Antonimia

1.1

Malena se encontraba de rodillas en el suelo con el agua ya fría golpeando su espalda, la cabeza le dolía y sentía que en cualquier momento vomitaría. Recuerdos tras recuerdos, rostros desconocidos y algunos hasta borrosos, las distintas voces llamándola por su nombre la estaban aturdiendo.

Respira —, aquella voz masculina se presentaba de nuevo.

Entre tantas imágenes fugaces, una se detuvo por un ligero tiempo. Eran sus amigos, Vitto incluido, caminando hacia un lago rodeado de montañas y árboles tapados de una capa gruesa de nieve. A diferencia de los sueños donde los veía felices, esta vez todos tenían una expresión de preocupación y miedo, obviando que sus rostros se veían pálidos y los labios morados.

—¡Bianca! —gritó. Sus ojos de color plata se abrieron bruscamente tras la visión que había tenido sobre su amiga.

Le tomó un momento recomponerse, ayudándose con sus manos sobre sus rodillas se puso de pie y cerró la canilla de la ducha, tomó la toalla grande que tenía a un lado y envolvió su cuerpo. Dejando un rastro de agua, volvió a la habitación que compartía con sus dos amigas; una de ellas, la que había visto como en sus recuerdos caía en una profunda oscuridad. Tomó entre sus manos la jarra de acero pulido y se sirvió un vaso de agua.

¿Mejor?

La cercanía de aquella voz la sorprendió haciendo que diera un leve grito de sorpresa y se aferrara fuertemente a la tela que la cubría como reflejo.

—¿Puedes verme?

Si, lo estuve haciendo por mucho tiempo.

—¿Me veías mientras me duchaba? —Consultó temerosa.

Tenía qué, si quería que me notaras en algún momento —, ella tuvo el presentimiento de que él había sonreído. —No vi nada, si eso te preocupa más que escuchar una voz.

—¿Vitto, cierto? —recordó haber mencionado ese nombre y como con emoción, el suyo había sido devuelto. Un sonido gutural le respondió —¿Por qué decís que solo yo puedo escucharte?

Porque llevo mucho tiempo alrededor de todos ustedes y hasta ahora solo vos pudiste ver los recuerdos a través de sueños, me sorprendió mucho, pensé que Bianca sería más receptiva —, la voz suspiró —. Admito que me dolió ver que mi hermana no me recordaba.

—¿Sos el chico de pelo negro que por alguna razón siempre estaba molesto conmigo...? —suspiró al obtener otro sonido gutural como respuesta, —¿Podrías explicarme qué está pasando? Empiezo a pensar que estoy loca.

El cabello azulado y liso de ella goteaba sobre las blancas sábanas, llevaba un tiempo mirando hacia el suelo de madera ya gastado. No se encontraba en shock, pero si un poco desconcertada. Vitto se había pasado la última hora explicándole la situación, contándole todas las teorías que tenía en mente y proponiéndole distintas soluciones. Soluciones a un problema que ella no terminaba por comprender.

—Me estás mareando —, Malena cerró sus ojos y mordió su labio. —Déjame ver si entendí. Bianca, Delfina, Matias, vos y yo no somos de acá, venimos de otra dimensión; no te acordás de como llegamos acá pero estas muy seguro de tu teoría.

Esto sería más fácil si fueras Delfina—, escuchó un suspiro cansado—. Si.

—También, por alguna razón todos estamos en perfecto estado exceptuándote, que solo sos una consciencia que al parecer puede ver, pero no tiene cuerpo... ¿Cómo puedo estar segura de que no estoy enloqueciendo y no sos un invento mío? —Malena se sintió algo decaída al escucharlo decir eso sobre ella, era consciente de que su amiga era mucho más inteligente.

Por lo que viste en el baño, lograste darte cuenta que acá todo es rutinario, como si los días fueran los mismos pero tus acciones distintas.

—Qué filosófico... —ella hoyó una risa leve y un poco profunda, admitía que no le caía muy bien debido a sus recuerdos y a lo que había dicho recién, pero tenía una risa linda.

Acércate a la ventana —, susurró en su oído —. Mirá esa nube, tiene forma de pez. Mirá el reloj y recordá la hora... nos vemos mañana en el mismo horario.

Ella se quedó en silencio unos minutos observando con detenimiento cada detalle de la nube hasta que esta desapareció de su vista. Observó el reloj, eran las ocho y media de la mañana, sus amigos seguían en la clase de aquél internado.

Rogando que Vitto tuviera modales y fuese un caballero, tímidamente se vistió con el uniforme escolar, allí notó que no había ropa parecida a la de sus sueños. Todas las personas que había visto en este lugar, siempre vestían sus respectivos uniformes; falda azul y camisa blanca para las chicas, pantalón azul y camisa blanca para los chicos. Cerró la puerta de su habitación y corrió hacia el jardín exterior del internado, debía comprobar que no fuese solo aquella ruptura del azulejo el único hecho repetitivo. Debía haber más sabiendo lo grande que era este lugar.

El internado abarcaba un terreno enorme, este se asemejaba a los castillos más grandes que alguien podría haber visto, de cinco plantas todas muy bien distribuidas. Sus grandes puertas imponentes hacían sentir que uno era del tamaño de una hormiga, los ventanales de los salones y espacios de convivencia eran del mismo tamaño. Fuera de este había jardines con fuentes, asientos de mármol (no muy cómodos) y flores que funcionaban como una barrera, una muy débil. Mas allá de ellas se encontraba un oscuro y frondoso bosque al que, hasta ahora, nadie había entrado.

La campana avisó que ya era el fin de las clases y Malena seguía sentada en el suelo mirando el cielo, los árboles y las aves; sobre sus rodillas tenía un reloj y una libreta en donde iba anotando la hora y los eventos que sucedían, quería tener pruebas para contarle a sus amigos.

—Male... —una voz aguda llamó su atención, cuando sus ojos la vieron sintió como su cuerpo se tensaba, el recuerdo había vuelto a su cabeza.

—Bianca, hola—. Saludó con una leve sonrisa.




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