Apariencias engañosas: Conexiones oscuras

1

Brooke acelera la velocidad de sus pasos, corriendo un más rápido, y mira por encima de su hombro antes de volver la vista al frente e intentar acelerar un poco más. Tiene la respiración agitada y siente que podrá aguantar hasta llegar a su residencia, así que hace un último esfuerzo en los últimos metros que le quedan.

–¡No, para! –escucha a sus espaldas, pero ella no se detiene–. ¡Brooke, para!

Está a punto de llegar. Va a conseguirlo.

Y, por fin, apenas unos segundos más tarde, se detiene en la entrada de la residencia, con la respiración más agitada que nunca. Cierra los ojos un momento y no puede evitar sonreír cuando se gira y mira a la chica que se coloca a su lado.

–Te dije que te ganaría –dice ella como puede, intentando recuperar la respiración.

–No volveré a retarte en la vida –su amiga, Rachel, se lleva una mano al pecho y se apoya en la pared–. Me hace falta un cambio de pulmón.

–Exagerada –Brooke ríe–. ¿Subimos? ¿O hace falta que venga una ambulancia?

–Creo que sobreviviré, pero no te fíes mucho.

Brooke vuelve a reír y entran juntas en el edificio. Saludan, como cada vez que pasan por el mostrador de la entrada, a Rick, el joven que trabaja ahí. Él las recibe con una sonrisa y, por fin, las dos suben a la segunda planta, donde se encuentra la habitación que comparten las chicas desde hace unos meses.

Es una habitación lo suficientemente grande para las dos. Las dos camas se encuentran frente al armario que comparten, nada más entrar, y separadas por una mesita donde hay una lámpara y donde suelen colocar sus móviles. Frente a ellas, un pequeño mueble con un televisor. Las camas se encuentran separadas de la otra parte de la habitación por una estantería donde hay varias fotos y libros colocados, y que da lugar al escritorio esquinero que las dos comparten. Frente a esa zona, hay un pequeño mueble con una mini-nevera y un microondas encima. Y al lado, una puerta que da a un cuarto de baño mucho más pequeño que la habitación, pero lo suficiente para que las dos guarden sus cosas. Y, por último, dos grandes ventanas que iluminan bastante la habitación.

Brooke está bastante contenta de tener esa habitación y, sobre todo, de compartirla con Rachel. Se conocieron el primer día; ella llegó y la encontró ahí, colocando sus cosas. En pocos días, se hicieron muy buenas amigas. Sobre todo ahora, después de varios meses compartiendo habitación.

–Creo que va a ser la última vez que salga a correr contigo –comenta Rachel, tirándose en su cama, literalmente–. Me duele todo. No sé cómo aguantas.

–No sirve de nada que salgas un día y luego no lo vuelvas a hacer hasta que pasa una semana, así no te acostumbras –la mira con diversión–. ¿Te vas a quedar ahí?

–Sí, necesito descansar.

–Pues yo me voy a dar una ducha –le avisa y desaparece por la puerta del baño.

En cuanto se pone bajo el agua caliente, siente como todos sus músculos se relajan y cierra los ojos, sin hacer nada más que quedarse bajo el agua. No hay nada mejor que darse una ducha de agua caliente después de haber estado una hora corriendo, y mucho más después de los últimos metros que ha hecho ese día corriendo lo más rápido que podía cuando Rachel le ha retado a ver quién llegaba antes a la residencia.

Unos minutos más tarde, se enrolla el cuerpo en una toalla, el pelo en otra y vuelve a la habitación, donde aún ve a Rachel en su cama, sólo que ahora mirando su móvil. Brooke se viste rápidamente y, como costumbre, se deja el pelo mojado suelto para que se vaya secando solo.

–Me da pereza ducharme –Rachel deja el móvil a un lado y la mira.

–Pues yo no quiero que la habitación huela a pájaro muerto, así que ve a ducharte.

–¿Y tú cómo sabes a que huele un pájaro muerto?

–Estoy segura de que a rosas no huele –Brooke enarca una ceja–. Sabes que como te quedes más tiempo ahí tumbada te va a dar más pereza, ¿verdad?

–Lo sé, ayúdame a levantarme –levanta sus dos manos en dirección a Brooke y ella ríe, acercándose a ella–. Oye, no te rías. Estoy fatal.

–Qué exagerada eres. A veces, me recuerdas a Evelyn. Seguro que os llevaríais genial.

–Ya lo sé, me he dado cuenta cuando has hablado con ella y me he unido. A ver cuándo viene para conocerla mejor que por una simple llamada –coge su ropa y va al baño–. No tardaré.

Rachel desaparece por el baño, tal y como ha hecho Brooke hace un rato, y ella aprovecha para sentarse en su cama de piernas cruzadas y mirar también su móvil. No tarda en ver los mensajes que tiene de Evelyn y le responde rápidamente; antes de que le dé tiempo a ella a contestar, la llama.

–¡Mi amiga del alma, te echo de menos! –exclama Evelyn en cuanto descuelga.

–¿Hacía falta gritar? –Brooke ríe.

–Es la emoción, perdona persona sin sentimientos –bromea ella–. ¿Qué tal estás?

–Estoy bien, ¿y tú cómo…?

–Yo estoy harta de la vida universitaria –la interrumpe ella antes de que pueda terminar de formular la pregunta–. No paran de mandar trabajos, no me gusta, quiero vivir tranquila.

–¿Ves cómo eres una exagerada? ¡Llevas sólo unos meses!

–Suficiente para estar harta –suspira dramáticamente–. A ti no te pregunto. Ya sé que todo te va genial; que te has adaptado bien; que tienes muchos amigos; que las clases te van genial. Te envidio demasiado.

–Pero si a ti te va todo bien.

–Lo sé, pero esto no es como en las películas. Estoy decepcionada, hay que estudiar mucho.

–Más de un año siendo amigas y me sigues sorprendiendo –Brooke ríe.

–Soy una caja de sorpresas –ella también ríe.

–Bueno, pero no te quejes tanto. Sigues teniendo a Max a tu lado casi cada día.

–Eso es verdad, aunque ahora no está. Me ha abandonado para ir al gimnasio. Qué obsesión tiene con el deporte… –murmura–. Bueno, cuéntame algo de tu vida. ¿Me echas de menos?

Brooke vuelve a reír y hablan un poco de lo que han hecho durante la semana y de lo que aún le quedan por hacer durante unos minutos. De hecho, Rachel sale del baño ya vestida y ellas siguen hablando, así que ella vuelve a su cama y mira un rato la televisión.



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En el texto hay: asesinatos, misterio, thriller

Editado: 22.10.2021

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