Aprendiz

Insignia - Parte 2

Ninguno de los espectadores podía creerlo, de las ventanas se oyeron los alaridos de horror cuando el hombre cayó.

Los guardias se disponían a obedecer la última instrucción de Daniel.

—¡Paren ya! —exclamó con fuerza Violeta, la concejal, que por fin salía de su casa. Se colocó cerca de Luna quien apenas se ponía de pie y Alí se les unió. Extendió ambos brazos, levantando la tela de su largo vestido carmín, imponiéndose frente a los hombres armados—. Vamos a arreglar esto como personas inteligentes.

—Sabemos que cuenta con un puesto influyente, pero no tiene voz en Orión, así que permítanos hacer nuestro trabajo —intervino Isaac, un buen amigo de Daniel. Se le notaba afectado y su expresión no ocultó el coraje que recorría sus entrañas.

—Esta mujer está ahora bajo la protección del consejo. —Violeta señaló a Luna en un intento por evitar más violencia—. Tiene un testimonio que será de utilidad.

—Usted no cuenta con la facultad de tomar una decisión así, la entregaremos a Dante de la Hoz y allí el consejo podrá actuar como guste. Pero por ahora debemos llevarla bajo custodia.

Isaac tomó el mando. Caminó hacia a adelante, se acercó al cuerpo de su amigo, le cerró los ojos, quitó la daga de su pecho y fue hasta las tres personas que aguardaban. La espada ya estaba desenvainada y la blandió para amenazarlos.

—Si me tocas un cabello vas a lamentarlo. —Violeta mostró valor.

Alí intervino, interponiéndose y encarando a Isaac.

—Adelante. Vamos a ver qué tanto puedes detenernos —le dijo directo a su oponente y se colocó en posición en cuestión de un segundo.

Las mujeres retrocedieron. Luna tenía que recuperarse lo más pronto posible y no existía otra alternativa que esa.

Isaac pretendió lanzar una estocada, pero usó solo una mano que soltó el arma al ser impactada contra la espada de un hombre que le ganaba por más de diez kilos.

Alí se preparó para pelear cuerpo a cuerpo buscando confrontarlo sin ventajas. Liberó su espada y arremangó la camisa, luego fue directo hacia el hombre.

Isaac quiso pegarle con el puño cerrado, pero su contrincante lo evadió. Las venas de su frente se marcaron por la ira que sentía, pero ni siquiera levantó los brazos y recibió dos puñetazos sobre el rostro y la sangre salpicó su ropa. Quiso defenderse y dos golpes más lo dejaron de rodillas.

Luna estaba de verdad impresionada porque pudo notar en su hermano esa pasión propia de los de la Hoz.

—Puedo seguir hasta que no me queden fuerzas —amenazó con las manos listas.

El hombre, herido y sabiendo que le ganarían, solo se limitó a quedarse en silencio, cubriéndose la nariz rota y escabulléndose lejos.

Los guardias mostraron confusión, pero decidieron continuar con el objetivo.

Luna levantó su espada. Violeta se alejó de la escena, escabulléndose y perdiéndose en la calle ennegrecida. Alí sacó otra flecha y la apuntó decidido.

Más hombres de Orión llegaron, imposible que pudieran con todos, pero al menos serían recordados por años por su osadía.

Un rostro conocido apareció entre la multitud y Luna se estremeció al recordar que rompió con su promesa. Iván estaba allí y sus miradas se toparon sin desearlo. Él inclinó la cabeza en señal de vergüenza.

Al verla blandir la espada, los ojos de Iván se iluminaron.

—¡Alto! ¡Ella sigue siendo nuestra superior! —les gritó a sus compañeros. Sonreía esperanzado y dio una media vuelta para que lo atendieran—. Todavía porta el anillo, la máximo insignia del líder. Detenerla sería considerado un delito.

—Pero mira lo que hizo —objetó otro guardia, apuntando con el dedo hacia el cuerpo de Daniel.

—Si él la atacó, podía proceder a defenderse.

Luna dirigió los ojos hacia su mano y tardó en procesar lo que Iván dijo. La piedra púrpura engarzada, copia fiel del anillo de la pequeña Isadora, pesó por bastante tiempo en su dedo y hasta ese momento comprendió que podía serle de utilidad.

Se escucharon murmullos, pero finalmente las armas fueron bajadas y envainadas. Los que observaban desde la protección de su casa se quedaron impresionados.

—Sepa disculparnos —le pidió uno de ellos. En su código estaba remarcada la parte donde debía obedecer a quien lo tuviera—. Recibimos indicaciones y no tuvimos cuidado en verificar si todavía lo mantenía en su poder porque se nos proporcionó una información distinta.

—¡Pues ya lo sabes! ¡Y lo saben todos los presentes!

Para Luna fue complicado aceptar lo que pasaba, aunque no evidenció su desconcierto. Allí lo comprobó: un simple papel podía más que la voluntad de un consejo, así como un simple anillo podía más que la voluntad de hombres armados.

Iván fue directo hacia ella y, a pesar de su temor, fue recibido con un fuerte abrazo.

—Mi líder, temo ser portador de malas noticias. Sé que piensa que fue traicionada, pero ningún hombre rompió el juramento —comenzó a narrar—: Cuando regresamos, Cristóbal estuvo muy intranquilo y temeroso porque nos cuestionaban en exceso. En una ocasión, mientras conversaba conmigo, se le salió decir parte de lo sucedido porque no lograba calmar sus ansias, yo intenté hacerlo entender, pero otro guardia que no sabía nada lo escuchó y llevó la información ante su padre. Fuimos detenidos e interrogados. —Levantó su mano izquierda y quitó el guante que ocultaba que le hacían falta el dedo anular y meñique, logrando que a Luna se le partiera el corazón—. Y desde ese día Cristóbal no aparece. Dicen que huyó…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.