AntologÍas Error

Entre cuatro paredes:

¡Precaución! Capítulo no acto para personas sensibles.

 

 

Gloría era una mujer fria, calculadora y manipuladora. Sabía cómo lograr que todo lo que quería, sucediera y odiaba y envidiaba a su hija Estela más que a nadie, porqué era una chica tranquila, amable, inteligente y humilde. También envidiaba su juventud y todas las oportunidades que ella tenia. Por lo tanto, Gloria para sentirse mejor consigo misma, trataba a su hija como si fuera basura.

Jamás le celebraba nada, ni siquiera su cumpleaños; tampoco le demostraba ningún tipo de cariño. Quería que su hija sufriera y se sintiera insuficiente para así camuflar su baja autoestima. No obstante , Gloría era una mujer retorcida y que había cometido un terrible crimen que aún no pagaba.

Por otro lado, Estela deseaba afecto por parte de su madre y no entendía porqué no la quería. Estela, deseaba más que nada, que le celebrarían su cumpleaños y que su madre estuviera ahí, sujetando la torta mientras ella soplaba las velas y deseaba lo mejor para todos. O que simplemente, al llegar del colegio, le preguntará cómo le había ido. Empero, ella sabía que eso jamás pasaría.

Estela, iba a cumplir dieciocho. Estaba emocionada. Por fin, sería libre y podría irse de aquella casa. Y tampoco esperaba nada por parte de su madre para el día de su cumpleaños. Llegó el día y Estela celebró sola en su habitación con un trozo de torta. No tenía dieciocho velas, pero aún así hizo como que estaban ahí, deseando que todo mejorara para ella, pero como siempre, eso tampoco sucedería.

No tenía dinero para independizarse. Y su madre solo quería deshacerse de ella. Entonces a Gloría se le ocurrió decirle a todo el pueblo que Estela era una "puta".

Por desgracia...aquellos comentarios llegaron a los oídos de Estela.

Estela fue a enfrentar a su madre y Gloria, satisfecha por haber logrado la reaccion que esperaba en Estela, podía echarla sin parecer una mala madre al ver lo insolente que era su hija con ella en ese momento.

Cuando su hija le preguntó si era verdad que ella estaba difundiendo esos rumores, Gloría lo negó rotundamente y para que el teatro fuera creíble, fingió que se ofendía porque Estela no le creía, a su propia madre. Así que, cegada por la locura, agarró de los hombros a la pobre, chica y la lanzó fuera de su casa. Eso provocó en Gloría una gran satisfacción y aprovechó ese momento para liberar todo su odio hacia su hija agarrando una gran piedra que estaba al lado de la puerta, que lanzó en dirección a la cabeza su hijaa. Sin embargo, Estela pudo ver la piedra de reojo y logró esquivarla solo por unos centímetros. Enojada aún más por haber fallado su tiro, Gloría le dijo que esa era su casa y que tenía que marcharse.

Estela sabía que esa casa nunca fue su hogar, para ella solo eran cuatro paredes.

Sin saber que hacer, caminó sin rumbo por todo el pueblo. No quería levantar sospechas de que ahora estaba totalmente desamparada. Encontró una casa abandonada en muy malas condiciones, pero perfecta para pasar las noches. Al lado de la casa había un gran pozo. A Estela no le gustaban los pozos, así qué, lo ignoró lo que más pudo. Empero, el cambio radical en su vida, estaba convirtiendo, lentamente a Estela, en otra persona.

Está había empezado a soñar fragmentos en donde aparecía su tía, su mamá, su prima (de la misma edad que Estela en ese tiempo) y ella. Ambas mujeres mayores, invitaban a las niñas a jugar en una parte alejada de la casa de su tía y Estela podía observar desde juguetes hasta una gran cama sin colchón. Su base era de alambres, era una cama antigua, pero hasta ahí llegaban sus sueños y despertaba siempre bañada en sudor y con el corazón a punto de explotar.

Un día en el que no consiguió ni un trozo de pan, se fue con hambre a la casa abandonada. No se había dado cuenta de que le estaba dando fiebre. No obstante, gracias a eso, Estela recordó todo. Ya no eran fragmentos, era un recuerdo que Estela tenía bloqueado en su cerebro para su propio bienestar y no podía creer que semejante vivencia, se le hubiera olvidado.

Los siguientes días, Estela empezó a sentir la repentina necesidad de tener intimidad, pero no con una persona adulta, si no, con niños. Aquel pensamiento la sorprendió, aunque reflexionando en la situación en la que se encontraba no debería porqué preocuparse por eso y llegó a la conclusión de saciar sus deseos a como de lugar, está vez no se quedaría con “hambre”.

Estela, se ubicó cerca de los juegos, donde muchos padres llevaban a sus hijos y esperaba, pacientemente, que alguno se alejara lo suficientemente de sus padres y luego lo secuestraba, les ponía un poco de cloroformo y listo.

Los llevaba a la casa y ahí los violaba. Estela nunca antes se había sentido tan extasiada, le encantaba. Le encantaba tocarlos, ya fueran niños o niñas. Luego, esperaba a que se despertarán para que vieran lo que les había sucedido y procedía, a sacar su cuchillo oxidado y los apuñalaba dieciocho veces y todas en el pecho. Después, arrojaba el cuerpo al pozo sin ninguna pizca de remordimiento.

Su meta era violar y matar a dieciocho niños y que corrieran la misma suerte que el primero.

Con el tiempo, ideó un plan para escabullirse por la casa de su madre y hacerla pagar por todo lo que le había hecho.

Estela, llegó a casa de su madre de noche. Entró cautelosamente. Y se fue directo a su habitación, cerrando con seguro la puerta. Su madre estaba profundamente dormida, ella tomaba pastillas para dormir, así que, sacó la cinta y amarró sus pies y manos en las esquinas de la cama. Una vez lista, sacó su cuchilla y empezó a rasgar su ropa hasta dejar a su madre completamente desnuda. Estela, miraba con desprecio y al mismo tiempo con deseo aquel cuerpo que le dio la vida.

Empezó a besar y lamer todo su cuerpo de manera primitiva. Luego, bajó su mano hasta la  entrepierna y empezó a frotar con sus manos su vagina lentamente, pero eso no era divertido para Estela, si su madre no estaba viendola. Así que, agarró su cuchilla oxidada y lentamente pasó el filo por sus dos pezones y se las cortó. Su madre despertó de golpe por el repentino dolor. Y cuando se miro el lugar donde dolía, se dió cuenta que no estaban sus pezones y que en cambio estaban en las manos de su hija. Vió a Estela desnuda arriba de ella, con una cuchilla. No dudó ni por un segundo en gritar por ayuda. Sin embargo, aunque gritara, sería difícil que los vecinos se percataran a tiempo. Así que, Estela habló;




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