Antes De Que Mate

CAPÍTULO DIECISIETE

Mackenzie se despertó a las 6:45 de la mañana siguiente con un sonido que le alertaba de la llegada de un mensaje de texto. Ya estaba despierta, y vestida con su ropa interior. Miró el mensaje y se le hundió el corazón al ver que era de Ellington.

De camino a casa. Te llamaré más tarde.

Pensó en llamarle en ese mismo instante. Era bastante consciente de que había actuado como una inmadura adolescente rechazada la noche anterior. Diablos, ni siquiera le habían rechazado de verdad. Ellington solo había sido fiel a su carácter, añadiendo marido fiel a una ya larga lista de características admirables.

Al final, lo olvidó. Todavía se sentía avergonzada, pero más que eso se sentía derrotada. Y eso no era algo que sintiera muy a menudo. El asesino todavía seguía en libertad y no estaban más cerca de atraparle de lo que lo habían estado hace tres días. Se había quedado sin la pareja con la que había convivido tres años y entonces descubrió que estaba enamorada de un agente del FBI en menos de veinticuatro horas. Para empeorar las cosas, había vislumbrado una promesa de lo que podía ser su futuro mientras estaba con Ellington; había visto cómo podía ser su trabajo junto a alguien que la respetaba y que, de alguna manera, estaba impresionado con ella. Y ahora todo se había acabado.

Solo podía contar con Porter y Nelson, rodeándola de dudas en medio de un caso que le estaba afectando personalmente.

Cuando se puso una camisa, se sentó en el extremo de la cama y echó un vistazo a su teléfono móvil. De pronto, no era Ellington a quien quería llamar. Estaba pensando en otra persona—otra persona que compartía los mismos traumas y la sensación de fracaso que ella conocía tan bien.

Con un vacío repentino en su estómago, Mackenzie cogió su móvil de la cómoda y buscó entre los contactos. Cuando llegó al nombre Steph, presionó LLAMAR y entonces casi cortó la llamada de inmediato.

Para cuando el teléfono comenzó a sonar, ya se estaba arrepintiendo de hacer la llamada. Sonó en dos ocasiones al otro lado antes de que lo respondieran. La voz de su hermana al otro lado era familiar, pero no una que escuchara demasiado a menudo.

 “Mackenzie,” dijo Stephanie. “Es pronto.”

“Nunca duermes más allá de las cinco,” señaló Mackenzie.

“Es cierto. Pero lo dije en serio. Es pronto.”

“Disculpa,” dijo ella. Era una palabra que utilizaba mucho cuando hablaba con Steph. No es que realmente lo sintiera, pero Steph se las arreglaba muy bien para hacerle sentir culpable con el mínimo esfuerzo sobre las cosas más nimias.

“¿Qué hizo Zack esta vez?” preguntó Steph.

“No se trata de Zack,” dijo Mackenzie. “Zack se ha largado.”

“Genial,” dijo Steph, de manera escueta. “Era un desperdicio de espacio.” 

Hubo silencio en la línea por un instante. Era evidente que Steph podría haberse pasado el resto de su vida sin hablar con su hermana de nuevo. Era algo que había dejado claro en múltiples ocasiones. No se odiaban la una a la otra—ni mucho menos—pero la interacción entre ellas traía el pasado a colación. Y el pasado era algo de lo que Steph había estado huyendo a toda velocidad durante la mayor parte de sus treinta y tres años de existencia.

Como de costumbre, Steph sonaba medio dormida cuando hablaba por teléfono.

“No tiene sentido entrar en detalles. Cuentas apenas pagadas. Novio alcohólico con reputación de lanzarme ganchos de derecha. Migrañas constantes. ¿De cuál te gustaría que te hable?”

Mackenzie respiró hondo.

“Bien, ¿por qué no empiezas por el novio que te está dando palizas?” dijo Mackenzie. “¿Por qué no le denuncias por maltratos?” Steph solo se echó a reír. “Demasiadas molestias. No, gracias.”

Mackenzie se guardó para sí una oleada de respuestas a las demás cuestiones. Entre ellas se le ocurrían: ¿Por qué no regresas a la universidad, acabas con tus estudios y sales de ese trabajo sin salida? Mas este no era el momento para tales consejos. Ahora, por teléfono, se quedarían en la superficie externa de los asuntos. Ambas habían aprendido hace mucho que era mejor de esta manera.

 “Entonces cuéntame,” dijo Steph. “Tú solo me llamas cuando las cosas se te están yendo a la mierda. ¿Solo se trata de que Zack se ha largado? Porque si es así, deja que te diga algo 
—es lo mejor que te podía haber pasado.” “Eso es parte de ello,” dijo Mackenzie. “Pero también está este caso que me está afectando personalmente de un modo que nunca había experimentado. Me está haciendo sentir, no sé, inadecuada. Añade a eso el hecho de que le hice una proposición sexual a un hombre casado ayer por la noche y—“ 

“¿Hubo suerte?” le interrumpió Steph.

“Dios, Steph. ¿Eso es todo lo que retuviste?” 

“Fue la única cosa interesante que escuché, ¿Quién era?” 

“Un agente del FBI al que enviaron para ayudar con el caso.” 

“Oh,” dijo Steph, pareciendo haber terminado con la conversación. El silencio se cernió sobre la línea por unos cinco segundos antes de que repitiera la pregunta: “Y bien, ¿aceptó?” 

“No.” 

“Ay,” dijo Steph. 

“¿No tienes ganas de charlar?” preguntó Mackenzie. 

“Rara vez. Lo que quiero decir es que somos como desconocidas, Mackenzie. ¿Qué quieres de mí?” 

Mackenzie suspiró, vencida por la tristeza.

“Quiero a mi hermana,” dijo Mackenzie, sorprendiéndose incluso a sí misma. “Quiero una hermana a la que pueda llamar y que me llame de vez en cuando para contarme todo sobre el pervertido en el trabajo con manos indiscretas.”

Steph suspiró. Fue un sonido que pareció viajar las ochocientas millas que les separaban y extender una mano a través del teléfono para abofetearla en la cara.

 “No soy así,” dijo Steph. “Ya sabes que cada vez que hablamos, sale el tema de papá. Y todo va cuesta abajo a partir de ahí. Incluso peor, empezamos a hablar de mamá.”

La palabra mamá le dio otra bofetada a través de la línea telefónica. “¿Cómo se encuentra?” preguntó Mackenzie.



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#30 en Novela policíaca

En el texto hay: crimen, crimenes, accion

Editado: 10.05.2024

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