— Mi hermano tiene casi un año desaparecido, nadie lo busca, ni se preocupa por él. Solo es un número, una estadística, un expediente — afirmó una mujer de mediana edad, entre sollozos y suspiros. De vez en cuando cerraba los ojos y arrugaba la frente. Todo delante del reportero. Ella usaba una gorra café y un paliacate atado a su cuello. También usaba una camisa con una fotografía de su familiar desaparecido.
Delia miraba el televisor en ese momento mientras recogía zapatos y ropa en el suelo para ponerlos en una silla, a un lado de su cama. A ella no le gustaban las noticias relacionadas , por lo general les sacaba la vuelta. Prefería pensar en cosas positivas como las fiestas y los días de pago, por muchos motivos.
Delia cambió de canal, a uno de música para alegrar el ambiente. Antes de salir del cuarto, pasó por el espejo. En cuestión de cinco minutos, agregó un poco de color a sus mejillas, boca y parpados. Era un crimen salir a la calle en fachas, pues aún era muy joven y hermosa. Aún tenía potencial. Tenía 32 años recién cumplidos y una vida por delante.
—¿Vas a salir hoy mamá? — cuestionó Maricruz al pasar a su lado para llegar al refrigerador y sacar un jugo.
Delia no contestó de inmediato. Muy tranquila se tomó su tiempo para desayunar sus huevitos rancheros. Ya portaba su uniforme azul que consistía en una cazadora a juego con una pantalón de mezclilla.
—¿Por qué la pregunta?— respondió Delia con otra pregunta. Para entonces ya había comenzado a beber su té de manzanilla. Aún con el vaso en la mano.
La jovencita de dieciseis años avanza a la mesa, presurosa con una sonrisa traviesa. Luego se queda seria y pensativa. Parece que trata de pensar en una respuesta. Al final revela que tiene una tarea que hacer en equipo con sus compañeras de la secundaria. Asegura que es probable que tarde en regresar a la casa.
—¿Y qué van a hacer?
— Vamos a exponer un tema sobre la contaminación y qué propuestas tenemos para contribuir al cambio climático?
Delia comenzó a comer mientras Mari relataba todos los pormenores del trabajo encargado por el profesor de “Ecosistemas”. No obstante, la mujer tenía la mente en la salida planeada para lo que restaba del fin de semana.
—Mamá, ¿hoy vas a salir con tus amigas?
La pregunta de la adolescente parecía tener un propósito oculto por el tono modulado de voz así combinada con amabilidad exagerada. Casi siempre se portaba así cuando quería algo de su madre y abuela.
Delia entrecerró los ojos antes de responder. Se tomó su tiempo para degustar la comida a su ritmo, sin sobresaltos.
—Es probable. Por si acaso, terminando la tarea, te vas enseguida con tu abuela, allá te quedas a dormir. Ella ya sabe, ¿entendido? — respondió la mujer al fin.
La jovencita asintió con una enorme sonrisa de gato. Mari se arrojó a los brazos de su madre a quien no dejaba de besar en la mejilla.
—!Basta! Me vas a ahogar, niña.
Las risas no faltaron esa mañana del viernes que, por alguna razón, significaba un gran logro. No es como si Delia mantuviera un control sobre su hija o que quisiera mantenerla en un cristal. De vez en cuando le daba permisos para salir a pijamadas con sus amiguitas de la primaria, a quienes todavía frecuenta a pesar de estar en distintas secundarias.
—¡Adiós, mamá! — le gritó Mari desde la ventana.
Delia volteó a verla y con la mano le regresó la despedida. Antes de cruzar la acera, un pájaro pasó rozando su cabello. El animal alcanzó a despeinar el flequillo para volar hacia un árbol cercano, al otro lado de la calle. En ese momento, arribó el autobús de su trabajo y subía de prisa que ni tiempo le dio de maldecir al pájaro travieso.
La mujer escogió el último par de asientos, donde ya la esperaba su compañera y mejor amiga desde que ingresó a la fábrica hace diez años. Jacky, además, es la madrina de la primera comunión de mari cuando cumplió nueve años. Ambas mujeres se ven como hermanas y cada que pueden, salen de parranda. Jacky no tiene hijos, no puede tenerlos. Está casada con su novio de la secundaria.
—Se cancelan los planes
—¿Qué?
—Pues que no habrá salida, porque Humberto se echó para atrás a la mera hora, parece que su mujer descubrió los tremendos cuernos que le ponía el sinvergüenza.
—Ya era hora
—Si, y ahora no hay casa para tomar
Delia hizo una mueca de desaprobación, pero no le quedó de otra, a menos que pusiera su propia casa. De pronto, sintió que su amiga no dejaba de mirarla, como si le leyera los pensamientos.
Ambas comenzaron a reír a carcajadas. La conversación no tenía sentido, el trasfondo sí. De cualquier manera, decidió que no le avisaría a su madre para que Mari se quedara con ella lo que resta del fin de semana.
No le agradaba del todo la idea, pero qué más podía hacer si ella se la dejó cuando era una recién nacida. El padre de Mari, nunca la reconoció como hija. En cuanto supo que Delia estaba embarazada, desapareció sin dejar rastro. Muchas le aconsejaron que demandará una pensión para la niña, ya que no solo a ella le correspondía la obligación. Delia siempre tenía una excusa para solapar al irresponsable que decía amar con toda su alma.
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Editado: 01.06.2025