Aquel amor que me hizo volver a creer.

3

Me encontraba en pijama, estaba algo inquieta, algo expectante de lo que me esperaba mañana, quería y anhelaba verlo de nuevo, nuestro fugaz encuentro había despertado un extraño interés por la historia que ocultaba aquel hombre de ojos azules.

Larisa en pijama irrumpió en la habitación con dos copas de vino entre sus manos, sonreía con intensidad, al parecer disfrutaba más de esta noche que yo.

—Mañana tenemos que trabajar—masculle en un intento de negarme a beber, pero fue en vano.

—Querida…somos los directivos, podemos simplemente no aparecer si así lo queremos—el tono de su voz era burlón, despreocupadamente le dio un sorbo a su copa de vino.

—Tengo…tengo asuntos importantes mañana—replique de inmediato, sin embargo, no se trataba de un asunto si no de alguien.

Por alguna razón la pequeña idea de Larisa me hacía sentir mal, era bastante ridículo, pero solo el hecho de pensar en Rafael esperándome en la entrada de la universidad para que al final alguien le avisara que ese día no me presentaría me rompía el corazón.

Me regañe a mí misma por esos pensamientos tan infantiles y sosos, el hecho de que los causara un completo desconocido me hacía sentir más estúpida.

—Han sido unos…unos largos años ¿no crees?—soltó un pequeño suspiro, Larisa impregno de nostalgia todo el lugar—Ya cuatro años desde que llegamos a Madrid, el tiempo pasa muy rápido, demostrándonos lo insignificantes que somos... a veces en la noche cuando estoy sola me pregunto si tome la decisión correcta, si haberlo dejado atrás fue lo correcto.

—Si, han sido unos largos cuatros años…—hice una pequeña pausa—Supongo que cuando realmente amaste a alguien nunca lo olvidas del todo, creo que el olvidar no es algo realmente posible.

—¿Aun lo amas?—pregunto con la voz cansada—Aun amas a…

No pronuncio su nombre, como si se trata de algo prohibido, como si no pronunciar su nombre fuera a borrar todo lo que paso o todo lo que vivimos, como si no mencionarlo no hiciera que las cicatrices aún latieran.

—El problema no es si lo sigo amando, el problema radica en que ya no estoy segura si en algún momento lo amé, si lo que tuvimos solo fue una casualidad o algo más fuerte…—me detuve unos cuantos segundos—Aunque me gusta creer que no, que nunca conoces a alguien por simple casualidad, o tu tenías que cambiar su vida o esa persona tenía que cambiar la tuya.

—Perdón por aburrirte con todos mis problemas existenciales, con todos estos problemas de mal de amores del pasado—ella solo poso un gran sonrisa para después darle un sorbo al resto de vino que quedaba en su copa.

La conversación duro unas cuantas horas más, llego un punto en el cual ambas evitamos tocar ciertos puntos, como un pacto que nunca discutimos pero que estábamos dispuestas a respetar.

Pasada las 12:00 a.m. Larisa se había quedado dormida, no sabía si a causa del cansancio o debido al alcohol, pero de lo que estaba segura es que lo más probable es que yo sea la única que se presentaría en la universidad mañana.

No tenía muchas ganas de ir a dormir, no soy fanática de ir a la cama cuando mi cabeza está trabajando a mil por hora, lo que menos quería es ir a dar vueltas a entre las sábanas mientras miles de preguntas invadían mi mente.

Sali al balcón, la ciudad aun tenía mucha vida, la música se podía oír vagando por las calles, las risas de las personas compartiendo un café o una cerveza me hacían sonreír, los cláxones de algunos autos que no eran lo suficientes fuertes se perdían entre los murmullos de la vida nocturna de Madrid.

Me deje caer en uno de los pequeños sillones que se encontraban en el balcón, mire una caja de cigarrillos escondidos entre las pequeñas hojas de una maceta decorativa que se encontraba colgando, tome uno y lo prendí.

Ni siquiera sabía fumar, mi padre lo hacía, siempre le reproché su absurdo vicio, aunque me decía que era algo que lo calmaba, que lo tranquilizaba así que por eso lo he intentado un par de veces sin conseguir ese tan anhelado efecto de relajación.

La amargura se esparcía en mi boca cada que inhalaba un poco de la nicotina, el humo se quedaba en mi boca ya que no sabía que tenía que hacer con él, soplaba el humo lentamente fuera de mi boca, el viento deslizaba mi cabello de lado a lado mientras que se llevaba el humo lejos de mi vista.

Lo intente dos veces más, pero el resultado era el mismo, una vez que el humo llegaba a mi boca no sabía que más hacer, solo lo expulsa de mi boca lentamente. Me reí de mi ineptitud, pero al mismo tiempo me sentía orgullosa de no saber fumar.

Tome el resto del cigarro entre mis dedos, notaba como poco a poco el fuego consumía el resto de él, el fuego lo quemaba y el viento se llevaba sus cenizas.  Supongo que la vida, el amor o nuestra pura existencia es como un cigarro que cada día se consume poco a poco sin que nos demos cuenta y las cenizas nos dice lo efímeros que somos ya que algo tan simple como el viento puede borrarnos sin dejar rastro de lo que alguna vez fuimos.

¿Hay alguna en la tierra que pueda durar toda una vida? ¿Tú crees que el amor puede durar toda una vida? ¿Tú crees que una amistad puede durar toda una vida?

Me gustaría pensar que sí, pero he de admitir que tengo miedo, me da miedo el pasar del tiempo, me da miedo lo efímero que podemos llegar a ser todos.




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