CAPÍTULO 2
13 AÑOS
—Johnny Depp.
—¿Johnny Depp? —Eli miró al rubio. —¿En qué momento decidimos hacer el trabajo de Johnny Depp?
James levantó los hombros, sonriendo. Estaba claro que le importaba poco y menos lo que Eliana tuviera que decir al respecto.
—¿Qué propones, entonces?
—¿Por qué no Anya Taylor-Joy?
—¿Anya Taylor-Joy?
James levantó las cejas a modo de “¿estás de broma?”. No, Eli no estaba de broma. La única broma que había aquí era la de tener que hacer un trabajo para obtener una buena nota en tutoría. ¡Tutoría! La única asignatura en la que se te permitía descansar, pero en la que la profe, Julia, había decidido convertir en un divertido proyecto de “compañerismo extremo”, como lo había llamado ella.
Mientras James y Eli discutían, miré a Daekho. Bostezaba a ratos mientras miraba por la ventana y, de vez en cuando, escribía algo en su libreta. Había pasado ya un año desde nuestro encontronazo y no me había dirigido la palabra en ningún momento. Lo mismo ocurría a la viceversa. No creía que quisiera hablarme después de cómo se había ido aquel día. Lo mejor era darle su espacio, aunque, ya que nos habían unido en un grupo, era difícil que nos evitáramos.
—¿Qué tal? —sonreí.
No se mostró sorprendido cuando descubrió que fui yo la que le habló. Es más, me miró y volvió a hacer lo que estuviera haciendo.
Vale, no quería ni mirarme a la cara.
—He dicho que Johnny.
—Y yo, Anya.
Eliana iba a matar a James. El chico ni siquiera la miraba mientras Eli le explicaba todos sus puntos de la lista: “Porqué deberíamos escogerla a ella en vez de a él”.
—Lo que tú digas, Eliana —James asintió restando importancia al asunto. —Pero Daekho y yo queremos a Johnny Depp. Y dos son más que uno.
Daekho los miró al escuchar su nombre en la conversación.
—Yo no he dicho nada.
James le indicó que se callara cosa que hizo que Daekho frunciera el ceño.
—Mira, sé que eres un niño mimado que siempre ha tenido todo lo que ha querido en la vida, pero, por una vez, nadie te va a hacer caso —dijo Eliana, firme.
James se calló por un momento antes de mirarme. A mí, quien no había dicho nada sobre el tema en ningún momento.
—¿Y tú? —me preguntó. —¿Tú a quién prefieres?
Las tres miradas se posaron sobre mí. Incluso la de Daekho. No pude evitar pensar qué era lo que le había dado a Julia para hacer un trabajo en tutoría. Era una completa tontería.
—¿Tiene que ser de la industria del cine?
—Sí.
Me quedé pensando por un rato.
—¿Tú que prefieres?
Daekho levantó las cejas antes de responder.
—Yo estoy con la mayoría.
—La elección es tuya ahora —James me miró esperanzado.
Eli me miró y no hizo falta que yo la mirara a ella. Estaba de su lado, siempre.
—Me gusta mucho Anya.
—¡Sí! —exclamó mi amiga, contenta. —Entonces está decidido. Anya Taylor-Joy. Icono y orgullo argentino.
Al mirar a James, estoy muy segura de que se le podría haber explotado una vena del cuello.
—Ok —carraspeó. —Whatever —se acomodó en la silla y tras rodar los ojos, dijo: —Haremos a Anya Taylor-Joy, ¿contenta?
—Mucho —dijo Eli, sacando su estuche.
—De hecho… —los tres nos giramos a mirar a Daekho. Este giraba el boli en su mano, haciendo que diera vueltas. —He cambiado de idea. Prefiero a Johnny Depp.
Todos nos quedamos callados.
¿A qué venía ese cambio repentino? Y, ¿por qué?
Pero Daekho parecía tranquilo. Cómo si no le importara haber sido una de las causas de la Tercera Guerra Mundial que estaba a punto de empezar.
—Eh, ¿por qué?
Daekho me miró y apreté los dientes. Por algún motivo, se me pasó por la cabeza que, a lo mejor, había cambiado de opinión por mí. Por llevarme la contraria. Hasta ese punto habíamos llegado.
James pasó su brazo sobre los hombros del pelinegro, sonriente.
—Bueno, entonces, ¿cómo queréis hacerlo? ¿Piedra, papel, tijera? ¿Pares o nones? ¿Escondite?
…
—Johnny Depp es un gran actor.
Miré a mi madre mientras rallaba el limón para el bizcocho. En cuanto llegué a casa, se levantó de un salto del sofá y, sin siquiera saludar, me dijo: “Ayúdame a hacer el bizcocho”.
Por supuesto, me puse a ello. Cocinar bizcochos era lo único que podía hacer sin quemar cualquier cosa. A mí parecer, cocinar era un arte que yo, en concreto, no sabía manejar. Aun así, me relajaba.
—No se trata de Johnny Depp —respondí.
Se trataba del querer llevar la contraria. A mí me daba igual hacer a Anya, a Johnny o al Chavo del 8. Fue el sentir que Daekho lo había dicho a despecho. Que yo supiera, James y él no eran amigos. Era más, eran probablemente las personas más opuestas del planeta.
—¿Entonces? —añadió mi madre, lavando los cubiertos. —No le veo el problema. Ya haréis a Anya en otro momento.
—Mamá, no lo entiendes. No habrá “otro momento” —marqué las comillas con las manos.
—¿Según?
Mi madre levantó las cejas mientras se dirigía hacia el horno. Este ya estaba lo suficientemente caliente como para meter la masa, aunque a mí me quedaban un par de ralladas más.
—¿Pueden venirse mañana a hacer la presentación? Me toca poner casa.
—Por supuesto, cariño. Merendad bizcocho y ya me diréis que tal está —mamá sonrió.
Mi madre era, sin duda, una de las mejores personas que podrían haber nacido en el planeta Tierra. Era animada, alegre y generosa. Aunque en apariencia me parecía a ella, con el pelo afro y la tez morena, la gente decía que, en personalidad, habían ganado los genes de mi padre. Extrovertida, sincera y algo ruidosa.
—Mamá, no vas a dejar que la mocosa traiga a sus amigos a casa, ¿no?
Mateo irrumpió en la cocina y cogió una manzana.
Arrugué el ceño.
—Vamos a estar en mi cuarto —le contesté. —No te vamos a tener que ver la cara.