Arremetió contra la criatura hasta machacarle la cabeza a punta de golpes con ayuda de su palo de golf y siguió avanzando hasta llegar a su auto, un viejo Chevrolet El Camino del 69 más acabado que sus ganas de despertar por las mañanas.
Dante se sentó tras el volante y colocó su canción favorita en su celular. Una mano ensangrentada chocó contra la ventanilla del auto. Algunas de esas criaturas desagradables empezaban a acercarse hacia él.
Decidió arrancar finalmente. El motor traqueteo un par de veces antes de terminar de encender, escupiendo humo negro por el escape. Cuando finalmente pudo moverse ya llevaba a algunos de sus vecinos colgados a la carrocería, entre ellos la mujer que detestaba por entrometida. Ni siquiera se esforzó por aparentar que le importaba cuando el cuerpo de la mujer cayó y terminó arrollandola sin compasión.
El lado positivo de esa catástrofe era que podía asesinar sin sentir remordimiento.
—Ahora... ¿Cómo se llama el restaurante a donde fue Lena?– se preguntó a si mismo.
Sabía que su hermana estaría bien. Lena no era el tipo de personas que caía sin dar pelea y algo le decía que para cuando él llegara ella todavía estaría sana y salva, casi podía apostarlo. Ella era una sobreviviente.
El problema era que no tenía idea de cómo buscarla ya que no recordaba el nombre del lugar. Ahí fue cuando se arrepintió de no prestarle tanta atención, aunque en su defensa, ella le había explicado todo cuando aún estaba medio dormido.
—Bueno, de alguna manera llegaré– suspiró.
Las calles cercanas a su hogar eran un desastre. Parecía la típica escena de película zombie de bajo presupuesto sólo que en la realidad, los muertos vivientes eran terriblemente rápidos y mucho más inteligentes de lo que esperaba.
Dante movía los pulgares sobre el volante al ritmo de la música y avanzaba con calma ignorando las cosas del diablo que se acercaban con ojos desenfocados, dejándolos atrás. Sabía que el centro de la ciudad se encontraría en mucho peor estado pero no tenía otra opción.
A lo lejos, pudo ver un par de helicópteros alejándose. Tuvo un mal presentimiento al verlos alzar la altura de vuelo mientras desaparecían a la distancia.
Iba tan concentrado en eso que no notó a la persona de pie a mitad de la calle y apenas pudo frenar a tiempo cuando un disparo resonó y atravesó el parabrisas de su auto. Se agachó y giró haciendo sonar los neumáticos sobre el pavimento hasta detenerse finalmente. Al alzar la mirada lo primero que notó fue que el muñequito cabezón de Ryu Hyunjin que tenía sobre su tablero había sido vilmente decapitado por el proyectil.
Escuchó la voz de alguien más. Se incorporó y analizó al chico enfundado en uniforme militar que se acercaba apuntando un arma hacia él mientras dos pistolas de asalto caían sobre sus hombros.
—¡Que salgas del auto!– rugió el desconocido.
Dante bajo la ventanilla del vehículo y asomó apenas un poco la cabeza.
—¿Cuál es el problema... Oficial?–.
—¿Estás sordo? ¡Que bajes de una buena vez!–.
La lluvia no había disminuido ni un poco. El militar parecía temblar ligeramente mientras chorros y chorros de agua de lluvia caían sobre él como cascada.
—¿Me está asaltando?– Dante arqueó una ceja.
—¡No lo diré de nuevo! Baja-del-maldito-auto–.
Dante desvió la mirada hacia la figura tambaleante que caminaba en dirección al tipo justo por su espalda. Pensó en advertirle pero imaginó que sería más sencillo simplemente dejar que se lo comieran.
El militar notó las miradas que Dante lanzaba a su espalda por lo que fue rápido al reaccionar cuando giró y disparó contra la criatura que pensaba emboscarlo. Escuchó el sonido del motor arrancando y regresó su atención al frente sólo para ver como el desgastado Chevrolet empezaba a emprender la marcha muy lentamente.
Dante iba de nuevo en su mundo disfrutando de la música y el clima que tanto le agradaba cuando de pronto la puerta del copiloto de su vehículo se abrió y el hombre saltó al interior, cerrando la puerta después.
—¡Detente y...!– no alcanzó a terminar de hablar cuando un puñado de esos fenómenos empezaron embestir contra la carrocería. —¡Acelera!–.
Dante pisó el acelerador pero no fue como si hiciera mucha diferencia salvo por el sonido de chatarra oxidada del motor.
—¡¿No puede ir mas rápido?!– el militar mando a volar su casco quien sabe hasta donde, sus manos se aferraban fuertemente a sus armas.
—No la presiones– advirtió Dante al tiempo que la horda de criaturas se hacia más y más grande.
Antes de que el uniformado pudiera seguir quejándose el motor rugió con fuerza y el Chevrolet salió disparado a toda velocidad dejando una enorme nube de humo negro sobre la abominable bola de criaturas.
—Oh si, esa es mi chica– sonrió Dante, dando una palmadita cariñosa al techo. —Impresionante ¿verdad?– buscó la aprobación del chico sentado en el asiento a su lado, sin dejar de sonreír.
—Púdrete, casi nos acaban en lo que tu cacharro viejo arrancaba– se aflojó un poco el chaleco antibalas que ya empezaba a parecerle más sofocante de lo usual.
El cacharro en cuestión traqueteo y por un momento pareció que estaba a punto de detenerse.
—No le hagas caso a este tonto, bebé– Dante acarició el tapiz del asiento con amor —no sabe lo que dice–.
—Alto... ¡¿A dónde crees que vas?!–.
El militar se incorporó de golpe hacia el frente cuando notó el rumbo que llevaban.
—Al centro, debo recoger a mi hermana– explicó Dante.
—¡Olvídalo! Tu hermana ya está muerta, no quedan sobrevivientes al centro–.
—No puedes saber eso con exactitud– siguió el mismo camino sin inmutarse.
—¡No, no, no! Yo vengo de allí, obviamente lo sé. Ya no queda nadie, da la vuelta–.
Dante presionó el acelerador un poco más. El militar sacó su pistola automática y apuntó directo a la sien del chico.
—¡Da la vuelta AHORA!– exigió.