Antología de historias mágicas y misteriosas

Los fugitivos

La casa del árbol. Un pequeño hogar con las cosas esenciales para vivir. Estaba escondida en lo más profundo del bosque. Podía no parecer la gran cosa pero este era el hogar de Luz y King. 

 

Esa mañana, Luz se había despertado como de costumbre. Se arregló para comenzar bien el día. No tenía demasiados planes, tal vez practicar un poco de magia o ayudar a King con sus historias.

Luz se dirigió a la cocina, para preparar algo que desayunar para ambos. 

 

El refrigerador estaba vacío, con excepción de unas cuantas frutas podridas. Luz frunció el ceño ante el olor y suspiró pesadamente; después se desharía de las frutas. Hacía poco que había comprado comida y ahora lo tendría que hacer de nuevo, parecía que cada vez se la terminaban más rápido. Tal vez porque cada vez tenían que comprar menos.

Buscó en las repisas con la esperanza de encontrar algo más. No tuvo demasiada suerte, solo quedaban unas cuantas cajas vacías de galletas y té.

 

Con pesadez, regresó a su habitación donde King continuaba durmiendo plácidamente. Luz sonrió ante la adorable imagen de su compañero antes de acercarse con cuidado a su lado. Agitó ligeramente el brazo de King para levantarlo.

 

— ¡WEH! — Exclamó King al despertarse. Volteó a ver a Luz con un poco de enojo — ¿Qué hora es? — Preguntó en medio de un bostezo mientras se estiraba.

 

— Antes del amanecer — Contestó Luz con una sonrisa — No hay comida, así que tendremos que ir al mercado —

 

King gruñó ligeramente antes de darle la espalda a Luz. Ella resopló un poco. No le gustaba ir al mundo exterior por su cuenta, más que nada porque no le gustaba estar sola.

 

— Te compraré tu queso favorito — Cantó Luz mientras se dirigía a la puerta.

 

— ¿Enserio? — King preguntó volteando a verla.

 

Luz asintió con una sonrisa antes de salir de la habitación.

 

— ¡Pues que estamos esperando! — Exclamó King, saliendo de la cama con un salto.

 

Luz no pudo evitar reír un poco ante esa emoción.

 

Luz se dirigió a la pequeña caja donde estaban todos los ahorros de Eda, pero lo que encontró era preocupante. El dinero se les estaba acabando, y Eda aun no volvía. Hacía dos años que ella se había ido, con el inicio de la guerra, y con la promesa de regresar por ellos. Los había dejado en una extravagante casa en el árbol donde, según Eda, sería imposible que el emperador los encontrara. Por el momento, eso era verdad pero Luz cada día tenía la sensación que alguien los seguía hacia su pequeña vivienda. Muchas veces lo ignoraba, creyendo que solo estaba nerviosa pero cada día eso parecía pasar con más frecuencia, incluso juraba que escuchaba a alguien.

 

Tomó unos cuantos caracoles, tendrían que racionar aún más la comida. 

 

Se dirigió a la entrada/salida de la casa del árbol. King ya la estaba esperando con gran emoción. Siempre le gustaba cuando salían de la casa ya que no lo hacían muy a menudo, a petición de Eda.

 

Ambos bajaron por la escalera.

Luz respiró profundamente al ver el hermoso bosque. Se tomó un pequeño momento para apreciar el hermoso amanecer.

 

Se acercó a uno de los arbustos, donde tenía escondida su bicicleta y con un poco de dificultad la sacó de ahí.

Se subió en ella, mientras que King saltaba alegremente en la canastilla de enfrente.

 

Comenzaron su camino hacia el pequeño pueblo de Oblivion.

 

A pesar de que amaba la casa del árbol, Luz prefería estar en el bosque, tomando aire fresco y viendo el hermoso paisaje.

A pesar de que era el mismo de siempre, a ella le encantaba ver los coloridos árboles y a las pequeñas aves que volaban cerca de estos. Era lo más mágico que veía en su día a día. Además de que le encantaba la vista de King saltando de emoción al ver todo.

 

Tras unos minutos, el camino de tierra se convirtió en uno de piedra y las primeras casas del pueblo comenzaban a mostrarse.

 

El pueblo aún estaba tranquilo, con apenas unas cuantas personas estando fuera de sus casas. Luz prefería que las cosas fueran así, así no tendría que lidiar con líderes de aquelarres o guardias, persiguiendolos por todo el poblado. 

 

Luz cruzó rápidamente el pueblo hasta llegar al mercado del lugar. Apenas había unos cuantos puestos, y otros apenas estaban abriendo.

 

Luz estacionó su bicicleta en un poste cercano y le colocó la cadena para que nadie la robara.

 

— Ten — Dijo Luz mientras le daba un par de caracoles a King — Ve por queso y pan. Nos vemos aquí — Indicó Luz con una sonrisa mientras acariciaba su cabeza.

 

King asintió con emoción antes de salir corriendo hacia los puestos.

 

No podrían comprar demasiadas cosas, al menos esa vez no. Luz tendría que encontrar un trabajo si Eda seguía sin volver pero correría el riesgo de ser capturada.

 

“Espero que Eda está en camino” Pensó Luz con ilusión.




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