Brooke se detiene y mira las vistas que tiene desde Kerry Park, lugar que ha querido visitar esa mañana para despejarse un poco. Sólo ha subido una vez ahí arriba con Jack hace unos meses, cuando aún vivía en Seattle, y le apetecía volver, aunque fuese ella sola.
Así que esa mañana, tras levantarse y querer salir de la casa cuanto antes, se calzó con ropa cómoda, cogió un autobús para que la dejasen un poco más cerca y subió a aquel parque.
Hay varias personas a su alrededor y pasa por al lado de varias de ellas para acercarse a la barandilla y quedarse mirando aquellas tan bonitas que se ven de Seattle desde allí. No hace nada más, simplemente se queda ahí intentando mantener la mente en blanco en todo momento.
–¿Brooke? –escucha minutos más tarde a su lado y se gira al instante.
–Charlotte –sonríe un poco–. ¿Qué tal?
–Muy bien –las dos chicas se dan un pequeño abrazo. No se veían desde el último verano, hace ya casi 10 meses–. ¿Y tú qué tal?
–Bien –se encoge un poco de hombros–. No esperaba verte por aquí.
–He subido con mis padres, están ahí –les señala un punto en el que se encuentra una pareja–. Oye, ¿hasta cuándo estás aquí?
–Pues hasta después de comer, cojo el avión a California a las 4. ¿Por qué?
–¿Te apetece que bajemos juntas y vayamos a tomar algo? Así nos ponemos al día, hace mucho que no nos vemos –le propone.
A Brooke ya no le sorprende. A pesar de que las dos chicas empezaron con mal pie, cuando ocurrió todo lo de Ruby y después de Navidad, fueron hablando un poco más y se empezaron a llevar mejor. No son grandes amigas, pero al menos pueden verse y mantener una conversación sin discutir.
–Sí, claro. Pero ¿no estabas con tus padres?
–No pasa nada. Les aviso ahora.
–Vale, pues vamos –acepta.
Charlotte avisa a sus padres de que bajará con Brooke y, un minuto más tarde, lo hacen.
Deciden ir a un bar que hay por el centro. Al llegar, y tras elegir una mesa en la terraza para aprovechar el sol que está fuera, se sientan una frente a la otra. Las dos piden un refresco cada una cuando se acercan a atenderlas.
–¿Cómo te van las clases? –le pregunta Brooke tras dar un sorbo a su bebida. Ya estaba sedienta.
–Pues bien. Bueno, cuando empecé sí que me agobié un poco, pensaba que no era lo mío. Pero ahora estoy bastante cómoda –le explica y Brooke asiente. Según recuerda, está estudiando Comunicación Audiovisual en Olympia.
–Suele pasar.
–Sí, eso me dijeron. ¿A ti qué tal te va? Estás estudiando Derecho, ¿no?
–Eso mismo. Y me va bastante bien. Me gusta mucho.
–Me alegro –sonríe y ahora es ella quien le da un sorbo a su bebida–. ¿Y cómo están Jack, Evelyn y Max?
–Todo bien –dice simplemente, evitando pensar en cualquier otra cosa–. Como siempre, diría yo. Pero todo va bien, seguimos viéndonos aunque vivamos separados.
–Eso es genial.
Brooke asiente y mira a su alrededor. ¿Por qué tiene la impresión de sentirse vigilada constantemente? Lo ha sentido desde que, literalmente, ha bajado del autobús y ha subido a Kerry Park. No ha querido darle importancia, pero ahora que está allí sentada con Charlotte no lo puede evitar.
–¿Estás bien? –le pregunta Charlotte minutos más tarde.
–Oh, sí, sí. No te preocupes –dice rápidamente, sonriendo falsamente. Se queda mirándola un momento–. ¿Te acuerdas cuando nos llevábamos mal? –añade para cambiar de tema cuanto antes.
–Como para no acordarme –ella ríe–. Desde el primer día ya fue como si nos declarábamos la guerra.
–Y realmente nunca pasó nada entre nosotras.
–Fue todo por… –se interrumpe.
–Por Ruby –termina diciendo Brooke por ella.
Charlotte asiente con la cabeza, pensativa, y se instala un nuevo silencio entre ellas. Las dos vuelven a recordar lo que pasó hace un año. Todas aquellas discusiones, aquel mal rollo entre las dos… era, simplemente, por Ruby. Charlotte tenía razón en lo que decía y, aunque no lo dijese de la mejor forma, en cierta forma estaba avisando a Brooke de que se alejara de ella; además de todo lo que hizo Ruby contra ella días más tarde de que Brooke llegase a Seattle.
–¿Sabes? –añade Charlotte de repente–. Hay días que sigo teniendo pesadillas de lo que ocurrió aquella noche. La noche del baile.
–Es normal. Yo también tengo pesadillas.
–Pues una mierda –Charlotte suspira–. No las tengo siempre, por supuesto. Pero cuando las tengo… al día siguiente estoy en la mierda, literalmente. Cada vez que pienso en ella siempre me pasa.
–Lo entiendo –Brooke asiente y hace una pequeña pausa–. Además, mira la suerte que tengo esta última semana. Un poco más y me parto la mano –añade, intentando bromear con ello.
–Sí, me he dado cuenta. Estás hecha polvo, eh –bromea ella y las dos ríen.
–Un poco sí, la verdad.
–Te lo he notado –Charlotte mira su rostro con detenimiento–. Pareces que llevas semanas sin dormir.
–Casi aciertas. Llevo unas semanas… complicadas.
–¿Quieres hablar de ello?
Brooke se queda mirándola. Por supuesto, no va a contarle lo de los mensajes, pero ¿lo de las muertes? ¿Si lo cuenta se sentirá más aliviada de poder decirlo o, simplemente, seguirá sintiéndose igual? Ya lo ha contado a Jack y a sus padres, y el alivio momentáneo ha sido sustituido rápidamente por el estrés y agobio continuo de esos días.
Entonces, ¿merece la pena volver a recordar todo lo que ha pasado?
–Ahora mismo no –dice finalmente–. Prefiero no pensar en ello ahora.
–Lo comprendo –ella asiente con la cabeza–. Cambiamos de tema, entonces. ¿Sabes que estoy conociendo a un chico?
–Oh, no me digas –Brooke sonríe ampliamente, agradecida del cambio de tema.
–Sí, es de mi clase. Llevamos unas semanas quedando y bueno, me gusta bastante, la verdad. Además… –y continúa contándole toda la historia de cómo conoció a aquel chico y lo que han estado haciendo esas semanas.
Editado: 22.10.2021