Apariencias engañosas: Conexiones oscuras

7

–Fue un asesinato.

–¿Cómo sabes tú eso?

–No hace falta tener un máster para saberlo. Están diciendo que el cuchillo no lo han encontrado. ¿Cómo se va a suicidar y no van a encontrar el cuchillo?

–Ya, sí… tienes razón. Pero… no había signos de violencia, ¿no?

–Dicen que no.

–Entonces, ¿cómo han podido asesinarla? ¿Dejaría entrar a su asesino?

–Quién sabe… igual es alguien que ella conocía.

–¿Y si fue su compañera de habitación?

–No seas tonta. Ya vistes cómo estaba cuando ella llegó a la habitación. Pasó el fin de semana fuera con sus padres y al llegar se encontró con el cuerpo de Kayla… bueno… sin vida.

Brooke decide no seguir escuchando más y aparta la mirada de esas dos chicas que están hablando delante de ella, sentadas en la fila de delante. Mueve su pierna derecha arriba y abajo en todo momento –lo lleva haciendo desde que se sentó en su sitio de siempre– y mira al frente, esperando a que entre la profesora de una vez y termine la última clase del lunes.

Todo el mundo está hablando de la muerte de Kayla. De su asesinato. Desde que salió de su habitación esa mañana junto con Rachel no ha dejado de escuchar a todo el mundo hablando de ello. Brooke tampoco ha dejado de pensar en ello, pero siente que no puede seguir escuchando más cuando ella tiene esos mensajes en su teléfono.

Una hora más tarde, la clase termina y ella se apresura a salir del aula. Ni siquiera espera a Adele. Simplemente, camina a paso rápido hasta llegar al comedor de la residencia, donde elige un menú rápidamente y se sienta en la mesa de siempre a esperar a sus amigos.

–Gracias por esperarme, amiga –Adele pone énfasis en la última palabra mientras se sienta a su lado–. ¿Por qué tenías tanta prisa?

–Porque todo el mundo habla de Kayla y… y no quiero seguir escuchando más.

–Ya… yo también he escuchado a todo el mundo hablando de ella –Adele suspira–. Me caía mal, sinceramente. Pero… pero no tanto como para morir, ya sabes.

–Sí –murmura Brooke. Hace una pausa antes de continuar–. ¿Tú… tú piensas que la han matado?

–Es lo que dice todo el mundo.

–Ya. Pero, ¿tú qué piensas?

–No encuentran el cuchillo, así que ella no lo hizo. Y no hay otra explicación.

Brooke asiente, soltando un suspiro, y aparta la mirada de su amiga para ver como el resto de sus amigos entran en el comedor. Minutos más tarde, ya están todos juntos en la mesa.

Por supuesto –y al igual que la mayoría de la gente que hay por todo el comedor–, hablan de lo ocurrido la anterior noche. Pero ella apenas presta atención a lo que dicen, se limita a comer lentamente de su bandeja durante la siguiente media hora.

Y, de repente, un pensamiento se cruza en su cabeza. El mensaje le dejó claro que no dijese anda a nadie sobre esos mensajes, pero… ¿y si intenta ella por su cuenta adivinar de quién es ese número? No desvelaría el contenido de esos mensajes, sólo… intentaría descubrir de quién proviene.

–Oye –habla por primera vez, mirando a sus amigos. Ellos la miran al instante–. ¿Conocéis a alguien que estudie informática, o que sepa mucho de ello?

–¿Para qué? –Adele frunce el ceño.

–Necesito… necesito que me ayude con una cosa.

–Sé que uno de mi clase sabe bastante de esos temas. Me ha ayudado un par de veces cuando se me ha estropeado el ordenador –le dice Brendan.

–¿Me puedes dar su número de teléfono?

–Sí, claro –su amigo saca su móvil y busca el número de ese chico.

–¿Para qué necesitas ayuda, Brooke? –le pregunta ahora Peter.

–Es… no es nada –niega con la cabeza–. Una tontería.

–¿Y no puedes decir nada de esa tontería?

–Eh… no.

Sus amigos la miran unos segundos sin decir nada, confusos, hasta que es Brendan quien rompe el silencio que se había formado entre ellos.

–Te he enviado su número. Se llama Charles.

–Genial, gracias. Voy a ir a llamarle. Nos vemos en un rato.

Sin darles tiempo a que sigan insistiendo, Brooke se levanta y sale del comedor a paso rápido, sacando su móvil del bolso. Lee el número que le ha enviado su amigo hace un momento y lo agrega a sus contactos.

–Brooke, espera –Brendan la llama y ella se gira al instante–. Oye, ¿estás bien?

–Claro que sí, ¿por qué lo preguntas?

–Porque no te creo. Estás rara.

–No te preocupes, Brendan –le sonríe–. Estoy bien, de verdad.

Su amigo la mira un momento con expresión de duda, pero decide no insistir más.

–Está bien. Pero sabes que si pasa algo me lo puedes contar, ¿verdad?

–Lo sé –le da un suave apretón en el brazo–. Te veo luego.

Brendan asiente y, sin entretenerse más, Brooke le da la espalda y sube a su habitación.

Ya dentro, deja su bolso encima de su escritorio y marca el número de Charles. Se acerca el móvil a la oreja y espera impaciente a que conteste, lo cual hace al cuarto tono.

–¿Sí?

–Hola, eres Charles, ¿verdad?

–Sí, soy yo. ¿Quién es?

–Me llamo Brooke. Brooke Stone –se presenta ella rápidamente–. Brendan me ha dado tu número de teléfono, me ha dicho que sabes bastante de informática.

–Sí, algo sé. ¿Por qué? ¿Necesitas ayuda en algo?

–Sí. ¿Podríamos vernos esta tarde? ¿O mañana? Cuando a ti te venga bien.

–Puedes venir a mi habitación ahora, si quieres. Acabo de terminar de comer –le propone el chico–. Es la 208, en la tercera planta.

–Genial, ahora subo. Gracias.

Se apresura a coger la llave de la habitación y cerrar bien antes de subir a la tercera planta y buscar la habitación de Charles. No tarda en encontrarla ya que se encuentra cerca de las escaleras, así que se detiene frente a ésta y espera un momento antes de dar un par de toques.

Casi al instante, abre la puerta un chico de la misma estatura que ella, de rasgos asiáticos, pelo negro y ojos marrones. Y una sonrisa simpática en su rostro.



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En el texto hay: asesinatos, misterio, thriller

Editado: 22.10.2021

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