Aprendiendo a amar

La camisa blanca

Sofía caminaba por los pasillos de la oficina con el rostro ardiendo y la ropa empapada pegándose a su piel. El accidente del agua la había dejado en una situación incómoda, no solo por lo visible que había quedado su blusa, sino también por la forma en que Zeus la había mirado. Esa sonrisa peligrosa seguía flotando en su mente, haciéndola sentir cosas que no entendía del todo.

Intentó encontrar una solución rápida. No tenía una blusa de repuesto y la idea de caminar por la oficina en ese estado la aterrorizaba. ¿Y si alguien más la veía así?. Pensando en una posible solución, decidió regresar a la oficina de Zeus, aunque la sola idea de volver a enfrentarlo la hacía sentir aún más nerviosa. Es solo trabajo, se recordó. No hay razón para sentirse así.

Respiró hondo antes de tocar la puerta y entrar. Esta vez, Zeus estaba de pie, mirando unos documentos frente a la ventana. El sol del mediodía se filtraba, iluminando su figura, destacando su presencia aún más. La mirada de Sofía no pudo evitar detenerse un segundo más en él, pero rápidamente apartó los ojos, intentando mantenerse concentrada.

“Zeus… lo siento mucho por lo de antes”, empezó, su voz apenas un susurro. “No tengo ropa para cambiarme, y… me preguntaba si podría tomar una camisa de los uniformes que tienen aquí.”

Zeus se dio la vuelta lentamente, esa misma sonrisa juguetona asomando en sus labios. “Por supuesto, Sofía. Creo que hay algunas camisas en el armario. ¿Por qué no tomas una de mi reserva personal? Están en el closet, al final del pasillo”, dijo señalando una puerta cercana. “Puedes usar la que quieras.”

Sofía asintió, agradecida, y caminó hacia la puerta. La abrió despacio, revelando un pequeño closet con varias camisas blancas perfectamente colgadas. Eligió una con rapidez, sin querer quedarse más tiempo del necesario en su oficina, aunque la incomodidad de estar allí no era tanto por la situación, sino por la forma en que Zeus la hacía sentir.

“Gracias,” murmuró, sin mirarlo directamente, y se dirigió hacia el baño que había dentro de la oficina, sin darse cuenta de que la puerta quedó entreabierta al cerrarla.

Al entrar al pequeño baño, Sofía se quitó la blusa empapada con torpeza. Su piel aún sentía el frío del agua y el calor de la vergüenza. La camisa de Zeus estaba ahí, doblada cuidadosamente sobre la encimera, lista para ser usada. Se miró al espejo, y la imagen que vio la hizo sonrojarse aún más: su rostro ruborizado, el sujetador húmedo y su cabello ligeramente desordenado.

Mientras comenzaba a cambiarse, Zeus, sin intención de ser descubierto, notó que la puerta del baño había quedado entreabierta. No lo pensó, pero su mirada fue inevitablemente atraída hacia el interior. Y lo que vio lo dejó sin aliento.

Sofía, de espaldas a él, estaba quitándose la blusa y el sujetador mojado, con su piel desnuda brillando bajo la luz suave del baño. El contraste entre su inocencia y la imagen tan íntima era abrumador para él. Su respiración se aceleró sin que lo quisiera, y su mente comenzó a llenarse de imágenes prohibidas.

La veía desde esa pequeña rendija, moviéndose con delicadeza mientras se cambiaba, ajena a que alguien la observaba. En su mente, las imágenes se volvían más intensas con cada segundo que pasaba. Pensaba en cómo sería deslizar sus manos sobre su piel desnuda, sentir cada curva bajo su toque, y el mero pensamiento lo hizo apretar la mandíbula con fuerza.

¿Qué estoy haciendo?, pensó Zeus, intentando apartar la mirada, pero sin poder. Su mente lo traicionaba, llenándolo de escenas eróticas de lo que quería hacerle, de lo que imaginaba. Quiero tocarla… sentirla… probar cada parte de ella. Cada movimiento de Sofía alimentaba ese deseo oscuro que había estado conteniendo desde que la conoció.

La imagen de ella desabrochándose el sujetador y bajando la tela lo hizo cerrar los ojos por un momento, intentando controlar los impulsos que lo estaban consumiendo. No puedo… no debo hacer esto. Pero, cuando abrió los ojos nuevamente, la imagen de su cuerpo desnudo seguía ahí, como una promesa tentadora de lo que no debía tener.

Sofía, aún ajena a todo, se puso la camisa de Zeus, que le quedaba demasiado grande. La tela blanca cubría su piel, pero no lo suficiente como para ocultar del todo sus formas delicadas. Se miró al espejo, abrochándose lentamente los botones. La camisa caía sobre sus muslos, dejándola lucir más pequeña y vulnerable.

Zeus sentía su cuerpo tensarse, como si estuviera en un límite que no debía cruzar. Su respiración era pesada, y cada fibra de su ser lo empujaba a entrar en ese baño, a acercarse a ella, a descubrirla por completo.

No puedo… pero cómo deseo poder hacerlo.

Sofía terminó de abrocharse la camisa y salió del baño, por fin. Lo miró tímidamente, notando que él parecía más callado de lo usual, con una expresión extraña en su rostro. Ella estaba demasiado nerviosa como para analizarlo más.

“Gracias por la camisa”, murmuró, bajando la mirada.

Zeus, aún lidiando con las imágenes que su mente había creado, asintió con una leve sonrisa. "Te queda bien", dijo con voz baja, pero su mente aún estaba atrapada en todo lo que había visto.

Sofía se sonrojó nuevamente y salió de la oficina, sintiendo que algo había cambiado, aunque no supiera exactamente qué.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Zeus se dejó caer en su silla, exhalando con fuerza. Esta mujer… pensó. Va a ser mi perdición.

Nota del autor

Estare publicando nuevos capitulos en las noches, espero les guste y se enamoren de nuestros protagonistas...




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