Aquelarres ocultos Y los niños extraños

El llamado del Velo —Capítulo 1

La Ciudad de México nunca duerme, pero hay momentos en que hasta los ruidos más persistentes se detienen. Como si algo más antiguo que el concreto y los motores despertara entre las grietas del suelo.

Esa madrugada, Yaxche Acaleth se despertó sin razón aparente. Caminaba descalza, guiada por una presencia invisible. En la penumbra de su casa en, el aire estaba espeso, casi eléctrico. La luna menguante proyectaba sombras largas como raíces, y el silencio parecía contener la respiración del mundo.

En el centro de la sala, frente al altar familiar, un perro negro la esperaba.

Grande, delgado, con ojos dorados como faroles viejos. Tenía algo en el hocico: un sobre grueso, con bordes dorados y una cera negra que sellaba su contenido.

Yaxche al principios sintió miedo pues era algo que era nuevo para ella. Después lo reconoció.

El Guardián, el mismo que, según su madre, había entregado las cartas a todos los Acaleth antes que ella.

El perro caminó hacia ella, dejó caer el sobre frente a sus pies y se desvaneció como niebla en la penumbra.

La cera del sello era una una triple luna nnegra: la marca de Hécate.

—¿Te la trajo? —dijo una voz en la oscuridad.

Zazil, su hermana mayor de 18 años, bajó las escaleras envuelta en una cobija y en el hombro traía una mariposa color negra con morado.

A sus ojos entrecerrados no les faltaba instinto. Estaba en quinto año del Colegio de las Artes Ocultas Hécate y lo había vivido.

—No la abras sola —dijo suavemente.

Ambas se sentaron frente al altar.

Yaxche rompió el sello. Dentro había un pergamino hermoso, de bordes brillantes, escrito con una caligrafía antigua. El pergamino tenía un olor a café y incienso .

Carta de Aceptación al Colegio de las Artes Ocultas Hécate

Por linaje, por herencia y por voluntad del Universo, la casa Hécate convoca a:

Yaxche Acaleth

Nacida bajo la luna oscura.

Sangre marcada, raíz profunda, portadora del símbolo.

Has sido reclamada por la Antigua Escuela de las Artes Ocultas, para iniciar tu formación como bruja el día 2 de agosto del presente ciclo lunar.

Debes conservar la llave que acompaña esta carta.

Ella sabrá cuándo y dónde abrir la puerta.

La magia no se enseña. Se recuerda.

Nos veremos cuando el universo y los dioses lo permita.

Alta Sacerdotisa Itzel Tlatoa

Colegio Hécate

Subterránea, eterna.

Cuando terminó de leer, Yaxche no dijo nada. Pero en su mano temblaba una llave oscura, antigua, de metal enroscado por ramas talladas.

La había sentido caer dentro del sobre, como si estuviera viva.

Zazil tomó la llave entre los dedos y la miró con orgullo.

—Ahora sí… eres una de nosotras.

A la mañana siguiente, la casa Acaleth se llenó de humo de copal, pan de anís, y sonrisas contenidas.

Cetzali Acaleth, su madre, la abrazó sin palabras. Le colocó un collar con un dije de un búho símbolo del apellido Acaleth, y signo de protección.

Gurion, su padre, la marcó con ceniza en la frente.

Y Nikte, de 16 años, bajó corriendo las escaleras con su uniforme del colegio aún mal abrochado.

—¡Te llegó! ¡Sabía que sí! ¡Ahora vamos a estar las tres juntas allá!

—Y tú te encargas de mostrarle las rutas secretas —dijo Zazil con una sonrisa suave—. Pero déjala elegir su aquelarre sola.

—Claro —respondió Nikte fingiendo solemnidad, pero sus ojos brillaban.

Yaxche no lo sabía, pero jamás olvidaría ese día.

Sentía que algo muy viejo se había despertado en su pecho.

Y la llave, colgando de su cuello, comenzaba a calentarse… como si ya buscara su cerradura.

Y en lo profundo del mundo, donde el Velo separa la vida del espíritu, alguien o algo abrió los ojos por primera vez en siglos al escuchar su nombre: Acaleth.



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En el texto hay: #magia, #brujas, #academiamagica

Editado: 16.07.2025

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