Apostémosle al amor

Capítulo 6: Estrategia

Romina

A la mañana siguiente, me desperté con una sensación renovada de propósito. Mi plan estaba en marcha, y ahora solo necesitaba ejecutarlo. Decidí que sería yo quien tomara la iniciativa esta vez. Después de todo, ¿qué mejor manera de tomar el control que organizando la próxima cita?

Tomé mi teléfono y envié un mensaje a Daniel: "Buenos días, Daniel. Espero que estés teniendo un buen día. ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche? Conozco un restaurante  en el centro que creo que te gustará."

La respuesta no tardó en llegar: "Buenos días, Romina. Suena genial, me encantaría. ¿A qué hora nos vemos?"

Acordamos encontrarnos a las ocho, y mientras preparaba todo para el día, sentí una mezcla de nervios y determinación. El restaurante que había elegido no era del estilo de Daniel. Era un lugar formal, con un código de vestimenta estricto y un menú sofisticado. Mi esperanza era que este ambiente formal pusiera a prueba nuestras diferencias y me ayudara a mantener una distancia emocional.

A lo largo del día, me concentré en mis tareas con una eficiencia inusitada. Cuando el reloj marcó las seis, empecé a prepararme para la noche. Elegí un vestido elegante y unos zapatos de tacón que rara vez usaba. Me miré en el espejo y respiré hondo, recordándome que esto era parte del plan.

Llegué al restaurante unos minutos antes de la hora acordada. El lugar era impecable, con luces suaves y música clásica de fondo. Pedí una mesa junto a la ventana y me senté, esperando a Daniel. Pocos minutos después, lo vi entrar. Estaba vestido con una chaqueta elegante, aunque su incomodidad era palpable.

—Hola, Romina —dijo, sonriendo mientras se acercaba—. Te ves increíble.

—Gracias, Daniel. Tú también —respondí, sonriendo mientras nos sentábamos.

El camarero llegó rápidamente con los menús, y al ver la extensa lista de platos con nombres complicados, vi a Daniel fruncir el ceño levemente.

—¿Qué te gustaría pedir? —pregunté, tratando de sonar casual.

Daniel estudió el menú por un momento antes de responder. —No estoy muy seguro. ¿Alguna recomendación?

Sonreí, sabiendo que estaba tomando el control de la situación. —Te recomiendo el filete de ternera con salsa de trufa y las vieiras gratinadas. Son las especialidades de la casa.

Daniel asintió, confiando en mis sugerencias. —Está bien, confiaré en ti.

La velada comenzó tranquilamente, y aunque Daniel intentaba mantener una actitud relajada, noté su incomodidad en el ambiente tan formal. Empecé a hablar sobre mi trabajo, describiendo en detalle la planificación y organización que requería. Daniel escuchaba con interés, pero podía ver que no era su tema favorito.

—¿Y tú, Daniel? ¿Cómo fue tu día? —pregunté, tratando de dirigir la conversación hacia él.

—Fue bien. El bar estuvo lleno anoche y estuvimos ocupados hasta tarde, pero me encanta cuando el lugar está lleno de vida. Me encanta ver a la gente disfrutando y pasando un buen rato —respondió, su rostro iluminándose al hablar de su pasión.

Aproveché la oportunidad para resaltar nuestras diferencias. —Debe ser muy gratificante tener tanta libertad en tu trabajo. Mi trabajo es bastante rígido en comparación.

Daniel sonrió. —Sí, me encanta la libertad, pero también admiro la disciplina y la estructura que tienes en tu vida. Es algo que siempre me ha faltado.

Mientras hablábamos, la comida llegó. Los platos eran tan sofisticados como había planeado, y aunque Daniel intentaba disfrutar cada bocado, era evidente que no estaba acostumbrado a este tipo de comida. A pesar de sus esfuerzos, hubo momentos en los que su incomodidad era palpable, y sentí una punzada de culpa.

—¿Te gusta el filete? —pregunté, tratando de sonar interesada.

—Sí, es diferente a lo que suelo comer, pero está bueno —respondió con una sonrisa forzada.

La conversación continuó, y aunque mis intentos de resaltar nuestras diferencias parecían estar funcionando, había algo en la forma en que Daniel manejaba la situación que me desarmaba. A pesar de su incomodidad, seguía siendo amable, considerado y genuino. Cuando llegó el momento del postre, decidí pedir algo para compartir.

—Creo que deberíamos probar el soufflé de chocolate —dije, sonriendo.

Daniel asintió, y mientras esperábamos el postre, tomó mi mano suavemente sobre la mesa, mirándome a los ojos.

—Romina, sé que nuestras vidas son diferentes, pero realmente disfruto pasar tiempo contigo. No sé qué depara el futuro, pero quiero que sepas que siempre he sido sincero contigo.

Sentí un nudo en la garganta. Sus palabras eran sinceras, y por un momento, dudé de mi plan. Pero rápidamente me recordé a mí misma por qué lo estaba haciendo.

—Yo también disfruto pasar tiempo contigo, Daniel —respondí con una sonrisa

—Yo también disfruto pasar tiempo contigo, Daniel —respondí con una sonrisa, tratando de mantener mi plan en marcha.

El camarero llegó con el soufflé de chocolate, colocándolo delicadamente en la mesa. La presentación era impecable, y la tentadora fragancia del chocolate llenó el aire. Estaba lista para ejecutar mi plan de sabotaje, así que esperé hasta que el camarero se alejara antes de hacer mi movimiento.

—¿Te gustaría probarlo primero? —le ofrecí a Daniel, esperando que al menos el postre no fuera de su agrado.

—Claro, gracias —dijo Daniel, sonriendo mientras tomaba la cuchara y probaba el soufflé.

Para mi sorpresa, su rostro se iluminó al probar el primer bocado. —¡Esto está increíble! —exclamó—. No sabía que los postres podían ser tan buenos en un lugar como este.

Suspiré internamente. Mis intentos de sabotaje estaban fallando. Mientras Daniel disfrutaba del soufflé, decidí seguir adelante con mi plan. Noté que en una mesa cercana había un grupo de personas charlando animadamente. Pensé que podría hacer algo para que nuestra conversación se volviera incómoda y fuera de lugar.



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En el texto hay: romance, comedia y drama

Editado: 26.09.2024

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