Aparentemente enamorados.

♡3: PERVERTIDO.

Abrí uno de los cajones de un mueble y saqué el tutú que le pertenecía a papá, se lo entregué a Ares y su perfecta quijada de Dios griego se cayó al suelo al no creer que tuviese algo así, ¡touché, corderito!

—Al entrar a tu habitación pensé que jugaríamos mientras me atabas a la cama, no que me entregarías un tutú a mi medida —me carcajeé.

—Jugaremos, pero a mi manera, no a la tuya —le entregué el tutú —póntelo —ordené.

—Klaire… —advirtió y me encogí de hombros.

—Es una noche de chicas —le recordé —y date prisa, ya quiero ver películas con mi hermanita.

—Y después te cuestionas la veracidad de mi amor —farfulló colocándose el tutú encima de su masculino traje italiano.

—¡Qué bonita! —pellizqué su mejilla —pero te mirarás más femenina con los labios pintados —tomé uno de mis tantos labiales de mi tocador, me puse de puntillas y delineé sus labios de color rojo —¡súper, ahora eres una de nosotras! —reprimí mis ganas de reír ante su cara de culo ante mi acción y para quitársela, me atreví a darle un besito en la punta de su nariz.

—Me dejaría maquillar todo el rostro con tal de tus dulces besos, Klaire.

—Pórtate bien, haz todo lo que te digo sin rechistar y los tendrás más seguido —relamió sus labios emocionado.

—¿En serio? —cuestionó ilusionado.

—¡No! —reí —aprende a diferenciar entre la ironía y la realidad —le enseñé la lengua —vámonos, Atenea debe estarnos esperando —por inercia volví a tomar su mano y llegamos a la sala en dónde se encontraba mi hermanita diciéndole algo en el oído a mi nana.

—¿Dices que vino un chico guapo, mi amor?

—¡Shí! —aplaudió y fue imposible no enternecer ante su intento de murmurar.

—¿Cómo se llama ese chico?

—Ares —respondió —¡ahí está, nana! —apuntó hacia nosotros y los ojos de Artemisa se hicieron espirales, no supe si por ver a mi ex novio, por verlo tan femenino o si se sorprendió por ambas cosas.

—Bienvenido, señor Kutcher —mencionó con cordialidad, pero con un rostro de confusión.

—Gracias, nana, ¿cómo has estado?

—Bien, ¿y tú, hijo? —rodé los ojos, seguía costándome mucho entender las razones por las que Ares se robaba el corazón de todos a mi alrededor siendo que en el holding ni siquiera lo soportaban y le temían al ser tan ogro.

—Estoy muy feliz de regresar a estar con ustedes, es probable que mi conejita no le haya contado nada ante nuestra repentina decisión, pero vamos a casarnos.

—¿¡Qué?! —empalideció de inmediato.

—Después te lo explicaré con calma, nana —aseguré.

—Ok —ladeó los labios un poco ofendida por no escuchar esa noticia de mis labios —¿quieren que prepare las palomitas?

—¡Sí, palomitas! —mi hermanita se puso de puntillas y giró con emoción como la bailarina de ballet y gimnasia principiante que era.

—No es necesario, yo me encargo, nana, ¿nos acompañarás?

—Prefiero descansar si ya no ocupan nada más, hija —asentí coincidiendo con que tenía que dormir temprano, era una mujer mayor y a veces me sentía culpable al darle la enorme responsabilidad de cuidar a Atenea, pero por otro lado no confiaba en nadie tanto como en ella para que se encargara de mi hermanita, sabía que nana lo hacía con placer. Sin embargo, tal vez era momento de buscar la manera de adquirir de lleno el cuidado de la princesa de casa incluso si eso significaba dejar mi empleo de manera temporal.

—Nos vemos mañana, descansa, nana —besé su mejilla.

—Te amo, nana —dijo Atenea besando las manos de Artemisa.

—Y yo las amo a ustedes, princesas —dejó un beso en la frente de cada una —buenas noches, señor Ares, ¿o debo llamarla “señorita”? —se burló y reí.

—Ya será mi turno de vengarme —amenazó —buenas noches, Artemisa, sueña conmigo.

—Eso no sería un sueño, sino una pesadilla —dije y hasta Ares se rio.

Nana se marchó después de la despedida y Atenea no despegaba la mirada de Ares.

—Eres una chica con barba —peló sus dientitos con diversión —una chica guapa —siguió halagando el físico de Ares.

—¿Te gusta mi tutú?

—Sí, ¿bailamos, novio de mi hermanita?

—Intentémoslo —dijo sonrojado ante lo que haría y sonreí al percatarme que al menos estaba esforzándose con sinceridad al haber dicho que se encargaría de hacer feliz a mi hermanita.

Atenea se puso de puntillas en un sólo pie como un flamingo, mi “prometido” intentó hacer lo mismo y su equilibrio fue tan malo que se cayó, provocando que ambas estalláramos en carcajadas.

—Muy malo en ballet —comunicó Atenea sobándose su abultada pancita luego de tanto reírse.

—Sigan jugando, bonitas, iré a preparar las palomitas —anuncié y fui a la cocina para encender la máquina palomera profesional, éramos una familia que adoraba las películas y papá consideró que esa ostentosa máquina sería una buena inversión, en efecto lo fue, lástima que él ya no estuviese aquí para seguir aprovechando una de sus tantas compras pensadas en nuestra felicidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.