Entra en la habitación y espera ver a Rachel allí dentro, pero se sorprende cuando se encuentra la habitación vacía. Sinceramente, esperaba ver a su amiga ahí dentro. Intenta no darle demasiada importancia y deja su mochila sobre la cama, con la intención de guardarlo todo en su armario más adelante. En ese momento le apetece tumbarse un poco en su cama.
El vuelo hacia California se le ha hecho más largo de lo habitual; miraba a todo el mundo con desconfianza y creía que cada persona con la que se cruzaba era la culpable.
Se pasa las manos por la cara, soltando un suspiro frustrada, y se levanta. Saca las cosas de su pequeña maleta y las mete rápidamente en su parte del armario; después, guarda también la maleta dentro de éste y se gira para ir hacia el baño.
Pero el sonido de su móvil la interrumpe. Incluso sabe quién es sin haber leído el mensaje.
“¿Qué tal el fin de semana en Seattle? Te has ido con ganas”, lee un minuto más tarde.
Está a punto de contestarle cuando la puerta de su habitación se abre y ve entrar a Rachel, mirando su móvil totalmente concentrada. Brooke se queda mirándola unos segundos, sin decir nada, hasta que es su amiga la que levanta la vista de su móvil y sonríe ampliamente.
–¡Ya estás aquí! –exclama con su característica alegría, acercándose a ella–. ¿Qué tal el fin de semana? No hemos hablado mucho.
–Eh… bien. ¿Dónde estabas? –le pregunta.
–Ah, había salido con Adele y acabamos yendo al cine –explica con naturalidad, volviendo la vista a su móvil–. Hemos visto una película que creo que te gustaría bastante, trata de…
Pero no escucha lo que dice, ya que se queda mirando como ella mira su móvil, totalmente concentrada. ¿Y si es ella? ¿Y si es Rachel quien ha hecho todo eso, quien está siguiendo los pasos de Ruby?
No, no puede ser. No ha hecho nada para que desconfíe de ella. No tiene nada que ver con Ruby.
Pero ¿y si está actuando?
Rachel sigue hablando, pero Brooke no la escucha. Aprovecha ese momento para coger su móvil y enviar un mensaje a ese número. Tiene que asegurarse.
“¿Me has estado siguiendo todo este tiempo?”, es lo primero que se le ocurre enviar, aun sabiendo la respuesta.
Aparta la mirada de su móvil y la dirige a su amiga. Ésta, que lo ha dejado un momento sobre la cama para sacar algo de su bolso, lo vuelve a coger y centrarse totalmente en el aparato. Brooke mira su móvil y espera recibir un mensaje de un momento a otro, pero no lo hace. ¿Y si está esperando a que esté sola para enviárselo?
–¿Con quién hablas? –le pregunta Brooke directamente.
–Con Dana –Rachel sonríe–. Hemos quedado mañana otra vez, y creo que pronto le diré que me gusta y ver si… –se interrumpe al ver la expresión de Brooke–. ¿Pasa algo?
–¿De verdad estás hablando con Dana?
–¿Qué? Sí, claro que sí –frunce el ceño.
–¿Puedo verlo?
–Brooke, ¿qué te pasa? –da un paso hacia ella, aún con el ceño fruncido.
–Quiero ver si es verdad que estás hablando con ella –Brooke se cruza de brazos–. O si es verdad que has estado esta tarde con Adele. ¿Has salido este fin de semana a algún lado?
–¿Me puedes decir lo que está pasando? No entiendo nada.
–Quiero que me digas la verdad.
–¡Te estoy diciendo la verdad!
Brooke se queda mirándola de brazos cruzados, sin saber si dice la verdad. Lo parece. Parece que Rachel está siendo totalmente sincera con ella, pero entonces… ¿por qué hay algo que le impide creerla?
–Toma –Rachel coge su móvil y se lo enseña–, a ver si así te fías de lo que digo.
Duda un momento antes de agarrar el aparato y ver la conversación que tiene abierta. Por supuesto, es una conversación con Dana donde leen que quedan en verse mañana.
–Y si quieres, también mira lo que tengo con Adele, para que veas que no te miento –añade y, por su tono de voz, se nota que está un poco enfadada. Brooke mira el móvil unos segundos antes de devolvérselo a su amiga–. ¿Ya te fías de mí?
–Voy a darme una ducha –murmura como única respuesta, cogiendo un conjunto rápido de su armario.
–¿Me vas a decir lo que está pasando? –insiste Rachel, pero ella no responde–. Brooke, contéstame.
Pero no lo hace.
Entra en el cuarto de baño, cierra la puerta con pestillo a su espalda y se queda un momento ahí parada, en mitad del baño, esperando tranquilizarse de una vez. Tiene que dejar de comportarse así con sus amigos. Ellos no tienen nada que ver con eso. Está actuando como una paranoica, como… como si estuviese loca.
Suelta un suspiro y empieza a desvestirse. Igual una ducha de agua caliente le vendrá bien.
Aprovecha a quedarse bajo el agua todo el tiempo que pueda y, casi 15 minutos más tarde, decide salir de una vez. Seguramente Rachel también tenga que entrar. Así que se vuelve a vestir con el conjunto de ropa elegido, se deja el pelo mojado suelto y, minutos más tarde, sale del baño.
–Ya puedes entrar –le dice Rachel en voz baja, sin siquiera mirarla, y acercándose a su escritorio.
–Está bien –su amiga suspira y pasa por detrás de ella.
Siente la mirada de Rachel puesta sobre ella unos segundos antes de entrar en el baño y cerrar la puerta de nuevo. Pero Brooke no se gira en ningún momento. Se queda mirando la pantalla de su ordenador que ha encendido y abre uno de los documentos más recientes. Tiene bastantes tareas acumuladas, así que aprovecha para ponerse un poco al día.
Un rato más tarde, Rachel vuelve a salir del baño sin decirle una palabra a Brooke –ella tampoco le dice nada– y la habitación se queda sumida en un completo silencio que dura unos minutos más hasta que Rachel le habla.
–Voy a bajar con Peter y Adele, ¿vienes?
–No, no me apetece –le dice, sin dejar de mirar su ordenador.
–¿No bajarás tampoco a cenar?
–No lo sé, ahora no tengo mucha hambre.
Editado: 22.10.2021