Apuestas del corazón

Capítulo 1. Lunes, 28 de agosto del 2023

Fue como despertar de un sueño o aterrizar en medio de una pesadilla, todo empezó a salir mal desde incluso antes de abordar el avión.

—Te vas a arrepentir de esto, Liena —las palabras de mi madre me rompieron el corazón, ya no había molestia en su voz, solo dolor y decepción.

—Mamá, yo... — me abracé a ella y se me quebró la voz.

Todo va a estar bien, lo hago por amor... —la frase llegó a mi cabeza, pero no salió de mi boca.

Habíamos tenido muchas veces esta misma discusión; sin embargo, allí, con sus brazos rodeándome de forma protectora, sin la excitación de los gritos ni el obstinado orgullo de la juventud, por primera vez pensé en que esto era una locura, en que quizá ella tuviera razón.

Me pesaron como nunca los meses que pasamos peleadas, el hecho de que podría ser la última vez que la sentía así.

Quise pedirle perdón, pero no podía. Dejar todos mis planes por complacerla, volver a mi casa, a mi segura y monótona vida, se sentía como una traición a mí misma; necesitaba correr este riesgo, intentarlo al menos, necesitaba respuestas, tenía que saber...

Me aparté de ella y apreté sus hombros

—David va a estar ahí para mí —dije lo que creí nos consolaría a las dos, pero su mirada me dijo todo lo que pensaba, me aparté dolida — no lo hago solo por él, lo hago también por mí

«Lo hago también por mí» —esa fue la frase que me acompañó cuando me alejé de ella, lo que me repetí mientras veía cómo se perdía en el mar la isla que algún día significó el mundo para mí.

Llevaba tanto tiempo esforzándome por salir de allí, que jamás pensé doliera tanto al fin...

***

—¿Se encuentra bien, señorita? —el tono seco de mi compañero de asiento me saca de mis pensamientos

Muero de vergüenza, no queda casi nadie en el avión

—Sí, yo... —intento pararme sin antes desabrocharme el cinturón y vuelvo a rebotar en el asiento golpeándole la cara con el codo. —¡Perdona!

—¡Calma, clama! —grita sosteniendo mis manos que de forma nerviosa se habían abalanzado sobre él — solo sal para que yo pueda salir y por favor, mantente alejada de mí...

Me quedo tiesa, apenas me doy cuenta de que es joven, rubio y de ojos azules, precisamente feo no es...

—No es lo que... yo solo quería comprobar si estabas bien... —no dice nada, aparta mis manos y las suelta— tengo novio, sabe... y está ahí fuera, esperando por mí.

—Pues muy pocas ganas tienes de encontrarte con él —lo escucho, aunque farfulla para sí.

Se me enciende la sangre, quiero contarle nuestra increíble y apasionada historia de amor, pero hasta ahora me doy cuenta de que el nudo que siento en el estómago no es otra cosa si no temor, temor porque ha pasado más de un mes, porque puede que esto sea demasiado, porque quizá David no está aquí...

«Lo hago también por mí» —me agarro a la misma frase mientras me paro y salgo en silencio del avión.

«Lo hago también por mí» —me repito mientras al ir a buscar la maleta, el ambiente a mi alrededor se me antoja especialmente hostil. Lo sigo haciendo mientras busco una cara conocida entre los miles de rostros que pululan por ahí, los que me miran como si mi ropa y mi color de piel gritaran “emigrante-parásito” y por lo tanto se empeñan en mantener sus maletas, maridos e hijos apartados de mí.

Incluso tuve un pequeño problemilla al presentar la visa en emigración, parece ser que una ingeniera cubana que se haya ganado una beca de maestría en una de las mejores universidades del país es algo imposible de creer.

Cuando logro salir el “lo hago también por mí” ya no es una frase de consuelo, es una promesa grabada a fuego en mi corazón.

Entonces lo veo, al fin, sentado sobre su maleta, de perfil.

Aprovecho que no me ha visto para mirarlo a mi antojo, me empapo de sus gestos, de todo de él: el pelo oscuro y lacio que, aunque un poco más corto, le cae hacia delante, rebelde y obstinado como él. La sombra de barba que por más que intenta nunca logra deshacer; las suaves formas de los músculos que se intuyen debajo de la camisa; los hombros anchos y un poco caídos, la piel naturalmente dorada por el sol, muestra inequívoca de su espíritu aventurero, ese que lo trajo hacia mí y que me contagió lo suficiente como para atraerme hoy hacia él.

Se lleva las manos a la cara para apartarse el flequillo de los ojos y colocarse las gafas de sol, no le doy mucha importancia a lo caro que parece su reloj o al hecho de que viste mejor de lo que esperé. Juega distraído con algo en sus manos mientras espera, ¡Espera por mí! ¡Está aquí!

Se me caen las mil armaduras que apuntalan mi alma y siento que puedo respirar al fin en todo un mes.

Me pongo ansiosa, tengo ganas de pasar inventario, de asegurarme de que todo lo que recuerdo está ahí: los ojos color chocolate; los hoyuelos fáciles, la graciosa y anti-natural curva de su nariz, esa pequeña imperfección que me obsesiona y lo hace tan él; la sensación de que entre sus brazos hay un lugar para mí...

—¡David! —grito sin que me importe nada más.

Se me llenan los ojos de lágrimas y sonrío como idiota cuando se levanta y se gira hasta quedar de frente a mí.

Ni siquiera lo pienso, salgo corriendo hacia él; pero algo pasa, o alguien, más bien: una chica rubia llega desde mi derecha y se abalanza sobre él antes que yo, lo abraza con tanta fuerza que casi lo hace caer.

La que sí termina en el piso soy yo, en mi intento por frenar me enredo con su maleta y termino de culo, casi puedo sentir el crack de mis ilusiones al caer en el piso junto a mí.

—¿Te encuentras bien? —la voz preocupada de David quien se agacha para ayudarme es como un bálsamo para mí— ¿necesitas ayuda? ¿no eres de aquí? ¿estás esperando a alguien? ¿quieres que te llevemos a algún lugar?

Espera ¿qué...?

Se ha subido las gafas así que me encuentro con esos ojos que tanto añoré, y... ¡no encuentro nada allí! Frunce el ceño sin apartar los ojos de mí, entiendo que él si puede ver todo lo que estoy sintiendo yo.



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En el texto hay: amor, secretosdefamilia, emigrante

Editado: 23.08.2024

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