Aressea

Escondite

                                              Aristella.

 

Retorno a la soledad de mi estancia, obligada a enfrentar el dolor y sanar mis propias heridas en ausencia de Edalia. La laceración en mi cráneo, causada por el afilado borde de un candelabro, es especialmente grave. Siento cómo cada herida me quema, y con manos temblorosas, comienzo a tratar las que adornan mi vientre.Sigue la de mi cabeza; aplico un líquido anestésico que provoca un ardor insoportable, y un latido doloroso se apodera de mi ser. Con un trapo entre los dientes, me esfuerzo por curarme frente a un espejo de mano. No está completamente sanada, pero al menos ha cesado el sangrado. De repente, un golpeteo urgente en la puerta interrumpe mi solitaria labor.

Abro para encontrar a Klaus, su semblante es de puro desasosiego y su respiración, entrecortada.

—Qué sucede?

Mi voz, apenas un susurro, revela mi cansancio.

—Aristella, debes ocultarte inmediatamente. El rey te busca con una furia incontrolable. Escapa hasta que su cólera se disipe.

Siento cómo mi cuerpo se crispa ante la idea de otro castigo.

—¿Y si huyo, no empeorará las cosas?

Klaus sacude la cabeza con determinación.

—He ordenado que algunas tropas patrullen la capital. Les diré que te has unido a ellos, preocupada por el incidente con la princesa. No sospechará, pues su hija está involucrada.

Asiento, aunque con reticencia, mientras busco en mi mente un refugio seguro.

Si salgo ahora, me verán. ¿Dónde puedo esconderme?

El caballero me mira, indeciso.

En la torre, ahí estarás a salvo.

Su respuesta me toma por sorpresa, pero él aclara mi duda.

Te he observado salir de allí en varias ocasiones; nadie más lo sabe. No es momento de dudas, toma tu capa y sígueme.

Sin una palabra más, asiento y lo sigo, cerrando la puerta detrás de mí. Nos deslizamos por un pasadizo secreto en la cocina que nos lleva al bosque trasero. Klaus toma mi mano, guiándome en silencio. Al llegar a la torre, nos detenemos frente a la puerta.

— Solo puedo acompañarte hasta aquí. No me está permitido entrar, pero si te encuentras en peligro, grita con todas tus fuerzas. Prometo venir en tu ayuda.
 

Mantén la calma, no correré peligro.

Él suspira profundamente y me observa, sus ojos emanan una mezcla de duda y preocupación.

No es que me tranquilice dejarte a merced de un homicida… pero está encadenado, así que sus posibilidades de hacerte daño son limitadas. No confíes ciegamente en él, desconoces las razones de su confinamiento. Regresaré al anochecer para traerte comida, permanece aquí por algunos días. Una vez que la situación se estabilice, te contactaré. No te inquietes por Vayolet, ha partido hacia la ciudad de Marfa y su regreso no será antes de un mes. Me aseguraré de que no te falte nada. Toma esto.

De su capa extrae un pequeño libro de tapas moradas.

—Conozco tu afición por la lectura, te conseguiré más libros más adelante. Por ahora, entra.

Tomo el libro en mis manos, y el recuerdo de Sandiel aflora en mi mente.

—Klaus, ¿qué hay de Sandiel?

—Ha tenido que ir al sur debido a ciertos contratiempos. Lo verás en unos días.

Asiento en señal de agradecimiento.

—Gracias.

Él me ofrece una sonrisa reconfortante y se aleja, su figura se funde con la densidad del bosque. Yo ingreso a la vasta torre, envuelta por la penumbra que reina en su interior.

 

 




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