Apariencias engañosas: Conexiones oscuras

16

No puede dormir.

Hace un rato terminó de cenar con sus padres y decidió subir a su habitación con la intención de dormir un poco. Pero lleva dando vueltas en la cama desde hace dos horas y le es imposible conciliar el sueño. Por muy cansada que esté, esos pensamientos que tiene en todo el mundo no le dejan descansar.

Cansada de no poder hacerlo, se incorpora y suelta un suspiro, pasándose las manos por su larga melena. Después, se queda mirando la ventana un rato.

La casa de los Myers sigue estando vacía. Después de que ocurriese aquella pesadilla en su casa, la pusieron en venta. Pero aún nadie la ha comprado. La gente habla de lo que ocurrió ahí y esos rumores se han ido extendiendo por gran parte de la ciudad; incluso cada vez que va alguien a ver esa casa y se enteran de lo que ocurrió, dejan de estar interesados.

Nadie quiere vivir en la casa en la que dormía una familia como aquella.

Se queda unos minutos de más mirando esa casa y la ventana de la habitación donde dormía Ruby, hasta que decide dejar de hacerlo. De nada le va a servir que haga eso si lo que quiere es dormir de una vez.

No sabe qué más hacer para conseguir hacerlo, así que lo último que se le ocurre es coger un libro de su estantería y volver a la cama con él en sus manos. Enciende una pequeña lámpara que tiene al lado de la cama y se acomoda en la cama. Recuerda haber leído ese libro hace un tiempo, cuando aún estaba en el instituto, pero prefiere eso e intentar dormir a quedarse despierta durante toda la noche.

Así que, ya de nuevo en la cama y con el libro en sus manos, comienza a leer, con la esperanza de que en cualquier momento quedarse dormida y poder recuperar las horas de sueño perdidas esas dos últimas semanas.

* * *

–Volveré a la tarde, hoy saldré antes –les dice Oliver a su mujer y su hija, dándole un beso en la cabeza a ésta última.

–Está bien. Adiós, papá –Brooke sonríe.

–Que paséis un buen día.

Se despide con un beso de Gabriella y, segundos más tarde, escuchan la puerta de la entrada abrirse y cerrarse. Brooke vuelve la vista a su desayuno y ahoga un bostezo antes de darle un sorbo a su café.

–¿Has dormido bien? –Gabriella se sienta frente a ella.

–No –se encoge de hombros–. Necesito 4 tazas de café para, al menos, poder pasar la mañana.

–¿Pesadillas?

–Sí –suspira–. Últimamente las tengo más a menudo. Y si a eso le sumamos que no puedo dormirme pronto… creo que en estos últimos tres días he llegado a dormir, en total, 10 horas. Pero no pasa nada –se apresura a añadir cuando ve la expresión de su madre–, supongo que es por el estrés de estas últimas dos semanas, nada más.

–Voy a ir a comprar al supermercado en un rato, ¿te apetece venir y pasamos la mañana fuera? Así te despejas.

–Vale –asiente con la cabeza–. Voy a prepararme. Me llevo esto –se levanta con la taza de café en sus manos–. No tardaré en bajar.

Su madre asiente y Brooke sube de nuevo a su habitación.

Anoche por fin, tras haber estado leyendo un rato, consiguió quedarse dormida. Pero, tal y como le ha dicho a su madre, casi tres horas más tarde volvió a despertarse por culpa de las pesadillas. En esa última, aparecía Ruby matando a sangre fría a sus padres delante de ella; le obligaba a mirarlo todo.

Intentando olvidar esa imagen de su cabeza, deja la taza de café sobre el escritorio y se acerca a su maleta. Esa mañana no ha salido a correr, aunque decide que ese día no lo hará. No ha dejado de hacerlo esas últimas semanas cuando no podía dormir y prefiere descansar durante, al menos, un día.

Saca rápidamente un conjunto de su maleta: unos vaqueros negros con una camiseta de media manga con escote cruzado de color verde y unas zapatillas blancas. Al terminar, entra en el baño y sigue preparándose ahí dentro. Vuelve a recogerse su larga melena en una coleta para ir más cómoda y decide ponerse un poco de corrector en las ojeras –las tiene demasiado marcadas– y un poco de máscara de pestañas. A pesar de eso, se nota que no está del todo descansada, aunque parece disimularlo un poco.

–Brooke, ¿estás lista? –Gabriella la llama desde el salón.

–¡Sí, voy!

Brooke se apresura a terminar de prepararse y, tras coger también su bolso y la taza de café, sale de la habitación y vuelve con su madre.

Tal y como le comentó Gabriella, van al supermercado más cercano y hacen la compra juntas. Hacía mucho tiempo que no lo hacían, y esos ratos consiguen mantener a Brooke con la cabeza ocupada en otra cosa. Están una hora comprando y, tras volver a casa y guardar toda la compra, vuelven a salir de nuevo.

Pasan el resto de la mañana juntas por el centro de Seattle. Brooke se da cuenta al instante de que su madre intenta mantenerla ocupada en todo momento, que se divierta y piense en cosas que no tengan  nada que ver con lo ocurrido esas últimas semanas y, por supuesto, que no tenga que pensar en Ruby y su familia. Y Brooke lo agradece.

Van de tienda en tienda durante las siguientes horas. Ni siquiera compran nada, pero se lo pasan bien juntas, creando conjuntos y después probándoselos. La verdad es que Brooke se lo está pasando bastante bien.

Cuando ya están cansadas de seguir caminando, paran en un bar que hay cerca de donde estaban y eligen un sitio en la terraza. Ese día el sol está fuera, así que deben aprovecharlo lo máximo que pueden. Tanto madre e hija eligen un refresco, al cual le da un gran sorbo nada más tenerlo frente a ellas.

–No te he preguntado por Jack, ¿qué tal está? –le pregunta segundos más tarde.

–Bueno, supongo que bien.

–¿Supones que bien? ¿A qué te refieres? –Gabriella frunce el ceño.

–Discutimos el otro día –Brooke suspira–. Y también he discutido con Evelyn y Max. Pero ya llevamos varios días sin hablar.

–¿No puedo saber cuál es esa tontería? –pregunta de nuevo y ella niega con la cabeza–. Vale, lo entiendo. Cosas vuestras. ¿Has intentado hablar con ellos?



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En el texto hay: asesinatos, misterio, thriller

Editado: 22.10.2021

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