Aprendiendo a amar

Imprevistos Mojados

El día parecía transcurrir con normalidad en la oficina, o al menos eso intentaba convencer a Sofía, mientras se movía de un lado a otro con su carpeta de reportes. Zeus, su jefe, había estado más callado de lo habitual, lo cual no le tranquilizaba, sino que la hacía sentir aún más inquieta.

Decidió que un gesto simple, como llevarle agua antes de su reunión, podría calmar un poco la tensión que ella sentía cuando él estaba cerca. El problema era que, cuanto más intentaba controlarlo, más presente estaba Zeus en su mente.

Caminó hacia su oficina con un vaso de agua fría, asegurándose de no derramar ni una gota. Tocó suavemente la puerta antes de entrar. Zeus estaba sentado en su escritorio, revisando unos documentos, su camisa blanca ajustada como de costumbre. Apenas levantó la mirada cuando ella entró.

"Te traje agua para la reunión", dijo Sofía con timidez.

Zeus asintió, levantando la vista hacia ella. "Gracias, Sofía."

Mientras se acercaba para dejar el vaso sobre la mesa, algo en sus nervios jugó en su contra. Sus manos temblaron apenas un segundo, pero fue suficiente para que el vaso se inclinara peligrosamente. Antes de poder reaccionar, el agua fría se derramó de golpe… directamente sobre su blusa.

"¡Oh, no!", exclamó Sofía, dando un paso hacia atrás, viendo cómo el agua empapaba su ropa, pegando la blusa blanca a su cuerpo.

El agua fría la hizo estremecerse, y en ese momento, sintió la mirada de Zeus sobre ella, fija, intensa. Miró hacia abajo, y su rostro se sonrojó de inmediato. La blusa, ahora completamente mojada, revelaba más de lo que debería. El encaje de su sujetador blanco se hacía visible, y el color de su piel bajo la tela empapada parecía brillar.

Sofía intentó cubrirse instintivamente, pero el daño ya estaba hecho. No podía evitarlo. La vergüenza la envolvió, pero aún más intensa era la sensación de estar bajo la mirada ardiente de Zeus.

Zeus, por su parte, no pudo apartar los ojos de ella. Por un momento, olvidó lo profesional que debía ser, lo correcto. Su camisa pegada al cuerpo, delineando sus curvas, y ese toque de inocencia en su rostro lo atraparon en un torbellino de pensamientos que no debía tener. Pero era imposible ignorarlos.

Dios, es hermosa, pensó, recorriéndola con la mirada, sin poder evitar que el deseo se encendiera dentro de él. La tensión entre ellos ya había estado creciendo, pero ahora la situación se había vuelto innegablemente tentadora. Demasiado perfecta para no probarla.

La forma en que intentaba cubrirse con sus manos torpes solo lo hacía más consciente de su cuerpo. Su blusa mojada se adhería a cada parte de ella, revelando lo que usualmente estaba escondido tras esa barrera de timidez y formalidad. Cómo me gustaría quitarle esa blusa... y más.

Sus pensamientos se oscurecieron rápidamente, mientras imaginaba cómo sería tocar su piel ahora mojada, recorrer con sus manos cada parte que la blusa ya no ocultaba. La idea lo atrapó completamente, y por un instante, casi perdió el control de sí mismo.

Pero no podía. No debía. No ahora.

Sofía, aún nerviosa, intentó disculparse. “Yo... lo siento mucho, fue un accidente. De verdad no quería—”

Zeus la interrumpió, con una sonrisa torcida que no podía ocultar del todo el deseo que lo consumía. “No te preocupes, Sofía”, dijo en un tono bajo, casi ronco. “A veces los accidentes… son inevitables.”

Sofía asintió, sin saber cómo interpretar sus palabras. Estaba tan avergonzada que apenas pudo sostenerle la mirada. Dio un paso hacia atrás, aún con el agua goteando de su blusa, y trató de pensar en cómo salir de allí lo más rápido posible.

Pero mientras se daba la vuelta para salir, no pudo evitar sentir el calor de la mirada de Zeus recorriéndola. Un escalofrío recorrió su espalda, pero no era por el frío del agua. Era la certeza de que algo en su relación con Zeus había cambiado. Algo se había desatado, y aunque ella no entendía del todo lo que era, sabía que nada volvería a ser igual.

Zeus la vio salir de la oficina, su mente aún llena de imágenes que no debía tener. Su autocontrol estaba colgando de un hilo, y sabía que no podía permitirse seguir así. Pero mientras la veía alejarse, con la blusa mojada aún revelando lo que él tanto deseaba, supo que mantener esa distancia sería mucho más difícil de lo que había pensado.




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