Apocalipsis en Sagrada Familia

Capítulo 4-Eric

Eric no creía en el destino.

Había visto morir a demasiada gente por decisiones estúpidas, malas órdenes o estar en el lugar equivocado. El destino no existía. Solo el momento. Solo la elección.

Y ahora, allí estaba. En una capilla lateral de la Sagrada Familia, cubierto de polvo, con una barra de hierro en una mano, sudor en la frente y la certeza de que nada volvería a ser como antes.

El niño temblaba entre los brazos de Laia, que no se había separado de él desde que lo encontró. Eric los observaba mientras cubría la entrada. Oía los murmullos de Sara y Joel al otro lado, discutiendo sobre los sistemas eléctricos. Los demás también esperaban instrucciones.

—Está más tranquilo ahora —dijo Laia, en voz baja.

Eric asintió. No era tiempo de palabras dulces. Había que moverse.

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Joel apareció corriendo por el pasillo.

—He conseguido acceso parcial al sistema —jadeó—. Puedo liberar las puertas secundarias. Algunas. No todas.

—¿Y eso qué significa? —preguntó Sara.

—Que hay una que se abre… justo aquí —señaló un lateral de la capilla—. Detrás de esta reja. Es una puerta de seguridad interna. No aparece en los planos públicos.

Eric se acercó a examinarla. Efectivamente, la pared tenía una grieta estrecha, disimulada por una columna lateral. Detrás, un panel metálico.

Joel tocó su tablet improvisada, y con un chirrido eléctrico, la compuerta se abrió parcialmente, dejando ver una bajada oscura de escaleras de piedra.

Un túnel.

Un pasadizo subterráneo.

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—No podemos quedarnos aquí —dijo Sara—. Si esta es una salida, hay que comprobarlo.

—Puede ser peligroso —advirtió Joel.

—Todo lo es —respondió Sara, seria.

—Yo bajo —dijo Eric.

Todos lo miraron.

—He estado en lugares como este. Minas, túneles, pasillos sin luz. Sé moverme sin hacer ruido. Y si hay algo ahí abajo… mejor que sea yo el que lo encuentre primero.

—Yo voy contigo —dijo Nico, con valentía repentina.

—No. Tú te quedas con Joel. Proteged esta zona. Si algo sale mal, cerrad la puerta.

—¿Y nosotros? —preguntó Cris, algo inquieta.

—Tú y Sara venís conmigo —dijo Eric—. No bajamos por turismo. Bajamos para investigar que hay en las profundidades del túnel

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El grupo se dividió.

Joel, Laia y el niño se quedaron cerca del panel. Joel revisaba las líneas de corriente. Laia calmaba al niño, que parecía responder solo a ella. Eric les echó una última mirada antes de bajar.

—Si algo va mal, no esperéis. Salid.

Laia asintió con los ojos húmedos.

Sara fue la primera en entrar al túnel. Eric la siguió. Cris cerró la puerta e iba alumbrando con la linterna de su móvil, a pesar de todo.

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El túnel era frío y estrecho, como un pasadizo de piedra.

Los pasos resonaban demasiado. Eric avanzaba en silencio, con la barra metálica en posición. Su mente trabajaba rápido: contaba metros, analizaba materiales, buscaba rutas de salida, escuchaba cada sonido.

—¿Qué crees que es esto? —preguntó Sara en voz baja.

—Acceso técnico. O algo oculto. Antiguo. No es parte de la estructura turística. Puede conectar con las criptas… o con algo más profundo.

—¿Y por qué está desbloqueado ahora?

—Eso es lo que vamos a averiguar.

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Bajaron unos quince metros antes de que el túnel se abriera a una pequeña cámara circular. Había restos de materiales de obra antiguos, cables, y lo más inquietante: una reja cerrada desde dentro, con marcas de uñas oxidadas y sangre seca.

—¿Qué demonios...? —murmuró Cris, apuntando con el móvil.

Eric se acercó, examinó los bordes. Las marcas eran recientes. Y humanas.

—Alguien estuvo aquí… atrapado. O escondido.

—¿Crees que este pasadizo tiene algo que ver con lo que pasó arriba? —preguntó Sara.

Eric no respondió. Solo la miró con seriedad.

Sabía que sí.

Sabía que este túnel no era una casualidad.

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De pronto, un golpe seco se escuchó detrás. Algo metálico. Algo se movía en el túnel.

Eric levantó la mano, mandando silencio.

—Volved. Ya.

—¿Qué pasa?

—No hay tiempo. Volved.

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Subieron a toda prisa. Eric cubría la retaguardia. Algo avanzaba abajo. No rápido. No agresivo. Pero caminaba. Y no debía hacerlo.

Al llegar arriba, Eric cerró la compuerta. Miró a Joel.

—Bloquéala de nuevo.

Joel asintió y pulsó en su panel. La puerta se cerró con un chasquido eléctrico. Pero no del todo.

—¿Y si… no están infectados? —preguntó Laia.

—No lo sé —dijo Eric—. Pero no voy a comprobarlo ahora.

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Eric se apoyó en la pared. Respiró hondo.

--Ya estamos a salvo- dijo

Pero justo en ese momento, se escuchaba como alguien corría y empezó a aporrear la puerta

--Necesito ayuda, mi hermana está herida- dijo la voz de un hombre

--Quién eres tú?- preguntó Eric

--Me llamo Neizan. Vine a pasar el día con mi hermana a Sagrada Familia. Cuando todo pasó nos escondimos debajo de este túnel

--Cómo sé que es verdad y no estás mintiendo? Hay alguien infectado?- dijo Eric

--Nadie está infectado. Mi hermana se ha quedado bajo unos escombros y no la puedo sacar solo. Necesito que alguien me ayude -dijo Neizan

Eric y Sara se miraron al instante pensando en si deberían ir o no.

No sabemos si es una trampa -dijo Sara.

Podemos ir y si es una trampa o las cosas se ponen feas, les dejaremos encerrados- comentó Eric.

Sara asintió y dió el visto bueno.

-Está bien, pero Sara viene conmigo -contestó

Ambos siguieron a Neizan hasta donde se encontraba la Cámara circular. Allí vieron a una mujer joven, de pelo liso y pelirrojo tumbada en el suelo.

-Es aquí- dijo Neizan

-Tiene el tobillo perforado- dijo Eric

-Eso no pinta bien -agregó Sara

-Tenéis que ayudarme! La llevaremos hasta arriba y allí veremos que hacer- dijo Neizan nervioso




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