Apuestas del corazón

Capítulo 2

La mirada que noto en los ojos de mi molesto compañero de viaje no me gusta nada, pero apenas tengo tiempo de descubrir qué significa cuando alguien me levante en peso apartándome de él. A los pocos segundos estoy parada frente a David, o Alex, ya ni sé; solo sé que está tan cerca que puedo notar lo rápido de su pulso y lo acelerado de su respiración.

Él... ¿corrió detrás de mí? ¿Qué significa esto, que todo era una mala broma, qué el juego ya terminó?

El cambio es instintivo, se me relajan los músculos y me dejo caer sobre él; pero las manos que tenía sobre mis hombros se encargan de mantener cierta distancia entre él y yo.

Me da un vuelco el corazón, y esa pequeña barrera donde antes no hubo ningún límite para mí, donde creí mi lugar seguro hasta hoy, es suficiente para que entienda que sea lo que sea este juego, no acabó.

Ni sé por qué lo hago, pero levanto la vista con el alma en bandas, vulnerable a un punto que nunca imaginé.

Noto algo más allí, en él; pequeñas señales en las que antes no me fijé: como el corte rojizo, apenas una línea, que cruza desde un lado de su frente hasta su ceja izquierda; pequeños golpes en proceso de curación aquí y allá: el pelo extremadamente corto en los laterales, e incluso asoma una venda desde la parte de atrás. Sin embargo, toda preocupación muere cuando proceso la venda sobre su “restaurada” nariz.

Lo acepto entonces, yo tampoco conozco a este hombre que me mira como si fuera una pieza a la que no logra encajar “en su nueva realidad”. Este no es el David sencillo del que me enamoré, con el que empezaría una nueva vida en este país.

—Suéltame, por favor —susurro y odio el tono tembloroso y grave de mi voz.

Las manos de Alex caen flojas desde mis hombros y rozan mis antebrazos; me recorre un escalofría que me eriza la piel.

Él lo nota, pero antes de que pueda decirme o hacer algo más, soy jalada hacia atrás.

—¿Serías tan amable de quitarle las manos de encima a mi novia, por favor? —la voz de mi recién estrenado novio falso y su brazo sobre mis hombros me devuelve a la realidad

Estoy en un aeropuerto, en otro país, haciendo el papelazo de mi vida, David finge no conocerme, o en verdad no lo hace y los últimos 10 meses son fruto de mi imaginación; no tengo donde esconderme, ni dinero para volver a llorar en el regazo de mamá; para colmo, se está formando un círculo a nuestro alrededor, incluso las personas han sacado sus celulares para grabar.

Me agarran por un brazo.

—¡No! —el tono autoritario de Alex-David silencia los cuchicheos a nuestro alrededor— tú no eres David— le habla al otro chico; pero me mira a mí— es imposible que nos puedan confundir a ti y a mí— me pongo roja, es verdad, más diferentes no pueden ser— eso quiere decir que David soy yo— se le suaviza la voz al punto de adquirir un tono tan frágil y ansioso que nunca le conocí, la respiración se le vuelve cada vez más errática e incluso le tiembla la boca mientras se esfuerza por seguir— yo soy David... —repite al borde de la desesperación, como si buscara una confirmación, me aprieta con tanta fuerza que empieza a doler— ¿No es así?

Sí, no, no lo sé... ¿quién eres en verdad?, ¿qué quieres de mí? —las posibles respuestas se agolpan en mi boca; pero no sale de allí

—¡Alex! —Emma, la rubia Barbie, re aparece y vuelve a interponerse entre David y yo.

Detrás de ella aparecen paparazis enloquecidos y media docena de hombres trajeados (guardaespaldas, supongo) que aumentan la distancia entre David y yo.

Todo se vuelve un caos y me veo arrastrada por la marea de gente a mi alrededor

—¿Quién eres?

—¿De dónde conoce a Alexander Harrison una chica como tú?

—¿Es cierto que esperas un bebé de él?

—¿Un trío amoroso?, ¿otra víctima de los chicos Harrison?

Las preguntas y los flashes están a punto de volverme loca, estoy tan fría y tan confundida, han sido tantos los cambios en este día que todo esto me parece demasiado, irreal. Me cierro por completo, esto solo pasa en novelas, no a mí. Lo más extraño de todo es que sigo moviéndome, descubro que es porque el extraño del avión tira de mí.

Aparecen otros guardaespaldas que hacen una barrera entre los paparazis y nosotros, cuando vengo a darme cuenta estoy sentada con el chico rubio dentro de una limusina y me sonríe de una forma extraña, como si yo fuera la cura contra el SIDA o algo así. Solo puedo pensar una cosa: ¿En qué rayos me metí?

—¿Quién eres tú?

—Eres tú...

Hablamos al mismo tiempo, él sonríe, y antes de que pueda preguntar por su curiosa elección de palabras, contesta mi pregunta

— Soy Malcom Harrison —¡Harrison, como David!, hace una mueca— llámame mi vida, mi amor, mi sol, mi bebé, pero por favor, no me vuelvas a llamar David— se me acerca y sus ojos claros, inteligentes, se clavan como dos agujas en mí— aunque siempre podemos decir que me llamabas David por lo de rubio, ojos azules, guapo y la pinta de rey.

—Idiota, ¿por qué te llamaría así? — Lo empujo para apartarlo y me corro hacia una esquina intentando alejarme de él, mala elección, parece verlo como una invitación y se sienta en mi asiento, más cerca aún.

—Si mal no recuerdo, le dijiste a mi primo que éramos novios, ¿no? y la molesta de Emma lo oyó; además, me debes un favor, ¿o no?

Sus gestos, la forma calculada en la que escoge sus palabras, la mirada de depredador, aumentan mis nervios

El carro está andando, no creo que me vaya bien si abro la puerta y salto a la autopista

—A- a-aléjate de mí... —casi ruego

—Recuerdo que en el avión estuvimos más cerca que esto, Liena...

—¿Cómo sabes mi nombre? —otra pregunta asalta mi mente al captar su traje y todo su glamur— ¿Qué hacía en Cuba alguien como tú? ¿Qué hacías viajando en clase turista alguien como tú?

Sonríe como un niño a punto de saborear su jugarreta.

—¿No es obvio? Te buscaba a ti; la novia cubana de David...



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En el texto hay: amor, secretosdefamilia, emigrante

Editado: 23.08.2024

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