Arcángel: La Maldición de los Caídos I

Capítulo 11

Unos golpes me despertaron, el reloj marcaba las 8:00 am y Alexander no se encontraba a mi lado.

Extrañada me levanté y bajé las escaleras, los golpes en la puerta eran tan insistentes que sentía que tirarían la puerta.

-¡Ya voy!

Abrí la puerta bostezando y de pronto un pelirrojo entró a mi casa, dejándome desconcertada.

-¿Robbie?

-Estaba tan preocupado por ti Ella – me dio un abrazo el cual no correspondí por lo extraño que era la situación

-¿Qué haces aquí?

-Te estuve esperando ayer – se separó

De pronto recordé el plan que teníamos, pero con lo que sucedió, todo se me olvidó.

-Lo siento mucho Rob… – me interrumpió

-¿Dormiste con alguien?

-¿Disculpa?

-¿Te has acostado con Alexander?

-Pero que…

-¡Responde Arella! – subió el tono de su voz mientras me agarraba con fuerza

-¡¿Qué demonios?! – me solté de su agarre, pero él volvió a tomar mis hombros

-¡Eres una zorra!

-Largo de aquí – lo empujé y él apretó sus puños

-Él no es para ti

-Tú no eres nadie para decidir sobre mi vida

-¡Debes obedecerme!

-Aléjate de mí – dije al ver como se acercaba

-¿Qué acaso no lo ves? – me acorraló en la pared – Yo soy el ideal para ti

-Pero tu – él rio

-¿Gay? – rio aún más – Si que creíste esa mentira

-¿De qué hablas?

-Yo te amo Arella Barnes – su rostro estaba tan cerca – Y solo estarás conmigo – me besó

Intenté separarlo sin éxito alguno, su fuerza era tan sorprendente, que hasta dolor sentía en mi cintura, ya que su agarre se encontraba ahí.

En ningún momento le correspondí.

Su mano bajaba por mi cadera hasta casi llegar a la parte baja, fue ahí donde saqué tanta fuerza sin saber, alejándolo de mí.

Toque mis labios sintiendo ardor por la gran mordida que me dejó.

-Aléjate… – dije sintiendo un nudo en mi garganta

-Tu eres mía – dijo acercándose de nuevo

Comenzó a besar mi cuello y sentí las lágrimas caer por mis mejillas.

-No… – murmuré tratando de empujarlo sin éxito.

-Tu eres mía… – susurró en mi oído

De pronto algo lo lanzó lejos y yo caí al suelo cubriendo mi rostro entre mis manos, llorando tan desconsoladamente.

-No podré salvarte todos los días – dijo una voz conocida.

Lo miré.

-Kyle…

-Preciosa – secó mis lagrimas – Siento un pequeño deja vú – sonrió

-¿Qué… qué haces aquí? – sollocé

-Sé que desconfías de mí – se sentó a mi lado doblando un poco sus alas – Pero yo estoy del lado bueno

-Pero tu traicionaste a Alexander

-Jamás lo hice – miró al suelo – Tan solo intenté que Azael confiara en el amor hacia los mortales – me miró – Pero él sabía sobre el destino entre ustedes

-¿Cómo sabía?

-Siempre estuvo un paso más sobre nosotros. Pero yo jamás lo traicioné

-Te creo…

-Eso espero – se levanta y me da la mano – O jamás te volveré a salvar

Yo tan solo reí y tomé su mano, así levantándome

-¿Qué haces en este lugar?

-Creí que ya habíamos hablado de esto…

-Me refiero a este pueblo – me siento en el sillón – Llegaste justo…

-Cuando el demonio atacó – terminó mi frase – Soy ángel guardián

-¿De quién?

-No debería decirlo…

-Pero…

-Lo haré porque sé que eres tan molesta que insistirás tanto – se cruza de brazos – Gabriella

-¿Gabriella?, ¿Mi amiga Gabriella? – el asintió

-He intentado acercarme a ella, pero… – frunce el ceño – Por alguna extraña razón, ella me evita

Me moví nerviosa en mi asiento.

-Puede que yo haya tenido algo que ver en esto…

-No me digas – dijo sarcástico – No debes meterte en mi misión

-Estoy tan adentro en esta situación – lo señalé – Además, yo desconfiaba de ti, no me culpes

-Entiendo – levantó los brazos rendido – Ahora tendré que cuidarla de lejos

-¿Por qué a ella?

-No es mi deber decirlo… – miró al suelo – Solo te diré que… ella está pasando por algo tan difícil




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