Arcángel: La Maldición de los Caídos I

Capítulo 1

Corrí por todo ese sendero oscuro, hasta llegar a un gran bosque, la oscuridad emanaba en este enorme lugar lleno de árboles.

Mi vestido negro me incomodaba a la hora de correr, y mis pies descalzos no ayudaban mucho. Mi cabello suelto hacía que tuviera tanto calor; llevaba horas huyendo de esa extraña oscuridad que siempre me perseguía, conforme los años pasaban, se hacía cada vez más poderoso y peligroso.

A lo lejos se encontraba de nuevo él, el chico sin rostro que cada noche me acechaba, sin dejar que pudiera admirarlo bien.

Pero cada noche ocurría algo distinto.

Cada vez podía ver algo más en él, y al voltearse tan solo logré ver esa mirada oscura, peligrosa y seductora.

Desperté tan agitada de este sueño tan extraño.

Últimamente ocurría esto, los sueños, o quizá, pesadillas me atormentaban desde hace unos meses, nada los podía detener, tan solo sucedían.

Y como cada noche, tomé mi cuaderno que se encontraba junto a mí y comencé a hojear, había tantos dibujos de mis pesadillas, pero al final se encontraba ese chico.

A principio era tan solo una pequeña mancha, que fue cambiando con el paso del tiempo, hasta llegar a una figura masculina, con cabello oscuro como la noche y ahora, con una mirada tan intrigante y misteriosa.

Volteé a ver mi reloj, 3:00 am marcaba, como cada noche.

Dejé el cuaderno donde se encontraba anteriormente y volví a acostarme, deseando no soñar lo mismo.

El molesto sonido de mi alarma me hizo despertar de nuevo, la luz del día entraba por la ventana, cegándome un poco.

-Bien Ella – dijo mi tía entrando a mi habitación.

Ella era el diminutivo de mi nombre Arella, que se pronunciaría más bien como “Ela”.

             -Buenos días – dije tallando mis ojos

             -¿Estás lista para tu nuevo día? – me sonrió

Justo habíamos llegado el día de ayer a este pequeño pueblo, el cual era tan diferente a la ciudad donde había crecido con mi tía.

Tras la muerte de mis padres, con el paso del tiempo, mi custodia quedó en manos de ella, y realmente fue lo mejor que me pudo pasar.

Las mudanzas no eran nada de otro mundo, ella debía viajar por su difícil trabajo, todo para poder mantenerme y criarme como se debía.

Es por eso, que, a mis 16 años soy tan madura gracias a sus enseñanzas y su gran paciencia

             -Por cierto – me miró mientras conducía – Este es tu regalo por tu cumpleaños

Recién había cumplido los 16, los cuales jamás festejé ya que, con los viajes, jamás he tenido amistades, solo Meg, mi querida tía.

Tomé la pequeña cajita y la abrí, se trataba de una pulsera con alas de ángel, era realmente hermosa.

             -Meg…- dije y me interrumpió

             -Feliz cumpleaños Arella – dijo y sonreí

Miré la pulsera en mi muñeca y de pronto sentí un mal presentimiento al observar aquellas alas.

La escuela era tan grande y vieja, las estructuras de piedra la hacían ver tan antigua.

              -Cuídate – dijo Meg – Y me avisas cuando llegues a casa, tengo una reunión de trabajo

             -Está bien – dije y me bajé

Caminé y escuché como el auto de Meg se alejaba, dejándome sola en este nuevo lugar.

De pronto sentí como alguien chocaba contra mí, haciéndome caer.

            -Lo lamento tanto – dijo una chica

La miré y se trataba de una chica rubia de ojos esmeralda, era muy linda.

            -Mi nombre es Gabriella – dijo ayudándome a levantar – Debes ser Arella, la chica nueva

            -Ella – dije – Solo Ella, y… ¿Cómo sabes de mí?

             -Gabriella Blake – me tendió la mano y la acepté – Presidenta de la sociedad de alumnos, líder de las porristas, reina durante dos años consecutivos, y organizadora del baile – suelta mi mano – Y sé que tú eres Arella Barnes, chica egresada desde Londres, y posible mejor amiga mía

            -Yo no tengo amigos – miré al suelo incómoda

            -¿Eso porque?

            -Viajo mucho – la miré – No me da tiempo de socializar y… odio las despedidas

            -Pues te aseguro que esta vez no habrá – sonríe y enlaza nuestros brazos – Te encantará este lugar – la miro y ella hace lo mismo – Está lleno de misterios.

Mi día había comenzado bien, Gabriella me enseñaba la escuela, cada salón, cada pasillo, cada rincón, todo.

Hasta llegar a la gran cafetería, en la cual nos sentamos en una mesa sol, hasta que unas personas llegaron.

             -¿Ya comenzaste a molestar a la nueva? – dijo un chico moreno mientras se sentaba junto a mí – Jamie Benson – me dio la mano y yo le devolví el gesto

             -Ella Barnes




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