Aprendiz

Cava - Capítulo extra (Alí)

Este es un último extra, espero que sean de su agrado. Les recuerdo que no está editado. Gracias por seguir esta historia que amo y amaré siempre porque fue la primera que escribí.

 

—De todos los lugares en los que creí encontrarte, esta era mi última opción —confesó Brisa con su dulce voz cuando encontró a Alí sentado a mitad de la cava.

Él tenía una botella de licor abierta en los pies, pero no la había bebido; lucía afligido.

—Solo quería estar solo —comentó con voz apagada.

—Ya me han contado lo que pasó. Quiero que sepas que fuiste muy valiente.

Brisa siempre era así, calmaba los demonios de las personas con solo hablar y para él, escucharla se volvió un alivio.

—Me provoca una gran vergüenza que me veas en esta situación tan poco apropiada.

La verdad era que Alí aborrecía que las personas lo descubrieran en sus momentos más bajos, y se volvía peor que fuera ella quien lo encontrara porque le parecía un ser apacible que no quería importunar. Se conocían desde siempre, pero mantenían un trato cortés y nada más. No sabía bien en qué momento se alejó de su amistad y la rezagó a una simple compañera de casa.

—¿Vas a darle un trago? —quiso saber Brisa y se le acercó para sentarse a su lado.

—Eso planeaba hacer —le respondió con una sensación de asombro al sentirla tan cerca.

—¿Me compartes?

Alí la miró incrédulo, Brisa no bebía ni siquiera en fiestas y por un momento creyó que estaba bromeando. Luego la contempló, su semblante le decía que su petición era auténtica.

—¿Estás segura?

—Por supuesto. Si mi amigo sufre, quiero hacerle compañía.

¡Allí estaba de nuevo! Esa entrega, ese instinto de protección nato que poseía hacía acto de presencia. «¿Por qué Brisa seguía soltera?», ahora quería averiguarlo. Si ella era una esposa perfecta para cualquiera. Con su belleza aceptable, inteligencia y calidez que poseía, todo hombre estaría encantado de gozar de sus dones naturales. Si bien le conoció a uno que otro pretendiente, nunca la notó lo suficientemente interesada como para que se rumorara una unión próxima.

Los dos dieron un buen trago directo de la botella y se relajaron.

—Solo pensaba en que… si ellos se hubieran arrepentido. Si al menos mi madre hubiese mostrado arrepentimiento… No sé, yo tal vez estaría dispuesto a olvidarlo todo. Todo lo que padecimos…

—Recuerdo a tu madre —lo interrumpió porque verlo quebrarse le lastimaba—. Nadie la creía una buena persona. No mereces más penas por culpa de alguien que no supo protegerte. Eres una persona increíble, lo sabes. Pasa la página porque no hay otro camino.

—Ya lo he dejado ir —confesó, pero por dentro lo dudaba—. Ese dolor que tenía se fue. Pero ahora el espacio que ocupaba mi rencor ha quedado vacío y no sé cómo arreglarlo.

—Llénalo de sentimientos buenos, como lo hizo Leo. Llénalo de amor.

—Yo no…

—Tú sí. Seguro hay muchas personas que están dispuestas a dártelo sin que lo mendigues. Tienes familia aquí, y no solo me refiero a la de sangre que ahora te acobija.

Alí la observó de nuevo. El velo que cargaba encima y que lo cegaba se cayó y pudo verlo. Brisa era muy especial y en todos los infortunios que había vivido estaba ella. Incluso cuando morían de hambre y perdió a su hermano tuvo las fuerzas para hacerles compañía. Tal vez se le podría considerar como un hombre despistado, pero ahora que ya no cargaba con tanta pena era capaz de comprender lo que tenía frente a sus ojos.

—¿Sabes quién sí sería una gran madre? —le dijo y la miró directo a los ojos.

Brisa permaneció pensativa.

—Tú —añadió sin esperar su respuesta. Ella se ruborizó enseguida.

—Eso está muy lejos de pasar.

—¿Por qué no te has casado? —soltó la pregunta, aunque sabía que era un poco atrevida. Ellos ya no eran los amigos que se tumbaban a empujones mientras corrían.

—No lo he considerado necesario hasta ahora. Y es algo que tú tampoco has hecho, así que no debe estar tan mal.

—No, no está tan mal. —Dio otro trago a la botella y sonrió—. Pero tal vez podría estar mejor.

—Si ya han nacido en ti las ganas de buscar esposa, te puedo recomendar a una casamentera muy insistente.

Él se mantuvo dubitativo por un momento, hasta que decidió cambiar el tema.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que querías ser como la brisa para que todos amaran sentirte?

—Por supuesto —suspiró por la añoranza—, pero éramos muy ingenuos.

—Al final lo conseguiste. No hay alguien que no disfrute de tu compañía.

Su comentario logró ponerla nerviosa y buscó cambiar el rumbo de la conversación porque no estaba acostumbrada a ese tipo de cumplidos.

—Es curioso que ahora tengas que cuidar de tu hermana menor. Es una mujercita aventurera y hay que ponerle un poco de atención extra. —Notó, en cuanto la conoció, que Camila era más directa y astuta que sus dos hermanos mayores.




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