Apocalypsis: Creados

UNO

 

Blanco, viejo.

¿Me puedes decir que es lo que escuchas?

Escuché una voz de alguna parte de la habitación.

A ti—susurré con  la garganta seca.

Apareció un señor sentado frente a mí. Intenté ver su rostro pero solo me permitía ver su cabello, un negro grisáceo gracias a las canas que brotaban de el. Asintió con la cabeza, pero no a mí, no pude ver a quien se dirigía ya que sin avisarme tomó una jeringa, una botella con algún tipo de medicina en su interior, absorbió la medicina con la jeringa y procedió a inyectarla en la vena de mi antebrazo izquierdo, dirigí la mirada a ese lugar y estaba completamente morado por las anteriores agujas inyectadas en ese lugar.

Duele, duele mucho, no solo mi antebrazo, sino todo mi cuerpo, mi cabeza me explota.

¡AHH...!grité, duele, sácamelo, sácamelo, duele, duele, ayúdame, por favor, ayúdame...

Oscuro.

 

 

Luz.

Abrí los ojos del susto. Tomé mi antebrazo izquierdo para ver la aguja o los moretones ahí, no había nada. Solté el aire que no había notado que tenia retenido. Inspeccioné con mirada rápida el lugar donde estaba y me permití relajarme, estoy en mi cuarto, solo era un sueño. Uno más de los cientos que llevo.

Miré el reloj ubicado en la mesita de noche al lado de mi cama. 4:15 a.m.

Me tumbé nuevamente en mi cama esperando conciliar nuevamente el sueño. No sé cuanto tiempo pasó pero sigo sin poder dormir nuevamente. Salí de la cama, toqué el piso con mis pies descalzos haciendo que el frio recorra de mis pies a todo mi cuerpo poniéndome la piel de gallina. Caminé hasta la ventana de mi cuarto no sin antes tomar mi frazada y envolverla en todo mi cuerpo.

Aún se podía ver todo el cielo completamente oscuro, lo único que alumbraba eran las luces artificiales de la calle.

Dejé que mi mente divague en el túnel de las cosas sin importancia.

¿Alguna vez haz pensado qué distinta sería tu vida si tuvieras padres distintos, o por lo menos hubieras nacido en un país diferente al tuyo?

Pues yo sí pienso en eso cada que tengo oportunidad o al estar aburrida; como ahora por ejemplo, y como suelo estar así casi todo el tiempo, pienso en ello muy seguido.

Salí de mis pensamientos al sentir algo caer en mi brazo. 

Una piedra. 

Busqué con la mirada de donde había salido esto.

Él, otra vez él.

Saludó con su mano para luego hacer una señal con ella para que bajara. Suspiré y le hice una señal para que me esperara en la puerta de la cocina.

Salí del cuarto con el mayor cuidado de hacer el mínimo ruido posible, bajé las escaleras para dirigirme a la cocina, abrí la puerta y ahí estaba él.

—¿Qué pasó?—pregunté susurrando un poco brusco.

—Estoy comenzando a pensar que me esperas todas las noches, ¿alguna razón en especial?—preguntó intentando no reírse, rodé los ojos al cielo.

—Tú me llamaste no yo—acusé—, además me cuesta volver a dormir cuando me levanto—expliqué perezosa—. No te creas mucho.

Él soltó una carcajada silenciosa, claramente burlándose de mí.

—Lo sé Maxie, no te lo tomes personal.

—No me llames así, solo Max, ¿bien?

Por cierto soy Max, y no, no es diminutivo de nada, solo que a mi madre se le antojó ponerme así y ya. No hay mucha historia de por medio la verdad.

—Esta bien, no te alteres.

—¿Qué pasó?—volví a preguntar.

—Nada en especial, solo quería saber que hacías ahí pareciendo estar poseída.

—¿Poseída?—fruncí el ceño.

—Sí, así mira.

Abrió los ojos lo más que pudo intentando imitar supuestamente como me había visto. No creo que haya estado así, este es un exagerado.

Rodé los ojos.

—No exageres quieres.

—Esta bien, pero que quede claro que es verdad lo que digo.

—Si no tienes nada bueno que decir, mejor me voy—amenacé señalándolo con mi dedo índice.

Él rio nuevamente, ¿cómo puede reírse mientras yo estoy cabreada?

—Vale, entonces me voy porque se nota que aquí no me quieren—dijo fingiendo estar ofendido.

—No me llames si te vas a burlar de mí.

—No pidas mucho—sacudió mi cabello, despeinándolo—. Nos vemos en la escuela, Max.

Golpeé su mano para retirarla de mi cabeza, lo que a él le pareció divertido.

—Te veo luego, Noah.

Le di la espalda para entrar a mi casa.

Subí a mi habitación esperando que mamá no se haya dado cuenta que me había levantado, ya que luego estaría de intensa dándome más vitaminas porque según ella, parezco estar más débil físicamente que una persona de mi edad.

Patrañas.

Siempre pensé que estar a la altura de mi mamá era lo que más le importaba a la gente a mi alrededor, claro que solo los que no me conocen. Suelen llamarme Sam o Samy y lo odiaba, mejor dicho, lo odio. No me gusta mi primer nombre, y no es porque sea un nombre feo, porque no lo es, sino porque es el nombre de mi madre, Samantha. Y eso provoca que eventualmente me comparen con ella en la mayoría de los casos, como los de "Tu madre es doctora, tú también debes serlo", o "Ella es tan paciente supongo que tú también lo eres" , y lo que más odio es, "Deberías ser más como tu mamá". 

Sé que debería ser un honor que me comparen con una persona totalmente importante en la comunidad de la medicina, pero no es nada lindo cuando solo ven lo malo, o lo que te falta para ser su copia. Aunque ya me resigné en aclarar que no soy ni de cerca como ella, pero a veces me pregunto si la gente es estúpida que no lo entiende... o simplemente no lo quiere entender.

Pero bueno. Supongo que no puedo hacer que las personas a mi alrededor cambien de opinión respecto a eso, de todas formas tengo a las personas que si saben lo que realmente soy.




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