Antes De Que Mate

CAPÍTULO DIECINUEVE

Mackenzie se vio entrando a un pequeño café con el más leve resplandor de esperanza. Después de la incómoda llamada que había hecho a su hermana, había realizado otra llamada telefónica a alguien con quien no había hablado en algún tiempo. La conversación había sido breve y directa, concluyendo al aceptar reunirse para tomar un café.

Levantó la mirada y vio al hombre al que había llamado al instante. Era difícil no verle; entre una multitud de gente apresurada de camino al trabajo, en su mayoría jóvenes y bien acicalados, su pelo canoso y camisa de franela destacaban drásticamente.

Él le estaba dando la espalda, y ella se le acercó por detrás y colocó una mano gentilmente sobre su hombro.

 “James,” dijo ella. “¿Cómo estás?”

Él se dio la vuelta y le sonrió abiertamente al tiempo que ella se sentaba delante de él.  “Mackenzie, en serio que cada día estás más bonita,” dijo él.

“Y tú cada día eres más zalamero,” dijo ella. “Me alegro de verte, James.”  

“Igualmente,” dijo él.

James Woerner apenas tenía setenta años, pero parecía que tuviera casi ochenta. Era alto y delgado, algo que había animado a los agentes con los que trabajaba en su día a llamarle Crane por Ichabod Crane. Se trataba de un nombre que él había adoptado para sí cuando se retiró de la policía y colaboró durante ocho años como consejero experto con el departamento de policía local y, en dos ocasiones, con la policía estatal.

“¿Entonces qué pasa que pueda ser tan terrible como para que tengas que contar con un viejo chocho como yo?” preguntó.

Había sentido del humor en su pregunta, pero Mackenzie quiso evitarle al darse cuenta de que James era la segunda persona en menos de dos horas que asumía que le había llamado porque estaba en una situación problemática. “Me preguntaba si alguna vez tuviste un caso que te afectara personalmente,” dijo ella. “Y no me refiero a algo que simplemente te preocupe. Estoy hablando de un caso que te afecta tanto que te pones paranoico cuando estás en casa y te parece que cada pista fallida es culpa tuya.”

“¿Me imagino que estás hablando del no muy felizmente apodado Asesino del Espantapájaros?” preguntó James.

“¿Cómo…?” estuvo a punto de preguntar, cuando se dio cuenta de que sabía la respuesta, a pesar de que James la respondiera por ella.

“Vi tu fotografía en el periódico,” dijo él antes de dar un sorbito a su café. “Me alegré por ti. Necesitas un caso como este en tu carrera. Creo recordar que te dije que estabas destinada a resolver casos como este hace varios años.”

“Así es,” dijo ella.

“¿Y aun así todavía estás en las trincheras con el departamento de policía local?”

“Lo estoy.”

“¿Te trata bien Nelson?”

“Lo mejor que puede, considerando el equipo que tiene a su cargo. Él ha sido el que me ha puesto al frente del caso. Espero que sea una manera de dejarme probar mi valía para que toda esa porquería machista de los demás se acabe de una vez.”

“¿Todavía trabajas con Porter?”

“Estaba trabajando con él, pero le reasignaron cuando llegó un agente del FBI.”

“Trabajando con los federales,” James dijo con una sonrisa. “Creo que esa fue otra predicción que hice sobre ti. Pero me desvío del tema.”

Sonrió y se inclinó hacia delante.

“Dime por qué te está afectando tanto este caso. Y si te quedas en el nivel superficial, tomaré mi café y me largaré. Tengo un día muy ocupado haciendo absolutamente nada por delante.”

Ella sonrió.

“El glamuroso estilo de vida del pensionista,” dijo ella.

“Tienes toda la razón,” dijo James. “Pero no trates de esquivar el tema.”

Sabía muy bien que era mejor no andarse con rodeos respecto a una petición directa. Había aprendido eso cuando él decidió entrenarla hacía cinco años, enseñándole los puntos esenciales de la elaboración de perfiles y cómo meterse en la mente de un criminal. El hombre era realmente obstinado y siempre iba directo al grano—que era la razón, pensó Mackenzie, por la que se habían llevado tan bien.

“Creo que es porque se trata de un hombre que parece estar asesinando solamente a mujeres. Además, está asesinando mujeres que utilizan sus cuerpos para ganarse la vida.”

“¿Y eso por qué te molesta?”

Le aguijoneaba el corazón decirlo, pero lo soltó de todos modos.

“Hace que me acuerde de mi hermana. Y cuando pienso en mi hermana, pienso en mi padre. Y cuando llego allí, me siento como una fracasada porque todavía no he atrapado a este tipo.”

“¿Era tu hermana una bailarina de striptease?” preguntó James.

Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

“Durante unos seis meses. Lo odiaba, pero le daba buen dinero y eso le ayudó a volver a la normalidad después de una mala racha. Siempre me puso triste pensar en lo que hacía para ganarse la vida. Y aunque no vea a mi hermana en esos postes de madera que visito en las escenas del crimen, sé que hay buenas posibilidades de que las mujeres que este tipo está asesinando tuvieran vidas muy parecidas a la de Steph.”

“Bueno, Mackenzie, ya sabes que regresar al tema de tu padre cuando las cosas no van como tú quieres en un caso es autoflagelarse, ¿verdad? No hay necesidad de atormentarte a ti misma con eso.”

“Ya lo sé, pero no puedo evitarlo.”

“Bien, vamos a desviar la mirada de eso por ahora. Me imagino que me llamaste para que te diera algún tipo de consejo, ¿no es cierto?”

“Sí.”

“Bien, las malas noticias son que todo lo que he leído en las noticias es completamente idéntico a lo que yo diría. Estás en busca de un hombre con una aversión por el sexo que seguramente tuvo problemas con una esposa, hermana, o madre durante su vida. También añadiría, sin embargo, que este tipo no sale mucho. La tendencia a exhibir sus víctimas en zonas tan rurales me hace pensar que es de una pequeña localidad. Probablemente viva en alguna zona desvencijada del pueblo. Si no es de este pueblo, entonces ciertamente de ninguna parte más allá de un radio de unas cien millas, aunque esto sea una suposición.”



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En el texto hay: crimen, crimenes, accion

Editado: 07.08.2024

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