No entendía lo que sucedía, pero todo mi sufrimiento se fue, solo importaba que Alexander se encontraba frente a mi….
Tan cerca.
Decidí arriesgarme y me acerqué aún más, planeaba besarlo, sentirlo, tenerlo.
Pero ocurrió lo peor.
Él se separó, me rechazó…
-Adiós Arella – dijo y salió del baño
Y yo… me quedé como una idiota en el suelo, me sentía humillada.
Tan solo me levanté y salí de la escuela, no tenía humor para estar en clase, tan solo quería estar en casa, encerrada durante una eternidad.
Caminaba por las calles, con tranquilidad, hasta sentir que alguien me seguía, y así era, una camioneta negra se encontraba detrás de mí.
Me quité los audífonos y comencé a caminar más rápido. Pero la camioneta no se detenía.
Tenía tanto miedo.
Realmente temía por mi vida, pero algo extraño sucedió, de lejos pude ver a Alexander, él me miraba.
Me detuve.
Justo me encontraba entre la camioneta y Alexander.
Volteé hacia la camioneta y pude distinguir esos ojos rojos que tanto me asustaban.
Lo único que pensé fue en correr en dirección del hombre en quien confiaba, a pesar de lo extraño que sea, debía estar en un lugar seguro.
Todo era tan extraño, parecía que no había nadie en esta calle, solo nosotros y la criatura extraña…
-¡Corre Alexander! – grité con todas mis fuerzas mientras sentía como el auto aceleraba.
Me encontraba corriendo en medio de la calle.
-¡Alexander! – volví a gritar
Pero algo asombroso ocurrió.
Él saltó…
Saltó tan alto que yo me caí del impacto, tan solo lo seguí con mi mirada.
Se dirigía a la camioneta.
Y como si de un comic se tratara, él golpeó con tanta fuerza la camioneta, su puño se encontraba encima de aquel oscuro auto.
Una ola de aire me hizo volar mi cabello, era algo increíble e irreal.
Alexander bajó y cargó el auto, lanzándolo lejos de ese lugar.
Tan solo volteó y pronunció unas palabras.
-Ponla a salvo – murmuró
Yo giré mi cabeza y distinguí unas alas blancas y brillantes.
Se trataba de Roy, mi profesor.
-Tu… – dije alejándome en el suelo
-Arella, debes venir conmigo – dijo acercándose
-Esto… – sentía mi corazón palpitar con tanta fuerza.
Pero al parecer, tanto impacto hizo que cayera desmayada en medio de esa calle solitaria.
Al despertar noté que me encontraba en una cómoda cama.
Pero no era la mía.
Me levanté de golpe e inspeccioné la habitación, había una gran ventana que mostraba la naturaleza tan solo.
La habitación no tenía tantas cosas, solo una estantería con tantos libros y una puerta, que supuse que era la salida.
Y así fue, había una escalera, la cual bajé hasta estar en lo que parecía una enorme sala.
La música clásica invadía toda la desconocida vivienda, la cual era tan acogedora y tranquila, hasta escuchar esa voz tan arrogante.
-Hola preciosa
Volteé y vi a Kyle sonriéndome mientras sostenía un vaso con un desconocido líquido.
-Veo qué despertaste – sonrió – ¿Qué tal estuvo tu siesta?
-¿Qué haces aquí? – dije retrocediendo –¿Qué hago aquí?
-Kyle – dijo otra voz llegando, era Roy – No molestes a la chica
-Roy… – dije
De pronto recordé lo que sucedió, la camioneta, Alexander, la lucha, las alas, él.
Retrocedí aún más al verlo, algo dentro de mí me decía que no podía confiar en él, en ambos.
-No te haré daño – dijo Roy
-No confío en ti – retrocedí hasta chocar con la pared – Tu… tu eres un… un
-Un ángel – dijo cruzándose de brazos
Su atuendo marcaba su cuerpo tan esculpido.
-¿Un… un ángel? – dije pasando saliva y asintió-. ¿Y él…? – miré a Kyle
-También lo soy – dijo dejando su vaso a un lado-. Observa preciosa
Me guiñó el ojo y se quitó la camisa
¿Acaso todos los ángeles tenían el cuerpo esculpido?
Automáticamente pensé en Alexander, en cómo sería su cuerpo sin siquiera una prenda.
-Leemos pensamientos, ¿Sabías? – sonrió Kyle – Él jamás se desnudará frente a ti
Dentro de mi sentí algo de decepción, pero alegría al saber que no todos se desnudan frente a las personas.
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Editado: 03.04.2021