Aprendiz

Respuesta

Su respiración se aceleró como nunca. Un sudor frío recorría su frente. Luna no se esperaba que algo así pudiera pasar. León la contempló con urgencia, parecía nervioso y no tuvo más remedio que responder; además las miradas expectantes también aguardaban.

—Sí —alcanzó a decir en un susurro antes de perder la realidad por completo. Quizá estaba dormida y todo aquello era un sueño, uno osado y grosero.

—No me alcanzará la vida para poder darte todo el amor que mereces, pero lo voy a intentar.

Las palabras de ese hombre sonaban de una forma distinta e irreconocible y, si ella no supiera cómo era en realidad, las creería sin vacilar.

León tuvo el atrevimiento de proponerle algo tan importante y que consideraba muy lejano en su situación, y lo peor de todo fue que lo hizo frente a una multitud celosa y llevando una alianza como anzuelo, en definitiva no tenía otra respuesta que esa. Ahora sabía que estaba despierta, lo confirmó porque sentía la necesidad de desmayarse.

Poco a poco la gente se retiró. El incidente con la pelirroja quedaba en el olvido y solo se hablaba del próximo enlace.

—Es hora de irnos —le pidió Alí, quien se había acercado hasta donde se encontraban.

Ella no respondió ni se movió de su sitio. La impresión la había hundido en un profundo estupor.

—¡No! Es hora de que vuelvas, yo llevaré a mi prometida a casa —recriminó León, quitándole la mano que Alí puso sobre el brazo de la joven.

Una mirada acusadora y llena de rencor se asomó en los ojos de su amigo, quien trataba de mantenerse sereno.

—Después arreglaremos cuentas —exclamó sombrío al acercarse a León de manera intimidante; luego se dirigió a Luna—. Nos vemos en casa.

—Sí —contestó ella sin saber a qué respondía.

—¿“Sí” es la única palabra que sabes decir? —se burló el recién prometido mientras veía marchar al último testigo del lugar.

Apenas se quedó todo en silencio, ella reaccionó por fin.

—¡¿Qué ocurre contigo?! —rugió en un instante y dándole un golpe en el pecho con ambas manos—. ¿Qué pretendes? ¿Qué es lo que buscas? Una cosa era una simple relación que dijiste que terminaríamos en cuanto lo consideráramos adecuado, pero ahora sales con esto. ¡Es absurdo! En esto no voy a participar.

Él le sujeto ambas manos para impedir que lo golpeara de nuevo y se encontraron tan próximos que la tensión los abordó una vez más, aunque esta vez no fue recibida de manera positiva.

—Claro que lo harás, ya aceptaste, ¿o eso no lo vas a cumplir? —Parecía confiado porque ya conocía su código de ética.

—Tú me obligaste, ¡ha sido una trampa! Sabías que no me podía negar. ¡¿Por qué no estoy escuchando una explicación?! —Forcejeó para zafarse y poder atacarlo; deseaba herirlo por utilizarla de esa manera.

—¿No te das cuenta? —la cuestionó tranquilo y utilizando una voz persuasiva.

—¡Sí, ya me di cuenta!, pero soy tan necia que te lo pregunto aun sabiéndolo. —Su comportamiento se volvió insolente porque no reparó que el sitio donde se hallaban era poco adecuado para hacer ese tipo de reclamos—. Puede que sea muy ilusa, pero también puedo ser peligrosa si me rebasan, no me trates como si no conociera mis defectos y virtudes. Dime tus planes en este instante y ni se te ocurra pronunciar que no puedes hacerlo porque voy a obligarte a hablar, así que hagámoslo por las buenas.

Tenía muy presente que no se encontraba armada, pero conocía técnicas de combate cuerpo a cuerpo. Tal vez no iba a lograr derrotarlo usando solo su fuerza, que por obvias razones era menor al de un varón con sus características, pero su entrenamiento había sido tan largo y extenuante que sabía que era posible someterlo si se empeñaba.

—Mi petición fue auténtica —masculló él y una pequeña coloración cubrió sus pálidas mejillas; o al menos eso permitió ver la poca luz del lugar.

—¡Oh, basta! Estoy tan cansada de esto. En serio solo quiero la verdad. ¿Por qué lo has hecho? ¿O es que no merezco saberlo? ¿Qué es lo que quieres de mí? —Por fin las preguntas estaban saliendo, pero esperaron tanto su salida que fue atropellada y torpe.

—Esa es la verdad —le dijo con tono serio y envarándose por completo. Sus ojos la contemplaron como si fuera un pajarillo moribundo que necesitaba ser salvado—. Mira, yo… yo pensaba mantenerme en el celibato, no deseo tener compromisos porque no es algo que me tiente. Pero, al ver que querías lo mismo, se me ocurrió que podría funcionar, así cada quien tendría libertades que no podría tener con alguien más… No tiene que ser real, podemos ser solo amigos o compañeros de casa y ya.

Luna no podía creer lo que escuchaba. Esperaba una mejor excusa para la locura en la que acababa de arrastrarla.

—¿Acaso no has pensado en lo que yo quiero? ¿Qué sucederá si nacen en mí los sentimientos por alguien? ¿Por qué solo has pensado en ti? ¡¿Por qué?! —La tristeza la fue invadiendo. El amor ahora pasaba a formar parte de su lista de necesidades cuando antes lo consideró como un impedimento para cumplir con sus obligaciones.

—Ya conoces a los hombres disponibles del pueblo —dijo titubeante porque no podía asegurar que le eran indiferentes—, ¿has visto a uno que atraiga tu interés lo suficiente como para considerarlo digno de ti?




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