Aparentemente enamorados.

♡PRÓLOGO

Mi papá falleció, mi papá se fue, mi papá dejó de respirar, mi papá ya no volverá a abrazarme, mi papá está en el cielo abrazando a mamá, mi papá ya no regresará, mi papá me dejó, mi papá me abandonó o mejor dicho, no pude salvar a mi papá incluso con que toda mi vida se basó en eso, incluso con lo poderosos económicamente que éramos, incluso con que estudié una carrera especializada para eso, mi papá ya no está incluso cuando sabía que no era capaz de sobrevivir sin él, cuando era consciente de que no podía enfrentar la vida sin él y cuando tenía conocimiento de que no tenía ni la fuerza, ni las armas ni la motivación suficiente para hacerme responsable de mi hermanita, mi papá se fue y aunque no soy fuerte, aunque estoy enloqueciendo de dolor y de tristeza y aunque no me creo capaz de protegerme a mí misma, tengo que hacer lo necesario para obtener la tutela de mi hermanita, de la única persona sobre la faz de la tierra que me queda, del único miembro de mi familia que sé que no me abandonará como el resto, de la única mujer que no está interesada en irse al cielo.

Tomé una larga respiración intentando tranquilizarme al escuchar unos ruidosos pasos acercarse a mí, no necesité verla, sabía que se trataba de ella.

—¡Klairecita! —apreté mis labios con fuerza para no soltar los sollozos que llevo casi una semana reprimiendo —¿dónde estás, hermanita? —soltó risitas —¿estamos jugando a las escondidas? —sonreí en medio del dolor ante la tierna que era, ojalá todo fuese un juego, ojalá la vida fuese tan sencilla y divertida como un puto juego.

—¡Atrápame! —exclamé queriendo sonar relajada y encerrándome en mi amplio clóset lleno de ropa, calzado, abrigos y bolsos de marca.

—¡Hermanita, sal! —rogó con diversión entrando por completo a mi habitación —no te voy a dar un caramelo si no sales —intentó sobornarme tal y como yo la sobornaba para que comiera vegetales.

—A que no me atrapas —tarareé en tono musical y sonando muy infantil.

—¡1, 2, 3 por ti! —se puso de puntillas para alcanzar mis mejillas y apretarlas, ella tenía 5 y yo 25años, lo deprimente era que no teníamos muchos centímetros de diferencia en nuestra estatura, heredé lo pequeñita de mamá «se tenía el estereotipo de que las griegas eran altas, mamá era la excepción a eso» y todo apuntaba a que mi hermanita heredó lo gigante del estadounidense de papá —te extraño mucho, ¿jugamos otra vez? —preguntó con los ojitos de borrego a medio morir y entendía su añoranza porque desde que falleció papá, estuve muy ausente y fuera de casa al ser la responsable de encargarme de todo el papeleo que conllevaba la muerte de alguien.

—Tengo un plan mucho mejor —escuchó con atención —¿quieres que practiquemos gimnasia juntas? —su rostro resplandeció ante mi propuesta, era una niña muy deportiva y luego de tener un amplio catálogo de deportes para practicar, eligió el de la gimnasia, Atenea me recordaba a mí misma cuando era pequeña, con la diferencia de que ella no tendría la oportunidad de crecer con dos maravillosos papás como yo lo hice.

—¡Sí, gimnasia juntas! —saltó emocionada —¿ballet también? —pestañeó sabiendo que no podía negarme a sus tiernas gesticulaciones.

—Sí, pero sólo un ratito porque tengo que ir a trabajar.

Shiempre trabajar —gruñó cruzándose de brazos y suspiré, Atenea era mi copia en todos los sentidos, cuando era pequeña me quejaba porque mi papá se la pasaba todo el tiempo fuera de casa, incluso en las vacaciones se la pasaba pegado al teléfono al ser un hombre de negocios no sólo locales, sino internacionales, con el paso del tiempo entendí que para poder darme todo lo que tenía y llenarme de oportunidades académicas y deportivas con las que la mayoría de personas sólo podían soñar, debía de esforzarse y eso implicaba estar ausente.

Una vez que entendí los motivos de la ausencia de papá, jamás volví a reclamarle que pasara más tiempo trabajando que conmigo y con mamá, pero hoy, al no tenerlo y al saber que jamás regresaría, preferiría haber pasado tiempo con él así fuese debajo de un puente en vez de estar en castillos alrededor del mundo sin haber construido las memorias suficientes con él.

Ninguno de mis papás estaban «tampoco mis abuelos, ni mis tíos, ni siquiera mis primos, porque había una maldición en mi familia que los extinguía» y aunque fueron mínimos los errores que cometieron conmigo, me encargaría de resarcirlos y de no cometer los mismos con mi hermanita, lo que significaba que a pesar de amar mi profesión y de que aún siendo la cirujana de trasplantes más joven y cotizada de Seattle, tenía que poner a Atenea siempre como mi más grande prioridad, el dinero jamás nos haría falta ni siquiera si lo despilfarrábamos, porque papá se encargó de dejarnos un gran legado, así que trabajaría pocas horas para estar con la única familiar que seguía viva y no lo haría por dinero, sino por pasión, por altruismo, porque tal vez no pude salvar la vida de papá al no tener el poder en mis manos de hacerlo, pero podía salvar la vida de demás personas.

—Todos los adultos debemos de trabajar, bonita —era tan delgada y frágil como un palillo de dientes o como un fideo, pero no me importó y cargué a mi pesada hermanita de cabello castaño como papá y de ojos azules como mamá.

—Tú no eres una adulta, eres mi bebé —reí.

—Tú eres la bebé —le recordé dejando besos en sus mejillas.

—Las dos somos las bebés y princesas de papi, ¿recuerdas? —acepté con los ojos nublados a causa de las lágrimas —¿papi está viéndonos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.