Tras recibir la llamada, condujeron poco más de dos horas y media desde el club de striptease, la noche cayendo lentamente todo el camino, incrementando el ánimo depresivo de
Mackenzie, y cuando llegaron a la escena del crimen, la noche ya había caído del todo. Finalmente salieron de la autopista principal a una tira de asfalto sin pavimentar, y después a una pista de tierra que llevaba a un gran campo abierto. A medida que se acercaban a su destino, comenzó a sentir una inminente sensación de fatalidad.
Los focos centelleaban por delante de ella mientras conducía cuidadosamente por una pista de tierra llena de baches, y lentamente, empezó a ver los numerosos coches patrulla que ya estaban en la escena del crimen. Unos cuantos apuntaban en dirección al centro del campo, y sus focos revelaban una visión espeluznante, aunque familiar.
Por más que intentó no hacerlo, se
estremeció ante la vista.
“Dios mío,” dijo Porter.
Mackenzie aparcó, pero no retiró sus ojos de la escena mientras salía del coche y caminaba lentamente hacia delante. La hierba estaba alta en el campo, le llegaba a las rodillas en algunos lugares, y podía ver el sendero ligeramente trillado que habían estado utilizando los agentes de policía. Había demasiados agentes aquí; ya se estaba preocupando de que la escena hubiera sido contaminada.
Elevó la vista y respiró hondo. Era otra mujer, que habían dejado en ropa interior, atada a un poste que parecía medir casi tres metros de largo. En esta ocasión, al ver a la mujer atada de tal manera, Mackenzie no fue capaz de reprimir un pensamiento sobre su hermana. Steph también había sido una bailarina de striptease. Mackenzie no estaba del todo segura de lo que Steph andaba haciendo en la actualidad, pero era muy fácil imaginar que pudiera acabar así.
Mientras Mackenzie se acercaba a la víctima, miró alrededor de la escena del crimen y contó siete agentes en total. Dos agentes estaban a un lado, hablando con dos adolescentes. Por delante, de pie a un par de metros del poste y de la víctima, Nelson estaba hablando con alguien por teléfono. Cuando les vio, les hizo un gesto para que se acercaran y terminó su llamada rápidamente.
“¿Algo sustancial en el club de striptease?” preguntó Nelson.
“No señor,” dijo Mackenzie. “Estoy convencida de que Avery está limpio. Nos ha ofrecido los nombres y números de contacto de todas sus empleadas por si los necesitamos, pero no creo que necesitemos esa ayuda.”
“Necesitamos la ayuda de alguien,” dijo Nelson, mirando al poste con aspecto de estar a punto de ponerse enfermo.
Mackenzie se acercó al cuerpo y de inmediato se dio cuenta de que este estaba en peor estado que el cuerpo de Hailey Lizbrook. Para empezar, había un bulto grande y un moratón en el lado izquierdo del rostro de la mujer. También había sangre seca dentro y alrededor de su oreja. Parecía que los latigazos en su espalda se habían realizado con el mismo arma, solo que esta vez se habían infligido con más intensidad y en sucesión más rápida.
“¿Quién descubrió el cadáver?” preguntó Porter.
“Esos chicos de ahí,” dijo Nelson, apuntando adonde uno de los agentes hablaba con los dos adolescentes. “Han admitido que vinieron aquí para liarse y fumar algo de hierba. Dicen que lo han hecho durante un mes más o menos. Pero hoy, se encontraron con esto.”
“El mismo tipo de cuerpo que Hailey Lizbrook,” dijo Mackenzie, pensando en voz alta. “Creo que seguramente podemos asumir la misma profesión, o similar, en este caso.”
“Necesito respuestas sobre esto, vosotros dos,” dijo Nelson. “Y las necesito ahora.” “Lo estamos intentando,” dijo Porter. “White está que arde con este asunto y—”
“Necesito resultados,” dijo Nelson, casi furioso. “White, hasta podría aceptar algunas de esas estrambóticas ideas tuyas en este caso.” “¿Me prestas una linterna?” preguntó ella.
Nelson metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una pequeña Maglite que le lanzó con entusiasmo. Ella la atrapó, la encendió, y empezó a investigar la escena. Se desconectó de la charla nerviosa de Nelson y dejó que soltara su estrés con Porter.
Con la exacta precisión que la embargaba en momentos como este, el mundo se desvaneció cuando empezó a estudiar la escena en busca de cualquier pista. Había varias que llamaron su atención de inmediato. Por ejemplo, sabía que Nelson y los demás agentes habían empleado el mismo sendero trillado para acercarse al cuerpo y así prevenir la contaminación de la escena del crimen. A las afueras del sendero pisoteado entre sus coches y el cuerpo, había varias hendiduras en la hierba crecida, probablemente realizadas por el asesino.
Se desvió un poco hacia fuera del sendero y arqueó lentamente la luz de la linterna alrededor del campo que rodeaba al poste. Tomó algunas notas de memoria, miró de nuevo a los dos adolescentes, y entonces se dirigió de nuevo al poste. Miró el cuerpo de arriba abajo en busca de más pistas y supo sin ninguna duda que este cuerpo, al igual que el de Hailey Lizbrook, no mostraría señales de abuso sexual.
Se preguntó si la preparación del poste era algo más que una maniobra teatral. Algo acerca de ello parecía predeterminado, casi como una necesidad para el asesino. Por un breve instante pudo verle, sus manos agarrando el poste y poniéndose a trabajar.
Lo arrastra con orgullo, quizá hasta alzándolo sobre su espalda. Hay trabajo en
esta tarea, un prerrequisito para los asesinatos. El esfuerzo del poste, traerlo al sitio elegido, cavar el agujero y colocarlo— implica una satisfacción por un trabajo bien hecho. Prepara el sitio para el asesinato. Siente tanta satisfacción por esto como por el asesinato.
“¿Qué estás pensando, White?” preguntó Nelson mientras la observaba circulando alrededor del cuerpo. Mackenzie parpadeó, distanciándose de la imagen del asesino en su mente. Al darse cuenta de lo absorta que se había quedado, sintió un ligero temblor atravesándola.