cabeza—. ¿Prefieres champagne? Aunque también hay vodka.

—El vino está bien.

Del mini bar a escasos metros extrae una botella, la destapa y sirve en las copas que toma de la alacena alta. Me ofrece la primera, se acerca a respirar la que sostiene y da unos ligeros movimientos de muñeca. Parece todo un catador, lo extraño es que se lo bebe todo de un chisguete y se sirve el doble en esta ocasión. ¿Algo no estará bien?

Yo apenas doy un sorbo.

—Lamento no haber ido a algo más entretenido.



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En el texto hay: humor, romance, despedidas

Editado: 20.10.2022

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