Apariencias engañosas: Conexiones oscuras

10

Disminuye la velocidad de su coche conforme se va acercando a la residencia donde Jack lleva viviendo esos últimos meses, buscando un lugar con la mirada para dejar su coche.

Tal y como hablaron, después de las clases del viernes Brooke ha cogido el coche para ir a pasar el fin de semana con él. Ya estaba deseando salir de allí y olvidarse de todo lo ocurrido esos últimos días. Habló con Jack de lo que pasó –al igual que con sus otros dos amigos– y le pidió que ese día no hablasen de ese tema. Lo único que le apetece es disfrutar de ese fin de semana como si nada hubiese pasado.

Cuando deja el coche en un hueco libre, se apresura a bajar de éste, coger la mochila donde ha guardado la ropa para esos dos días y le envía un mensaje a su novio avisándole de que ya ha llegado.

Apenas dos minutos más tarde, lo ve aparecer por la puerta de la residencia. Ya ha estado en un par de ocasiones y conoce un poco el sitio.

Sonríe ampliamente cuando sus miradas se cruzan y deja la mochila a un lado, en el suelo, cuando llega a él y se lanza a sus brazos para abrazarle con fuerza. Jack le corresponde ese abrazo con la misma intensidad al tiempo que deja varios besos en su cabeza.

–Tenía ganas de verte –murmura Brooke aún abrazada a él.

–Yo también –responde el chico de la misma forma.

Cuando se separan, juntan sus labios en un beso que se alarga durante unos segundos. Al separarse, Jack coge la mochila de Brooke y entran juntos en la residencia del chico. Es un poco más grande que la de Brooke.

–¿Ya se ha ido tu compañero de habitación? –le pregunta Brooke mientras suben las escaleras hasta el primer piso.

–Sí, se fue nada más salir de clase –la mira de reojo, divertido–. ¿Qué pasa? ¿Ya quieres que estemos a solas? –levanta y baja las cejas varias veces.

–Por supuesto –ríe ella y sigue los pasos de su novio cuando llegan a la planta donde se encuentra su habitación.

Nada más entrar en ésta, vuelve a mirar a su alrededor a pesar de no ser la primera vez que está allí. La habitación también es un poquito más grande que la suya, con la misma distribución de dos camas –un poco más grandes que la suya y la de Rachel, también–, escritorio, armario y cuarto de baño, sólo que en diferentes posiciones.

Jack deja la mochila de su novia sobre la cama en la que él duerme –y en la que los dos dormirán esas dos noches juntos– mientras Brooke se acerca a la mininevera que hay colocada en la habitación y sacaba de ésta una botella de agua, de la que bebé con tranquilidad.

–¿Tú vienes a verme o a robarme mis cosas?

–A ambas –Brooke se encoge de hombros, riendo.

Jack le hace un gesto para que se acerque y ella no duda en hacerlo, dejando la botella a un lado y sentándose después en una de las piernas de Jack.

–¿Cómo estás? –le pregunta de nuevo, pasándole una mano por el pelo y colocándoselo detrás de la oreja.

–Te dije que no quería hablar de eso, Jack.

–Es una pregunta sin maldad –insiste él–. Contéstame y no preguntaré más sobre el tema.

–Estoy bien –Brooke suspira–. No te preocupes tanto, de verdad.

–Bueno, eso lo veo complicado –se encoge de hombros–. ¿Te apetece que vayamos a dar un paseo y después a cenar?

–Sí, pero antes… –se levanta de su pierna– te voy a robar también un poco de tu agua caliente y me voy a dar una ducha. Dame cinco minutos.

–De reloj. Si en esos cinco minutos no has salido, entro yo.

–Lo veo bien –ella ríe.

Pero no tiene que hacerlo hay que en cinco minutos Brooke está lista. Apenas ha tardado dos minutos en ducharse y el resto en vestirse y peinar un poco su larga melena oscura.

La pareja sale de la habitación –Jack se duchó en cuanto salió de clase– y deciden no coger el coche para ir dando un paseo, tal y como le ha propuesto Jack. Caminan por las diferentes calles de San José, sin dejar de hablar en ningún momento, como cualquier pareja normal.

Incluso Brooke se olvida de esos mensajes. Ese día aún no ha recibido ninguno y tiene la esperanza de que al no estar en Berkeley ese fin de semana, no llegue a recibir ninguno más. Esa persona no puede saber dónde va a pasar esos días.

O, al menos, es lo que ella espera.

Pasan las siguientes horas dando un paseo hasta que se detienen frente al restaurante donde cenaron la última vez que estuvieron allí. Deciden quedarse allí y aprovechan que aún es temprano y no hay mucha gente para elegir una mesa.

–Voy a ir al baño un momento –le avisa Jack.

Brooke asiente y, mientras lo ve desaparecer por un lado del restaurante, ella aprovecha y mira su teléfono. Tiene varios mensajes de algunos de sus amigos, así que aprovecha esos minutos para contestarles. Justo está a punto de dejar su móvil de nuevo cuando recibe un nuevo mensaje.

“El entierro de Charles es el domingo por la tarde, ¿estarás aquí a tiempo?”, lee el mensaje que le escribe Brendan.

“Lo intentaré”, responde ella.

Por supuesto que le gustaría ir. Y espera poder hacerlo.

En ese instante, recibe un nuevo mensaje de ese alguien de quien no quería saber nada en esos días.

“Disfruta de los días con tu novio. Y aprovecha, quien sabe lo que pasará”.

Se queda leyendo ese mensaje durante un minuto entero. Acaban de amenazarla, de nuevo. A su novio. Sabe que está con él, pero… no sabe dónde está, ¿verdad?

–¿Qué haces? –la voz de Jack de nuevo con ella le hace dar un respingo.

–Qué susto me has dado… –dice ella, bloqueando su móvil rápidamente y guardándolo en su bolso–. No te había escuchado llegar.

–Ya veo –él sonríe, divertido–. ¿Qué hacías tan concentrada?

–Contestar a unos mensajes –dice simplemente, aunque se apresura a añadir–: Brendan me ha escrito para decirme que el entierro de Charles será el domingo por la tarde.

–Está bien. Irás, ¿verdad?



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En el texto hay: asesinatos, misterio, thriller

Editado: 22.10.2021

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