Apariencias engañosas: Conexiones oscuras

14

–Te dije que te alejaría de ellos.

–Ruby, tienes que dejar de hacer esto –Brooke da un paso atrás cuando ve aparecer a Ruby en la oscuridad en la habitación en la que se encuentra–. Esto… esto no está bien.

–¡Claro que está bien! ¿Acaso no ves que esto lo hago por nosotras?

–¡No hay un nosotras! ¡Entiéndelo! ¡No quiero ser tu amiga!

Ruby cambia su sonrisa cínica por una expresión totalmente seria. Tanto que a Brooke incluso le da miedo. Vuelve a dar un paso atrás cuando Ruby comienza a acercarse a ella a paso lento.

–No vuelvas a decir eso –le avisa en tono amenazador.

–Ruby, esto que estás haciendo… las amenazas, los asesinatos… nada de esto está bien. Tienes que pararlo.

–Yo no he matado a nadie. Estuve encerrada, ¿no lo recuerdas? –da otros pasos hacia ella.

–Dime quién lo ha hecho.

–¿Para que lo denuncies y te alejes aún más de mí? –ríe cínicamente–. Lo siento, Brooke. Pero no te lo diré.

–¡Que me lo digas!

Y, por impulso, le da un empujón a Ruby, quien ya se encontraba a apenas un paso de ella.

Hay un momento de silencio. Las dos chicas se quedan mirándose; Ruby totalmente seria y enfadada, y Brooke con miedo por lo que pueda pasar después de eso. Ha sido un impulso que le puede salir caro. No debería haberla empujado. Conociéndola, Ruby es capaz de…

–Te vas a arrepentir de esto.

Al instante, da los pasos que la separan de ella rápidamente. Brooke no es capaz de reaccionar cuando agarra su larga melena y, tirando de ella, la tira al suelo con fuera. En su rostro se instala una mueca de dolor cuando cae al suelo boca abajo, además de las patadas que Ruby se encarga de darle con fuerza en su costado.

Cierra los ojos con fuerza y espera a que eso pase pronto. Se sienta incapaz de moverse. El impulso de hace unos minutos ya no existe. Se limita a quedarse ahí tumbada mientras Ruby sigue pegándole con fuerza.

–¡Pídeme perdón! –grita, agachándose y obligándola a mirarla, agarrando de nuevo su melena–. ¡¡Que lo hagas!!

–Perdón –murmura.

–¡Más fuerte!

–Perdón… –se aclara la garganta–. ¡Perdón!

Ruby se queda mirándola un momento, sin decir nada, hasta que suela su melena y Brooke vuelve a quedarse tumbada boca abajo. Pero no se queda mucho rato en esa posición; se levanta lentamente, con un dolor punzante y constante en su costado izquierdo, y se apoya en la pared de la habitación oscura para poder mantenerse en pie.

Se queda mirando a la que fue su amiga, quien está de espaldas a ella.

–¿Sabes qué, Brooke? –habla tras unos segundos de silencio–. Quien está haciendo todo esto… está mucho más cerca de ti de lo que crees.

–¿Qué?

–Yo que tú no me fiaría de nadie –se gira hacia ella, de nuevo con esa sonrisa que da miedo–. Recuerda, lo hiciste conmigo y mira lo que pasó.

Antes de que le dé tiempo a contestarle, la figura de Ruby comienza a desvanecerse y, un segundo más tarde, Brooke se despierta con la respiración agitada.

Una pesadilla. De nuevo.

Se pasa las manos por el pelo y, al mirar a su lado, ve a Rachel aun durmiendo. Normal. Aún faltan dos horas para que su alarma suene. Sólo ha podido dormir cuatro horas después de que por la noche no se pudiese dormir cuando le hubiese gustado.

Cosa que le ocurre desde hace ya varios días. Ya han pasado tres días de la muerte del profesor Foster. Su entierro fue el día anterior, pero ella decidió no ir; al contrario que el resto de sus compañeros, quienes fueron todos. Incluso fue Adele. Pero ella se sentía demasiado cansada, agotada, como para presenciar otro entierro. Y prefirió quedarse en su habitación.

Esos últimos días también ha estado un poco más alejada de sus amigos. No quería hacerlo, no le ha gustado hacerlo, de hecho; pero siente que debe mantener las distancias por unos días. Le apetece estar sola. Además, al día siguiente volverá a Seattle a pasar unos días, lo que conseguirá hacerla sentir mejor. O, al menos, eso espera.

Como esas últimas mañanas, se levanta, se viste con su ropa habitual para hacer deporte y se apresura a salir por la puerta con cuidado de no despertar a su amiga y compañera.

Sinceramente, tiene un aspecto horrible. Duerme poco, esos últimos días también ha estado comiendo poco o, básicamente, se ha saltado alguna comida; en clase apenas logra concentrarse, está despistada y cada vez siente menos confianza en la gente que la rodea. No le gusta verte así, sobre todo cuando esa mañana, después de una hora y media corriendo, termina de darse una ducha y se queda frente al espejo del cuarto de baño.

Pero ni siquiera se molesta en arreglarlo. Simplemente se recoge el pelo –cuando ya lo tiene seco– en una coleta alta, un poco de máscara de pestañas, se lava los dientes y se pone desodorante y colonia. Ya está lista para las clases de ese día; o, al menos, finge estarlo.

–¿No vienes a desayunar? –le pregunta Rachel cuando ve que su amiga no se dirige a la cafetería con ella.

–No, no tengo hambre. Cogeré un café después, en la facultad –dice rápidamente–. Me voy ya. Hasta la noche.

–¿Te veré en la comida?

–No lo sé –la mira rápidamente cuando sale de la residencia–. ¡Adiós, ten un buen día!

Rachel se queda mirándola con preocupación. Se ha dado cuenta de que su amiga ha estado un poco más alejada esos días, tanto con ella como con el resto del grupo, pero apenas ha podido hablar mucho con ella. Pero, a pesar de lo mucho que le gustaría hacerlo, entre las clases y que Brooke evita hablar de ello no ha podido hacerlo.

* * *

Se asegura de que no hay nadie cerca en esos momentos unos minutos más. Lleva caminando por allí durante casi una hora, asegurándose de que cada vez había menos gente por ahí hasta que, por fin, no hay nadie alrededor. Todo el mundo debe estar ya en las clases o en sus habitaciones. Así que tiene que darse prisa.



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En el texto hay: asesinatos, misterio, thriller

Editado: 22.10.2021

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