Aprendiz

Rayos - Parte 1

Para alegría de muchos, León se fue recuperando de manera satisfactoria. Su juventud y su cuerpo saludable lo beneficiaron para verse mejor a pesar de que sufrió daños considerables. Fue la pierna derecha la que tuvo el corte más profundo, pequeño a la vista pero doloroso, y le costaba mantenerse en pie. Una semana después volvieron a su casa y Luna estuvo al pendiente de su salud. Cuando lo creyó fuera de peligro decidió que era tiempo de presionarlo para que confesara lo sucedido. Él se encontraba todavía recluido en la cama. Acercó una silla y se sentó a su lado, tan cerca que fue capaz de intimidarlo.

—¿Cuándo pretendes hablar? —cuestionó mientras le hacía compañía.

—Estoy hablando, ¿no me escuchas? —bromeó como siempre lo hacía aunque parecía más un intento de evadir las preguntas.

—¡Muy gracioso! Sabes que esto es importante. Dime ya qué fue lo que pasó. ¿Quién te hizo esto? ¿Por qué te encontró Brisa por ese rumbo? ¿De dónde venías? ¿De dónde venía ella? Por poco mueres, ¿no te das cuenta?

León se quedó observando una cicatriz de su brazo; lucía preocupado, como si quisiera decirle algo que no podía. Se mantuvo pensativo por un lapso que a ella le pareció eterno hasta que decidió hablar.

—Recuerdo que decidí caminar un poco —declaró después de varios interrogatorios por parte de un sin número de amigos y conocidos—. Necesitaba poner más en claro mis ideas. Estaba muy oscuro, algo normal porque era luna nueva esa noche. De pronto sentí que algo me golpeó por detrás, justo en la cabeza y caí al suelo. ¡El muy cobarde no dio la cara! Fue un buen golpe pero no perdí la conciencia, entonces vi que no solo era uno, sino varios. Aunque mi vista se fue nublando eran obvias las presencias. Me patearon estando en el suelo y no pude hacer nada para defenderme. —La frustración nació al relatar—. Lo hicieron una y otra vez, luego sacaron las espadas y fue demasiado… El resto ya lo conoces mejor que yo.

Ella fue analizando cada frase, intentando recrear la escena en la mente desde su perspectiva y la indignación la invadió. La cobardía de atacar por la espalda no era algo honorable. Tenía presente que Alí no se había acercado a su habitación ni a ellos desde aquel día en que ella lo acusó. Se mantenía en silencio y guardaba una gran distancia. Fue entonces que cayó en la cuenta de que se había equivocado cuando lo culpó.

—¿No tienes idea de quién pudo ser? —Necesitaba información suficiente para dar con el culpable. Tenía claro que León contaba con demasiados amigos en su lista pero también enemigos que no conocía; o al menos eso escuchó de los labios de Alí.

—No. Lo único que sé es que no estamos a salvo, eso es fácil de prever —al decir aquello sus ojos brillaron por la ira.

 A ella le atemorizó un poco verlo así, pero no se lo hizo saber.

—Por eso debemos estar preparados. Diles que es necesario formar un equipo de protección; al menos uno como el que vi el día en que los conocí, seguro a ti te tomarán en cuenta.

Saberlos tan desprotegidos la ponía nerviosa.

—¿De qué serviría? No somos suficientes —musitó y su vista se perdió en algún punto de la pared. Sin duda el ataque no solo se llevó su fortaleza—. Ese día tuvimos mucha suerte, aunque apenas pudimos detenerlos, pero eventos así no suelen repetirse como quisiéramos.

—¿Qué pensaban hacerles? —refiriéndose a los guardias. No había preguntado antes porque sabía que no le respondería lo que quería. Ver a León guardando silencio evidenció lo obvio—. No puede ser… —susurró para sí. Tenía que mantener la calma porque no era un buen momento para discutir y optó por dejar pasar tal atrocidad.

—¿Sorprendida? —la cuestionó y una leve risa de amargura se dejó escuchar.

—Tengo que hacerte una pregunta y quiero que la respuesta la analices muy bien.

—Adelante —aceptó sin mirarla.

—¿Crees que fue gente de Isadora? Porque conozco a cada vigilante y si te atacaron de esa manera, supongo que todo el tiempo que dediqué allá fue inútil.

—Lo dudo. Aunque no pude verlos, creo que parecían ser los famosos salvajes que viven en las montañas —respondió, pero pareció vacilar.

—¿Salvajes? ¿No que no existían? ¿Y con espadas?

No le creía y pretendió orillarlo a decirle la verdad, pero alguien interrumpió al pedir entrar a la habitación. Fue Alí quien apareció en las sombras como si los pensamientos de ella lo hubiesen llamado.

—¿Cómo estás? —preguntó con la voz apenas audible y el rostro dirigido al suelo.

—¿Y tú cuándo pensabas venir? ¿No ves que todos me cuidan ahora? —recriminó León con las vendas todavía puestas, pero una media sonrisa le brindó la confianza que necesitaba el visitante.

—Estaba algo ocupado, hay bastante trabajo. Pero aquí estoy, ¿quieres que te cuide? —rio sin levantar la vista; se mostraba incómodo.

Luna se puso de pie para acercársele y abrazarlo. Abrazar a las personas allí se volvía fácil.

—Yo… creo que te debo una disculpa. —El arrepentimiento pesaba sobre su espalda.

—No hay por qué pedir disculpas, estabas incontrolable y podías decir cualquier cosa —dijo el joven, mirando a su amigo que se incorporaba sosteniéndose de una silla para no perder el equilibrio.




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