Aprendiz

Julián - Parte 2

—¿Cómo es posible? —El torbellino de verdades a medias la atacó y la obligó a sumergirse en el pasado que se negaba a dejarle ver lo que hacía falta.

—Nos conocimos cuando yo apenas tenía diez años. Te parecerá una locura, pero llegaste y te metiste hasta el fondo de mi ser. Y cuando tuve que abandonar Isadora, deseé volver a verte, hasta que, así como así, cuando ya no albergaba ninguna esperanza, ¡llegaste! Estabas tan bella como te imaginé, pero parecías distinta, y me habías borrado de tus memorias.

—Me estás diciendo que sabías quién era yo desde el principio —lo cuestionó con pesar al saber que le había ocultado demasiadas cosas durante todo ese tiempo.

—¡Sí! —susurró y luego se le acercó para tomar sus manos, pero ella lo evitó llevándolas hacia atrás—. Con el primer vistazo no te reconocí, varios años separaban mis recuerdos, pero cuando pude tenerte cerca lo supe. Yo jamás hubiese podido olvidarte.

—¿Por qué lo callaste? ¿Por qué una verdad así?

Regina se envaró aunque le dolía el brazo y evadió una caricia de su amado.

—¡Tuve miedo! —confesó con vergüenza—. Temí que me aborrecieras y no soportaría tu desprecio. Vi el anillo en tu dedo y sabía con lo que cargabas. —Su expresión se volvió inescrutable—. Era suficiente con saber que ya no formaba parte de tu mente. Sé que no es una justificación aceptable, pero fue por eso que hice todo lo que hice, para tenerte cerca, aunque fuera de esa manera. Fui un egoísta, lo sé, pero sentí la enorme necesidad de hacerlo… Te escribí tanto, te pensaba cada noche difícil. Solo tú me dabas las fuerzas para seguir… —Unos cuantos cabellos de Regina bailaban en el aire y él los tomó con suavidad para colocarlos detrás de su oreja—. ¡Era mi oportunidad!, por eso no dije nada, por eso nadie te lo dijo. Busqué hasta encontrar la manera de hacer que te quedaras. No estaba dispuesto a perderte. Soy torpe, lo tengo claro, y fui poco delicado a la hora de hacerlo.

—Entonces… tú… —balbuceó otra vez con la mirada concentrada en su rostro, y descubrió en él a ese niño que tiempo atrás conoció y con el que experimentó el sublime primer amor—, ¡eres él!

—¡Sí, sí lo fui! Julián Soria, el segundo de cinco hermanos y el que terminó siendo rechazado por los que decían amarlo. —Sus ojos negros se encendieron en un instante—. Pero ese nombre ya no me pertenece, ahora soy León. A quien por fin reconociste ya no existe. Varios dejamos de existir hace años, ¿no crees?

—¡Qué más da tu nombre! —El enojo le dio paso a una felicidad renovada y su rostro se iluminó—. Estás vivo y es lo único que importa, ya no deseo saber más.

Sararí prefirió retirarse al ver que ella ya estaba siendo auxiliada y de paso para darles privacidad. En cuanto la joven la soltó, León se le acercó y la estrechó. Regina descansó la cabeza en su pecho. Él sabía que no podía estar enojado con ella. Tenía que dejar a un lado todo sentimiento negativo porque la vida les estaba regalando otra oportunidad de estar juntos.

—Es necesario que sepas todo —dijo con dulzura—. Se acabaron los secretos entre nosotros.

—Sé lo suficiente. Dejemos ir todo, solo quiero estar a tu lado.

En ese momento no reparó en los detalles que rodeaban su rescate ni dónde se encontraban, lo único que le interesaba era que él estaba allí, con ella.

—Debes enterarte de más para que yo pueda sentir un poco de paz —dijo y Ella lo miró con atención aún entre sus brazos. Comenzó a hablar luego de respirar muy hondo—: Hace quince años, la última vez que te vi; sé que no lo recuerdas. Estábamos en el bosque que se ubica detrás de tu casa, donde nos encontrábamos a escondidas. Trata de volver a aquellos días.

—Es que no… es confuso… Hay una laguna de tiempo que no logro llenar. —Y esa laguna se disipaba tan lento que no sabía si tendría sus memorias de vuelta; memorias que quedaron enterradas luego del maltrato al que fue sometida.

—A ti también debió irte muy mal después. —Detuvo una mueca de ira y prosiguió—: Ese fue mi último día siendo libre, o lo que sea que piensen que es libertad.

—¿Fue el día que te fuiste? El que escapaste… —quiso indagar, pero no pudo seguir porque continuaba pesándole esa parte.

—Yo no me fui por propia voluntad —pronunció al tiempo que giraba la cara para que no lo pudiera contemplar. Rememorar todo aquello lo hacía sufrir y sentir rabia—. Si no me iba tendría que pagar con mi vida algo que no hice. Y me llevé conmigo a otros tres compañeros porque fueron acusados de complicidad. ¡Nos trataron como criminales! Fuimos encerrados, golpeados, maltratados por varios días y luego nos dieron solo dos opciones: o salíamos del pueblo de noche y sin avisar, o nos mantendrían encerrados allí hasta que ya no resistiéramos.

—¡Lo que dices es imposible! —le reclamó sorprendida, se soltó de sus brazos y dio dos pasos hacia atrás—. Esas prácticas están prohibidas desde hace muchos años. Recuerda que tengo… —corrigió—, tuve, el control en ese tipo de decisiones y jamás vi o supe algo parecido.

—Hay muchas cosas que pasan en Isadora que ignoras —rio con amargura—. Para que comprendas debes conocer por lo que me acusaron. El crimen que según cometí —dudó por un instante. Estaba seguro de que la noticia iba a impactarle, pero tenía que decirla y volvió a observarla para hablar—, fue el de intentar secuestrarte.




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