Aressea

El asedio del dolor

Aristella.

El calor pegajoso de la habitación envolvía mi cuerpo tembloroso mientras luchaba por mantener los ojos abiertos, resistiendo con todas mis fuerzas la llamada del sueño. Los recuerdos se agolpaban en mi mente, fragmentos de pesadillas pasadas que se entrelazaban con la cruel realidad de estar colgada una vez más en aquel cuarto lúgubre.Un escalofrío recorrió mi espalda cuando escuché los pasos acercándose. El sonido metálico del afilado cuchillo resonaba en la habitación, presagiando el dolor que estaba por venir. Sin previo aviso, sentí cómo atravesaba mi abdomen, desgarrando mi ser de manera brutal. Un torrente de sangre ascendió por mi garganta, ahogándome en mi propia agonía.Mis órganos se retorcían en un baile macabro mientras luchaba por contener un grito de dolor. Mis ojos se abrieron con dificultad para encontrarse con la figura de Lara, sosteniendo el cuchillo ensangrentado con una mirada fría y despiadada. Sus guantes negros contrastaban con la escena dantesca que se desarrollaba ante mis ojos.Una sonrisa irónica se dibujó en mis labios, la furia ardiendo en mi mirada mientras mis fuerzas empezaban a desvanecerse.

Vaya, no sé por qué no me sorprende

ella carcajea con una risa burlona que resuena como un eco inquietante en la oscuridad de la habitación. Sigue afilando el cuchillo con una tranquilidad perturbadora, como si estuviera puliendo un objeto precioso preparándose para desatar el caos.

Creía que te sorprenderías, pero veo que no. –Sopla un aire frío, acercándose un poco más, sus ojos destilan desprecio —Esto ha sido tu culpa, ¿sabes? Si tan solo me hubieras avisado de quién estaba en la torre, si tan solo me lo hubieras dicho... No estarías así, desgarrada y suplicante. ¿No querías compartir? En estos meses parece que has olvidado el motivo por el cual sigues viva ¿Por qué te aliaste con mi tío? Eres tan… imbécil.

Con un movimiento abrupto, clava el cuchillo de nuevo en la misma herida, esta vez con una fuerza que me roba el aliento. Siento cómo el dolor se expande como fuego en mis venas; sus ojos, llenos de burla y satisfacción, hacen que el odio brote en mí como un torrente incontrolable. Cada risa que escapa de sus labios es como un puñal más, insertándose en mi corazón. Ella retira el cuchillo lentamente, dejando que mi sangre le salpique el vestido blanco, tiñéndolo de un rojo oscuro que contrasta con su piel.

Mira lo que has hecho –susurra, un aire de pesar en su voz, pero la satisfacción brilla intensamente en sus ojos, como si le diera placer ver el caos que ha creado.

La tensión entre nosotros es insoportable y en mi interior, una furia vehemente se agita, deseando liberarse y hacer pagar a alguien por este infierno.Desatada en el lado izquierdo de mi cara, luego el otro golpea con la misma rabia en el lado derecho, uno tras otro, como un monstruo implacable, hasta que finalmente se cansa. La visión se me nubla, va desapareciendo poco a poco, como si un velo oscuro se cerniera sobre mis ojos. Respiro con dificultad, cada inhalación es un esfuerzo agonizante; siento cómo mi cuerpo comienza a arder, un fuego voraz que se apodera de cada fibra de mí. Tiemblos convulsivos recorren mi ser, mientras la rabia se mezcla con la repulsion que me provoca su mirada. Ella me observa con esos ojos como abismos, y su mano tiembla, a punto de vocalizar, pero se detiene, cierra la boca y, con un miedo palpable, me clava el cuchillo en la pierna.

¡Para! –grita, el terror desbordándose en su voz mientras da un paso atrás, como si intentara escapar de un monstruo invisible.

De repente, noto cómo las cadenas que aprisionan mis manos se aflojan, como si una fuerza sobrenatural estuviera disolviendo los grilletes. ¿Qué está pasando? Un estruendo ensordecedor me arranca del trance, una explosión cercana que sacude los cimientos de este lugar de pesadilla. A los pocos segundos, gritos desgarradores resuenan, mezclándose con mi confusión. Un guardia irrumpe en la habitación, abriendo la puerta apresuradamente, su rostro reflejando el caos que acaba de desatarse. ¿Qué pasará ahora?

—¡Princesa! Tienes que salir de aquí ahora mismo, ¡nos atacan!

Lara suelta el cuchillo y esboza una sonrisa fría, casi diabólica.

Espero que el atacante te mate. Muérete de una vez.

Sin más, salen del cuarto y me encierran. La puerta se cierra con un golpe resonante que retumba en mis oídos. Afuera, el caos devora el castillo: una explosión ensordecedora sacude las paredes y el cuarto tiembla como si estuviera a punto de derrumbarse. Miedo y desesperación se entrelazan en mi pecho. ¿Quién se atreve a atacar? Intento quitarme las cadenas que me mantienen prisionera, pero es inútil, mi esfuerzo es en vano. Gritos ensordecedores de soldados y el clamor de espadas chocando resuenan en el aire, y, en un instante, otra explosión llena el pasillo. Mucho más cerca. El atacante está dentro del castillo, su presencia se siente en el aire, densa y amenazadora.Cierro los ojos, tratando de sumergirme en la oscuridad, intentando escuchar mejor. En medio del terror, vislumbres de su rostro se dibujan en mi mente, sus ojos brillantes como esmeraldas y como sol ardiente, un brillo que hace que se me erice la piel. No puede ser... ¿Daniel? ¿Se escapó? Mi corazón late con una mezcla de ansiedad y esperanza.Como respuesta a mis dudas, la puerta del cuarto estalla hacia un lado, lanzando un torbellino de humo cegador. A través de la neblina, una figura se recorta: un hombre muy alto, con cabellos negros desordenados y pantalones desgastados. Sus ojos, esos ojos chispeantes que titilan como fuego entre las sombras,es él, es Daniel. La traición y la esperanza chocan dentro de mí, criando un abismo de incertidumbre. ¿Está aquí para ayudarme o para acabar con lo que queda de mí?




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