Antología de historias mágicas y misteriosas

Océanos de distancia

Estaba acostada en el suelo completamente empapada. Escuchaba las pequeñas olas del mar y el ligero canto de las aves. 

 

— ¿Esta bien? — Escuché a alguien hablar a mi lado.

 

— Claro que está bien. Está respirando — Alguien le contestó.

 

— Si pero… no despierta — Dijo la primera voz preocupada.

 

— Dale un poco de tiempo, casi se ahoga —

 

Eso explicaba muchas cosas. 

Abrí lentamente los ojos. Hasta ese momento no había notado el fuerte dolor de cabeza que se estaba formando.

 

— ¡Mira! Ya está despertando — Dijo la primera voz.

 

Había dos chicas delante de mí. Una era rubia, de cabello corto y la otra de largo cabello castaño. Al fondo había aun más mujeres, otras cinco. Todas vestidas con sacos, botas y sombreros, todas de alrededor de veinte y treinta años. Había sido capturada por piratas.

 

La rubia se acercó y me ayudó a sentarme. Al sentarme noté lo pequeño que era el barco, apenas si era para las mujeres que estaban ahí.

 

— ¿Te encuentras bien? — Preguntó. Me miró con sus enormes ojos azules, lucía preocupada, algo que no esperaría de un pirata.

 

No respondí. Estaba viva pero me dolía todo el cuerpo, especialmente el pecho.

Las mujeres empezaron a murmurar algo, probablemente sobre mí. No conseguí descifrar que decían. Mi mente seguía siendo un desastre, traté de hacer memoria de cómo había acabado en esa situación.

Lo único que recordaba era que fui perseguida por las calles de Selencia, hasta que caí accidentalmente al mar ¿O me habían empujado? No lo recordaba,

 

— ¿Ya despertó? — Se escuchó una potente voz detrás de la multitud

 

Todas las mujeres callaron de inmediato.

Se escucharon unos pasos imponentes en todo el barco.

 

— ¡Den un poco de espacio a la chica! — Se volvió a escuchar esa voz potente — Casi se muere la pobre y ustedes no le dan tiempo de respirar un poco —

 

Las mujeres fueron abriendo paso hasta revelar, a la que supuse que era la capitana del barco. Era una mujer de cabello negro, piel morena de alrededor de unos 50 años. Vestía con un saco rojo desgastado, con bordes y botones de oro. Una camisa blanca. Pantalón y botas negras. Y lo que más resaltaba era su sombrero rojo con plumas y una águila de oro grabada.

 

Estaba en frente de La reina del mar Mercury.

 

Se me hacía raro verla con una tripulación tan pequeña. Todas las historias que había escuchado de ella contaban como tenía cientos de mujeres y hombres a su cargo; de cómo solo con ver sus temibles barcos la gente temblaba ante su poder. 

 

— ¿Que tenemos aqui? — Cantó Mercury mientras se acercaba a mi. Se hincó para quedar a la altura de mis ojos — Dime querida, cómo terminaste en mi mar —

 

— Me perseguían. Y terminé aquí accidentalmente — Respondí tartamudeando ligeramente.

 

— ¿Qué hiciste? — Preguntó Mercury.

 

— Robó esto — Dijo la rubia mientras le aventaba mi bolso de cuero, ni me había dado cuenta que no lo tenía.

 

Mercury tomó el bolso y sacó una gema azul, del tamaño de manzana. La inspeccionó cuidadosamente, viendo cada detalle, cada reflejo.

 

Al ver esa gema todos los recuerdos regresaron a mi. Había robado eso a algún hombre rico. Y cuando la policía me vio traté de escapar; tal vez durante la huida me caí al mar.

 

— Nada mal niña — Felicitó Mercury mientras me devolvía mi bolso — Podría sernos de mucha ayuda — Le dijo al resto de su tripulación — ¿No te gustaría quedarte con nosotras? — Preguntó con una sonrisa.

 

¿Quedarme con piratas? Eso… no lo había pensado. Tampoco es que tenga donde quedarme y tampoco es que quiera regresar a Selencia. Pero quedarme con las piratas más temibles, eso estaba fuera de mis límites. No quería cometer asesinatos y esas cosas raras que hacían los piratas.

 

Mercury debió notar mi duda. 

 

— Esta bien si no quieres quedarte — Dijo Mercury con despreocupación — No te haremos daño. Te regresamos a Selencia donde seguramente serás arrestada en cuanto llegues —

 

Mercury se dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso a su camarote. 

 

— Espera — La llamé. No puedo creer que estoy haciendo esto.

 

Mercury volteó a verme.

 

— Sí quiero. Si quiero formar parte de tu tripulación —

 

— Perfecto. Bienvenida al Gato Negro — Dijo con una sonrisa macabra — Regina. Joanna — La rubia y la castaña se levantaron respectivamente — Denle un cambio de ropa a… —

 

— Brianna —

 

— A Brianna y expliquenle cual es nuestro próximo plan — 

 

Mercury regresó al camarote.




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