Aristella.
Me despierta el alegre cantar de los pájaros, pero mi cuerpo sigue entumecido por haber dormido en el duro suelo. Las heridas arden y algunas empiezan a picar. Me incorporo lentamente, tratando de no hacer ruido para no perturbar el plácido sueño de Dan, que descansa casi a mi lado. No tengo idea de cuándo se acercó tanto. Mis ojos se posan en las cadenas que aprisionan sus manos, casi incrustadas en sus muñecas. Las cadenas son largas, permitiendo que se mueva solo por una parte de este reducido cuarto. Un suspiro escapa de mis labios al imaginar el dolor que debe de estar sintiendo. ¿Qué le habrá llevado a renunciar a salir de aquí? ¿Qué suceso traumático ocurrió para que dentro de dos años tome la decisión que le transformará de esa manera? Recuerdo vívidamente sus gestos, su manera de expresarse; no parece ser la de alguien dispuesto a vivir. Entonces, ¿por qué optar por la aniquilación? Es comprensible que busque venganza tras lo que le han hecho, pero me dejó claro que permanece aquí por elección propia. ¿Qué ha sucedido para que esto sea así? Aún faltan dos años para ese momento crítico. ¿Seré capaz de evitarlo? Si logro hacerlo, no solo estaría salvando su vida, sino también la mía. Al menos eso espero. Mis pensamientos empiezan a ahogarme, sumiéndome en un mar de incertidumbre. Decido detenerme por ahora y regreso a la realidad, encontrándome con la mirada penetrante de Dan fijada en mí. Pego un respingo,eso a sido inesperado.
—Buenos días. ¿Dormiste bien?
solo recibo silencio a cambio, mientras cierra los ojos nuevamente. Sonrío de forma leve y decido levantarme para refrescarme un poco.
—Voy a buscar algo de comida, regresaré enseguida.
Salgo sin esperar su respuesta, pero antes de cerrar la puerta, escucho susurrar en un tono casi imperceptible.
—No te pongas en peligro. —Mi curiosidad se agita.
—¿Por qué? ¿Acaso saldrás y me rescatarás?
No obtengo respuesta, solo veo cómo abre los ojos y sonríe de manera enigmática. Un escalofrío recorre mi espalda mientras decido alejarme sin voltear atrás. Inhalo profundamente. ¿Qué me está pasando? Quizás sea su sonrisa la que me causa este malestar. Observarlo de esa forma resulta perturbador. Al pisar el césped, percibo el fresco aroma de la brisa, permito que me acaricie y me invade una sensación de añoranza por perderme en el bosque. Admiro cada detalle de la naturaleza a mi alrededor, consciente de los pocos días enclaustrada allí pueden transformar en una eternidad. Finalmente, llego al campo de entrenamiento y visualizo claramente el imponente castillo a lo lejos. Avanzo con sigilo para evitar ser descubierta, hasta que diviso la puerta trasera entreabierta de la cocina. Reconozco a James transportando unas cajas y decido acercarme, permitiéndole verme. De inmediato, se apresura hacia mí, con la mirada atenta en todas direcciones.
—¿Cómo se te ocurre salir? Klaus me contó lo sucedido. ¿Qué te crees que pasará si te pillan?
Acepto su regaño con una sonrisa nerviosa y un asentimiento rápido.
—Estoy muerta de hambre.
James me fulmina con la mirada, deja las cajas a un lado y me golpea la cabeza con un pergamino que saca de su uniforme.
—¡Ay! ¿Quieres convertirme en esqueleto viviente? —protesto exageradamente.
—No te vas a morir por esperar un poco, has estado días sin probar bocado. ¿Por qué ahora no puedes hacerlo? ¡Niña insolente!
Me deja hablando sola al marcharse, así que elevo un poco la voz.
—James, trae dos de todo, por favor.
Él se voltea con los ojos como platos, sus gafas resaltando su expresión cómica. Con un gesto de la mano me indica que me calle y se interna en la cocina. Mientras sonrío, comienzo a contar mentalmente, esto solo me sucede una vez al mes, cuando el hambre me supera. En ese momento, caigo en cuenta de que no tengo nada; todas mis pertenencias están en la habitación. ¿Qué rayos voy a ponerme? Observo a mi alrededor, todos ocupados y pocos guardias presentes, podría pasar desapercibida fácilmente. Necesito unos paños y no tengo elección. Antes de dar un paso, sale James con una pequeña olla entre sus manos.
—¿Una olla? —pregunto incrédula.
—Aquí tienes lo necesario para el desayuno y la comida, no vuelvas a salir de donde sea que estés y espera a Klaus o a alguno de nosotros—me advierte.
Asiento, por un instante considero mencionarle lo de los paños, pero la vergüenza me lo impide. Tomo la olla, le agradezco y me retiro por el mismo camino. Al llegar a la torre, entro apresuradamente, dejaré esto y luego buscaré los paños. Abro la puerta del cuartucho y me encuentro con Dan.
—Voy a dejar esto aquí, no tengo ni idea de lo que contiene, pero son dos raciones de todo, así que cómete la tuya y déjame la mía.
le digo con tono desesperado mientras lo observo amenazante.
Él simplemente me mira con incredulidad.
—¿Entendido?
Él vuelve a posar sus ojos en la olla y luego en mí.
—¿Te vas otra vez? ¿No piensas que es una locura? Podrían atraparte.
Suspiro profundamente, ¿cómo le explico la urgencia de la situación?
—Hay algo que necesito. Después de esto, no saldré más a menos que sea imprescindible.
—¿No puedes pedírselo al desleal?
Frunzo el ceño tratando de no estrangularlo en ese mismo momento, ¿por qué hace tantas preguntas?
—No, no puedo.
—¿y por qué no?
Ruedo los ojos y exhalo pesadamente, veo cómo una sonrisita trata de asomarse en sus labios.
—¿Te estás divirtiendo? ¿Desde cuándo un amargado como tú disfruta?
Él frunce los labios y vuelve a mirar la olla.
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Editado: 22.11.2024