Parpadeo tres veces.
—Fuiste a Cuba —lo señalo con un dedo—para encontrarme—me señalo— ¿a mí?
Malcom asiente, se relaja contra el respaldar del asiento e incluso toma una copa y se sirve algún tipo de bebida costosa.
—Mi tío se encargó de borrar todo registro de la vida de Alex del último año; pero no fue tan difícil dar contigo cuando sabes qué y dónde buscar —hace un gesto burlón— y más cuando no eres tú al que se le ha ido la chaveta...
Me le quedo viendo, aun incrédula.
Se inclina hacia mí.
—La verdad tenía mis dudas de que fueras tú porque no eres... bueno, muy sorprendente que digamos —toma mi rostro con dos de sus dedos y me mira con curiosidad— pero después de lo que pasó hoy en el aeropuerto... creo que puedo entenderlo, un poco... —¿este tío de qué va? Su secretismo me está cansando— funcionará, tiene que funcionar, o al menos eso espero...
Me zafo con un movimiento brusco
—¿De qué coño estás hablando?
Vuelve a reírse engreído, está colmando mi paciencia.
— Mi primo no te recuerda; ni a ti, ni a nada del último año, fui yo quien te envió el billete y quien pagó la matrícula de tu escuela —vuelve a tomarme la cara e incluso acaricia mi mejilla— creo que tienes una deuda conmigo, querida Liena, es más, me necesitas. Tu David no existe, estás sola, y mi tío te destrozará cuando te vea, así que —pone una mano en mi rodilla— si eres una chica inteligente, aceptarás trabajar para mí: protección, solvencia económica y un futuro como ingeniera a cambio de que hagas todo lo que yo te diga...
Me le quedo mirando, con fijeza; pasa un segundo, un minuto entero, la sonrisa de Malcom se desvanece al ver que no reacciono.
Hasta que al fin lo hago: estallo en carcajadas, me parto de la risa, es que no puedo parar, más al ver la cara de espanto con la que se aparta, me río histérica, como una loca.
—Esto no es verdad... —hablo entre rizas y hasta empiezan a salírseme las lágrimas— Muy buena la broma, eh, pero ya fue, chaval, esta es la vida real, y verás, estas cosas solo pasan en novelas cutres para adolescentes y solteronas, así que, por favor, llama a David y...
Me callo cuando se abalanza sobre mí y me agarra por los brazos reteniéndome contra el asiento.
—Esto no es una broma, Liena —sisea, rojo de rabia— estás metida en un lío muy gordo, ya no tienes protector, así que me necesitas si quieres salir bien parada de esto.
— ¿Me estás llamando puta? —le suelto a la cara, muy seria
Mi cambio de actitud vuelve a sacarlo de su personaje; no sé si todo lo demás es verdad, pero ni de coña me creo que el tío pijo frente a mí es el gánster que se inventa para impresionarme.
Muy lentamente, voy metiendo la mano en el bolso que traigo en el regazo.
—Para el coche... —le exijo, ni de coña he gastado todos mis ahorros para venir a morir tan lejos— ¡Qué pares el coche, coño!
Grito tan alto en su oído que se sobresalta, aprovecho ese justo momento para esparcir el gas pimiento en sus ojos y caerle arriba golpeándolo con todo lo pesado que encuentro, y en una limosina insonorizada de lujo hay muchas cosas, que agradezca no me da por amenazarlo con una botella rota.
—¡Déjame, loca! —grita mientras se limita a huir de mí e intenta proteger su cara
Esa es la diferencia entre los niños ricos y pobres, por pagar por todo, no saben hacer nada por su cuenta, defenderse lo de menos; mientras nosotros crecemos halando greñas, pegando mordidas y tirando piedras en el barrio, en la casa, en la escuela; más si eres mujer y prima de tres orangutanes.
Termino sentada sobre su espalda, con sus bonitos cabellos dorados entre mis dedos y mis uñas de la otra mano amenazando su linda cara.
—Escucha, niño bonito; tú; tu tiito; Alexander Dave, David o quien sea; pueden irse tomaditos de la mano pal infierno; si escogí esta universidad fue por David, sí, pero que me aceptaran fue cosa mía del mismo modo que lo será salir adelante sin ningún chulo que se crea con derechos sobre mi o mi cuerpo, así que llamarás al chofer por ese interfono y le dirás que me lleve de vuelta al aeropuerto por mis maletas, además, averiguarás la dirección de dónde está David mientras volvemos —se queda quieto cuando le digo esto— y luego te olvidarás de que existo ¿está claro? —asiente lentamente
Me sorprende la actitud dócil con la que sigue mis orientaciones cuando lo suelto. No me cabe dudas de que cree haber obtenido lo que quería después de todo.
Recuerdo su extraña historia, no me la creo, pero me confunde todo esto. Recuerdo a David y a su “novia”; aunque duela, necesito aclarar las cosas.
Cuando llegamos al aeropuerto, me siento un poco culpable al ver sus ojos y rostro rojos, el desastre que es él en general, así que le hablo
—Gracias por el billete de avión y por pagar la matricula, no voy a devolverte el dinero —le aclaro— me lo tomo como indemnización por este intento de secuestro; pero quizá, luego, en un café o lugar público, podrás decirme qué era eso que querías, y yo veré si puedo ayudarte, como un favor o algo de eso. Eres un buen chico, después de todo
Reconozco que pudo hacerme daño si hubiera querido cuando lo ataqué en el auto, así que asumo tiene sus códigos.
Se aparta cuando intento palmear su hombro.
— Espero no volver a verte, loca
Sonrío y abro la puerta
— Tú y yo podríamos haber sido muy buenos amigos —le digo, salgo y le lanzo un beso
Entro al aeropuerto aun sonriendo, pero para cuando recojo mis maletas mi rostro solo expresa la mortificación que siento, de tanto darle vueltas al asunto creo que me estoy mareando.
Busco en mi bolsillo la dirección que me consiguió Malcom, sigue siendo la misma, no es un error y no cambiará por más que la veo: según esto, después del encuentro en el aeropuerto, David fue llevado a un hospital psiquiátrico...